«Mientras las mujeres estén atadas a la pobreza, los derechos humanos no tendrán sentido».
Nelson Mandela
El 18 de julio de cada año la Organización de las Naciones Unidas invita a celebrar el Día Internacional de Nelson Mandela para destacar su labor en favor de toda la humanidad y que lo hiciera merecedor del Premio Nobel de la Paz en 1993. En la resolución 64/13 de la Asamblea General “se reconoce su labor en la solución de conflictos, las relaciones interraciales, la promoción y protección de los derechos humanos, la reconciliación, la igualdad entre los géneros, los derechos de los niños y otros grupos vulnerables, así como la lucha contra la pobreza y la promoción de la justicia social. Se reconoce también su contribución a la lucha por la democracia a nivel internacional y a la promoción de una cultura de paz en todo el mundo”.
Justamente quiero destacar el especial énfasis que Mandela hizo al resaltar la labor que las mujeres realizaron en la construcción de los procesos de paz y reconciliación en Sudáfrica: «… una legión de mujeres valientes y decididas se atrevió a darle batalla a los poderosos del apartheid. Honramos a estas veteranas». Y más adelante declaró: “Las mujeres fueron valientes, persistentes, entusiastas, infatigables y su lucha estableció un estándar para la protesta antigubernamental que nunca fue igualada».
En 1994 decretó que el 9 de agosto sería el Día de la Mujer para destacar a aquellas que lucharon para terminar con el apartheid, porque Mandela, con mucho sentido estratégico, puso el foco en todas las formas de opresión como el racismo, pero también sobre la misoginia, la discriminación hacia las mujeres y la violencia machista, como obstructores de la construcción de una sociedad sana y sostenible.
El Día de Nelson Mandela es una fecha especial para aplicar sus enseñanzas en los procesos de negociación para la paz que, en diversos lugares del mundo, particularmente en Venezuela, se están llevando adelante con la participación decidida de muchas mujeres.
Los conflictos armados y las mujeres
Muchos autores concluyen en que hay evidencia suficiente para asegurar que las mujeres y niñas ante conflictos armados y guerras se encuentran en una posición de extrema vulnerabilidad, ya que a menudo, las mujeres tienen a su disposición menos recursos para protegerse y con frecuencia representan, junto con sus hijas e hijos, la mayor parte de las poblaciones afectadas en medio de las hostilidades.
Está bien documentado el impacto diferenciado que las guerras tienen sobre las mujeres. En un reporte realizado por la Cruz Roja Internacional (2011) se tipifican estas 4 consecuencias que sobre ellas tienen los conflictos armados:
- Desplazamiento: El incremento de la inseguridad y el temor a los ataques son motivos frecuentes para la huida de las mujeres y las personas a su cargo y la mayoría (un 80%) de los desplazados internos y refugiados son, en muchos casos, mujeres y niños.
- Inseguridad: en ausencia de sus compañeros, las mujeres tienen invariablemente que asumir mayores obligaciones con respecto a sus hijos y parientes ancianos y la comunidad en general y aumenta la probabilidad de ser blanco de ataques cuando están solas.
- Violencia sexual: violaciones, prostitución, trata, esclavitud sexual y embarazos forzados son métodos de guerra criminales La violencia sexual contra las mujeres es una forma de tortura para degradar, intimidar y derrotar. Violar a una mujer en el contexto del conflicto armado se considera una acción contra el honor del enemigo, una forma de venganza. Es claramente una violación grave del derecho internacional humanitario. Las mujeres no combatientes – hijas, hermanas, madres, compañeras y esposas de combatientes – son blanco directo o víctimas colaterales de violencia física, psicológica y sexual.
- Acceso a la asistencia médica: Las infraestructuras o servicios médicos locales pueden verse gravemente afectados o resultar parcial o totalmente destruidos. Los servicios de ginecología y obstetricia en tiempo de guerra son de difícil acceso. Además de velar por su propia salud, las mujeres deben también promover y mantener el buen estado de salud de su familia y de su comunidad.
En este mismo informe, la Cruz Roja alerta de que existen disposiciones del derecho internacional humanitario llamadas a atender estos nocivos efectos que deben ser tomadas en cuenta: “Si las mujeres tienen que sufrir las trágicas consecuencias de las hostilidades no es necesariamente por la insuficiencia de normas en que se estipule su protección, sino porque éstas no son respetadas”.
Estebañez (2012) en su libro “La mujer en conflictos armados y guerras” indica que “la mujer, en situaciones de conflicto armado o guerra suma a su situación de desigualdad y discriminación por ser mujer, con todo lo que ello implica (desigualdad en el acceso a los servicios de salud, falta de recursos de salud materno-infantil, violencia de género o menor capacidad de decisión o de acceso a la educación, mayor dificultad para acceder a los recursos económicos, etc.), la discriminación derivada de la situación de refugiada o víctima de la violencia armada, que empeora su situación”.
