Ahora que nos enfrentamos al COVID 19 sentimos que estamos desprotegidos y todos intentamos hacerle frente con sentido común, resguardarnos en nuestras casas es lo más prudente y así reflexionar sobre nuestras inquietudes.
Sentimos gran preocupación ante esta amenaza. Tenemos referencia de la gripe española, creíamos que eso no sucedería de nuevo y con todos los adelantos de la ciencia nos considerábamos seguros.
Ahora tenemos la ansiedad de no saber nada del virus. La angustia de oír noticias del fallecimiento de amigos y conocidos.
Los países desarrollados se preparan a conciencia y protegen a su población. Aquí estamos expectantes por lo que pueda pasar.
Nos invade la nostalgia ante la debacle que enfrentamos.
Estábamos a punto de ser el primer país de Latinoamérica y nuestro desarrollo se truncó.
Que desencanto pensar que cuarenta años de democracia no sirvieron para nada. Fallamos al no hacer énfasis en la educación.
Con el avance del virus se han encontrado soluciones, eso nos llena de esperanza.
La vacuna se logró en tiempo récord. Los médicos no dudaron en cumplir su rol de salvar vidas exponiendo las suyas.
Los maestros asumieron su labor y a pesar de enfrentarse a un internet tan deficiente y con gran esfuerzo impartieron sus clases a distancias a pesar del poco sueldo que devengan.
Estos son ejemplos que nos llenan de grandes satisfacciones.
Miramos pasar la vida con la incertidumbre de no saber cuándo nos vacunaremos; en muchos países ya van por la tercera dosis, nosotros rogamos por la primera.
Añoramos aquellos tiempos donde nuestro futuro dependía del esfuerzo, el estudio y el ahorro. «Del cerro se baja» era un dicho muy popular.
Confiamos en la misericordia de Dios y saldremos de esta pesadilla. Nos abrazaremos y marcharemos juntos por un camino de Paz.
