El Foro Generación Igualdad París convocado por Naciones Unidas, concluyó el pasado 2 de julio con el anuncio de firmes compromisos en materia de igualdad de género y el lanzamiento de un plan de acción global para acelerar los avances en esta materia para el 2026, respaldado por casi 40.000 millones de dólares de inversiones ya confirmadas.
Pero se trata de un plan, según informaron, que no se concentre en más diagnósticos, sino en acciones contundentes y concretas. Sin duda, esta es una excelente noticia porque ya es tiempo de que pasemos de la sensibilización y concientización al real compromiso con la igualdad y que ello se traduzca de verdad, en oportunidades para las mujeres en medio de tan difícil coyuntura económica.
Parece mentira que todavía en 2021 haya que argumentar acerca de los beneficios que aporta la participación masiva de las mujeres en el desarrollo económico de los países, empresas y familias y que sigamos rogando por cuotas cuando somos la mitad de la población. Los datos ya están ahí, por lo que es tiempo de explorar nuevos caminos para lograr que esta radiografía cambie y para que, de una vez por todas, la participación de las mujeres en la vida económica sea ejercida a plenitud, en igualdad de condiciones.
Cuesta llegar
Lograr autonomía financiera en Venezuela es una tarea llena de desafíos monumentales por los problemas que surgen de enfrentar un entorno políticamente inestable, escasez de servicios básicos, hiper inflación sostenida, la creciente fuga de talentos, los efectos perniciosos de la pandemia y una emergencia humanitaria compleja, que impactan a toda la población trabajadora.
Pero si se es mujer es el triple de difícil. Y si es negra, homosexual, indígena, migrante, rural o sufre alguna discapacidad, peor aún, porque todas las fuentes de discriminación se superponen y multiplican la exclusión. Como ya sabemos, las mujeres pobres son más pobres que un hombre pobre.
Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida del 2020, solo 4 de cada 10 mujeres se encuentran laborando en este momento, aunado al hecho de que existe un 60% de feminización de la jefatura en hogares monoparentales. En el caso de los empleadores, solo 3 de cada 10 personas son mujeres. También se observó que el 45% de las mujeres cuenta con un empleo formal, en comparación con el 60% de los hombres ya formalizados en el área laboral. Son datos que reflejan la enorme dificultad para alcanzar las metas de igualdad en los espacios laborales.
Todo este contexto, unido a las barreras estructurales y los mecanismos de exclusión institucionalizados que habitualmente encontramos en la raíz de la falta de mujeres en los espacios de poder, se conjugan para que muy pocas estén presentes en las juntas directivas o sean dueñas de empresas medianas o grandes, para que haya brecha salarial, para que la maternidad sea una razón para no contratar o penalizar, para que el acoso sexual laboral se ensañe particularmente contra las mujeres y para que muchas tengan que abandonar su carrera o emprendimiento en contra de sus deseos y aspiraciones.
¿Igualdad en las empresas venezolanas?
La mayoría de las empresas en Venezuela, sobre todo las criollas, están lejos de plantearse la igualdad de género como una línea de trabajo importante. Muchas están tomando decisiones derivadas de una visión mecanicista y poco sensibilizada sobre la forma como las mujeres lidian en medio de tantos conflictos para poder mantener sus empleos y cumplir con los estándares que se les exige para poder llegar a la cima gerencial. Ni siquiera están llevando datos desagregados por sexo ni generando información que les permita darse cuenta de las causas que impiden a sus trabajadoras alcanzar su máximo desarrollo, con el consecuente e histórico desaprovechamiento del talento femenino.
Lo bueno es que el tema ya está sobre la mesa a diferencia de hace unos años atrás cuando se pensaba que nada de esto impactaba la sostenibilidad empresarial y que están haciendo esfuerzos por colocar a más mujeres en posiciones decisorias. Sin embargo, no se trata nada más de un asunto de cantidad de mujeres, sino de acción feminista desde sus haceres diarios.
Caballo de Troya
Por eso, pido a las mujeres que están más cerca de acceder al poder y sobre todo a quienes ya lo están ejerciendo, sea político o económico, para que se formen en teoría y práctica feminista, de manera que puedan abrir a conciencia espacios para las que vienen atrás, para que lideren proyectos destinados a cerrar brechas y para que formulen políticas género sensitivas que ayuden a nivelar la balanza de poder a lo interno de sus organizaciones.
Esa sería una medida estratégica que nos permitiría avanzar más rápido y además evitaría que las “poderosas no empoderadas” dejen de reproducir los mismos mecanismos de dominación masculinos que les dificultaron a ellas llegar y de los cuales no están siempre conscientes. Creo que las transformaciones culturales se pueden gestar desde adentro de las propias estructuras y nosotras podemos hacerlo.