De aquí que incorporar perspectiva de género en los procesos de deliberación y acuerdos de paz es fundamental para que las soluciones encontradas cuenten con mayores asideros. Soluciones, además, que no solo deben contemplar medidas efectivas de protección para mujeres, adolescentes y niñas, sino también que sean diseñadas con su participación paritaria en las mesas de negociación.
Participación de las mujeres
Pese a que han existido mujeres capaces de liderar movimientos de paz e impulsar la recuperación de las comunidades después de un conflicto, casi nunca están presentes en las reuniones para negociar la paz. Excluirlas de las labores de reconstrucción limita su acceso a las oportunidades de recuperación, de obtener justicia por las violaciones de sus derechos y de participar en las reformas de las leyes y de las instituciones públicas.
Según ONU Mujeres, 2.000 millones de personas viven en países afectados por conflictos en este momento. En esos países, las mujeres están trabajando duramente a fin de consolidar y mantener la paz. Lo hacen incluso en medio de la pandemia de COVID-19, pero siguen estando al margen y con muy escaso reconocimiento.
Cuando las mujeres están en la mesa de negociaciones, hay mayores probabilidades de que los acuerdos de paz duren 15 años o más. Sin embargo, los acuerdos de paz con disposiciones sobre igualdad de género han aumentado del 14 % en 1995 a sólo el 22 % en 2019. En promedio, entre 1992 y 2019, las mujeres sumaban el 13 % del total de negociadores, el 6 % de los mediadores y el 6 % de los signatarios de los principales procesos de paz, según data de Onu Mujeres.
Las mujeres deben actuar con mayor representatividad como dirigentes o líderes comunitarias, o activistas en favor de la reconstrucción, la reconciliación y la paz. La comunidad internacional ha reconocido que la participación de las mujeres es esencial para lograr una paz duradera. Las mujeres deben participar en la planificación, la realización y la evaluación de programas de asistencia que les estén destinados para garantizar que los socorros que reciben cubren sus necesidades y se ajustan a su cultura, y que se benefician realmente de ellos.
Por ello, en el año 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la resolución 1325 sobre las mujeres, la paz y la seguridad, que supuso un hito histórico porque insta a que las mujeres participen en la consolidación de la paz, estén mejor protegidas ante violaciones de los derechos humanos y tengan acceso a la justicia y a los servicios de lucha contra la discriminación.
La resolución 1325 fue la primera en la materia que reconoció las repercusiones desproporcionadas y únicas que sufren las mujeres y niñas a raíz de los conflictos armados, se pusieron de relieve las contribuciones de las mujeres y las niñas con respecto a la prevención de conflictos, el mantenimiento de la paz, la resolución de conflictos y la consolidación de la paz, y se destacó la importancia de su participación plena y en pie de igualdad como agentes activas para la paz y la seguridad.
Desde entonces, se han aprobado ocho resoluciones sobre las mujeres, la paz y la seguridad (1820, 1888, 1889, 1960, 2106, 2122, 2242, 2467), en las que se destaca la importancia del liderazgo y la participación significativa de las mujeres en la prevención y la resolución de conflictos. Sin duda alguna, la resolución 1325 transformó radicalmente la imagen de la mujer en los conflictos y contribuyó a que de víctima pase de víctima a participante activa para el cese de la guerra.
El informe “Prevenir los conflictos, transformar la justicia, garantizar la paz” publicado en octubre de 2015, ratificó la vigencia de los principios y orientaciones de la Resolución 1325, lo que se ha consolidado a través de la Agenda “Mujer, paz y seguridad” de Onu Mujeres. Estos programas se rigen por una serie de compromisos relativos a los derechos de la mujer, con base en lo pautado desde la Plataforma de Acción de Beijing y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) (Recomendación general núm. 30 sobre las mujeres en la prevención de conflictos y en situaciones de conflicto y posteriores a conflictos)
Hoy contamos con mecanismos sólidos y muy bien fundamentados que respaldan la importancia de centrar los esfuerzos en las mujeres dado que su participación activa influye en la prevención y/o consolidación de una paz estable y duradera. Por esto es preciso apoyar el compromiso de las mujeres en la procura por la paz, la seguridad humana y la justicia, de cara a la construcción de sociedades más inclusivas e igualitarias, capaces de terminar con la discriminación de género y resolver los conflictos sin recurrir a la violencia.
Honremos a Nelson Mandela en su día, recordando sus sabias palabras: «Mientras las formas anticuadas de pensamiento eviten que las mujeres hagan una contribución significativa a la sociedad, el progreso será lento». Hagamos en su honor el compromiso de abrir espacios para que más mujeres se incorporen a los procesos de negociación y construcción de la paz donde quiera que ello sea necesario.
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Articulo originalmente publicado en LA EDICIÓN 11 DE LA REVISTA MULTIJURÍDICA AL DÍA