
Los 7 de abril se conmemora el Día Internacional de la Salud y aunque la salud es un derecho, para las mujeres sigue siendo poco más que un enunciado. Desde la negación de tratamientos por prejuicios médicos hasta la criminalización del aborto en muchos países, el cuerpo de las mujeres sigue siendo territorio de disputa.
Hablar de salud es hablar de autonomía. No se trata solo de acceso a hospitales o consultas médicas, sino del derecho a decidir sobre nuestros cuerpos sin que el Estado, la religión o la sociedad impongan barreras. ¿Cuántas mujeres han sido ignoradas por sus médicos cuando expresan dolor? ¿Cuántas han tenido que recorrer kilómetros para encontrar un lugar seguro donde interrumpir un embarazo? ¿Cuántas niñas han sido obligadas a parir? ¿Cuántas han visto sus necesidades de salud mental minimizadas porque «las mujeres o somos histéricas o tememos la regla»?
La lucha por la salud va más allá de los hospitales. Salud es también no vivir con miedo, no estar en estado de alerta constante cuando caminas por la calle, no tener que planificar rutas de escape en una cita. Salud es poder denunciar sin miedo a que el sistema te revictimice, sin que la sociedad ponga tu testimonio en duda.
Además, es urgente hablar de la salud mental de las mujeres, especialmente cuando el agotamiento por la doble jornada sigue siendo invisible. Las mujeres cargan con el peso del trabajo remunerado y, al mismo tiempo, con las tareas domésticas y el cuidado de la familia, sin que esto sea reconocido ni redistribuido.
La sobrecarga de responsabilidades aumenta el estrés, la ansiedad y el riesgo de padecer enfermedades como depresión, insomnio y trastornos cardiovasculares. La salud no solo es física, y es hora de reconocer que la salud mental también es un derecho.
Y no olvidemos que el acceso a la salud tampoco es igual para todas. Las mujeres migrantes, racializadas, LBGTIQ+, con discapacidad y en situación de pobreza enfrentan una vulnerabilidad aún mayor. No basta con hablar de acceso si no denunciamos la discriminación en la atención médica, si no exigimos políticas públicas que respondan a las necesidades reales de todas.
Este abril, hablemos de salud sin eufemismos. Hablemos del derecho a ser atendidas como nos merecemos, sin pedir permiso, sin disculpas. Porque una sociedad que no garantiza la salud de sus mujeres no puede considerarse una sociedad civilizada.