Guía coordinada por Liliana Rainero para la Coordinación de Intercambio y Servicios para el Cono Sur CISCSA
Planteamiento central del texto
La violencia de género es una situación compartida en todos los territorios y culturas del planeta y, más allá de ciertas áreas de mejora en los mecanismos de integración y protección, las ciudades pueden y deben mejorar su desempeño para que las mujeres y niñas tengan una vida más segura y contribuir de este modo a mejorar su calidad de vida. Ello implica trabajar en planificación, coordinación, diseño, administración, supervisión y control ciudadano de todos los aspectos de la ciudad (arquitectónicos, regulatorios, de equipamiento, de servicios, respuesta organizada, promoción cultural, entre otros) para que la seguridad -como variable multidimensional- y la sensación de seguridad de mujeres y niñas mejoren y contribuyan al perfil de apropiamiento civilizatorio que se espera del ejercicio ciudadano.
Ideas clave del texto
El concepto de violencia debe ser manejado en sentido amplio para incluir todas las formas de interacción que restringen el derecho de mujeres y niñas a vivir una vida plena y segura. La violencia en el espacio urbano ocupa un lugar preponderante en el análisis porque la mayor parte de la población de América Latina se concentra en ciudades y las relaciones culturales que sustentan la diferenciación de género son, por tanto, propias de una vida urbana, sin dejar de considerar la problemática de género en los espacios rurales. Esta violencia es subestimada e invisibilizada en las políticas públicas y en ocasiones se estigmatiza la problemática e incluso se duplica y reitera el daño desde el mismo espacio que debiera proteger y liberar (las agencias públicas del Estado y el resto de la sociedad). A través de algunos ejemplos latinoamericanos se pueden evidenciar avances en la consideración de género al planificar y desarrollar ciudad para la gente más allá de los esquemas tradicionales (que muchas veces encierran la protección en estereotipos, muchas veces ajenos a la consulta misma a la mujer y la evaluación de las condiciones de su cotidianidad). Las mujeres tienen derecho a vivir sin violencia y muchos documentos, acuerdos y convenciones internacionales han venido reconociendo y resaltando este derecho, considerando especificidades de género en búsqueda de resolver problemas puntuales, como de manera transversal en todos los esfuerzos orientados a destacar derechos en áreas aparentemente no vinculadas de manera estrecha a la problemática de ciudad, seguridad y género.
Algunos de los principales criterios manejados para avanzar en la gestión pública de la ciudad para convertirla en un lugar para que mujeres y niñas disfruten a plenitud de sus derechos ciudadanos guardan relación con integralidad (superar las acciones puntuales para considerar todos los aspectos posibles que se involucran en la problemática y sus mejoras potenciales), acciones afirmativas (actuando decididamente para promover, a través de acciones concretas, la superación de las situaciones, incluyendo promover la discriminación positiva), capacitación (a los agentes que administran las políticas), transversalidad (haciendo que la equidad de género alcance todos los aspectos de la agenda municipal), coordinación (evitando el esfuerzo aislado y asincrónico) e institucionalización (llevando a las leyes todo el conjunto de cambios implementados). Los alcances de estos criterios aplican sobre las dimensiones físicas (la infraestructura y su equipamiento) y sociales (las interacciones de la gente para darle uso al espacio y ejercer las relaciones de su condición ciudadana libre de condicionantes desempoderadores). Algunas recomendaciones a los gestores municipales incluyen promover diagnósticos con mayor participación femenina, que supere estereotipos y considere todas las formas de violencia, construyendo mapas de inseguridad desde la percepción femenina, desarrollando caminatas exploratorias (mujeres que transitan el espacio urbano y registran sus observaciones y sensaciones para mejorarlo) y promoviendo grupos focales y encuestas. Para que la intervención en la ciudad sea efectiva se requiere, como condición incorporar la diversidad de los diferentes grupos sociales que hacen vida en ella (representatividad) y capacitación de funcionarios y de las mujeres en general, como medio para promover la sustentabilidad de las políticas. La experiencia de la ciudad de Montreal aborda las tareas de prevención y de reinvención de la seguridad en la ciudad a partir de la perspectiva femenina con seis principios: la señalización adecuada, la visibilidad, la concurrencia, poder escapar y recibir ayuda efectiva a través de la vigilancia formal, un ambiente limpio y ordenado y, por último, actuar en conjunto a través de maximizar la participación.
Síntesis de los principales aportes recibidos
Tenía una idea vaga del asunto género y ciudad y me siento ahora mucho mejor ilustrada con respecto a aspectos como “perspectiva femenina del diseño urbano”. Hasta hace un par de semanas, especialmente en los ejercicios en los que se nos pide evaluar a nuestra propia ciudad, sufría un poco por no poder observar una infraestructura en términos del beneficio distinguido para mujeres (no sin caer en los mismos estereotipos que se quieren superar, limitando el asunto a maternidad, la menstruación o a la forma de vestir). Con los ejemplos de las ciudades latinoamericanas y, sobre todo, con el ejemplo de Montreal, me parece que es mucho lo que se puede hacer en términos de rediseño urbano y ahora me siento mucho más clara para hacer aportes (al menos como una ciudadana más) hacia la evaluación y mejora. Pienso incorporarlo a mis interacciones políticas.
Tampoco confiaba mucho en mí misma con respecto a los temas de consulta y participación. Mi pesimismo deriva, en parte, del hecho mismo del patriarcado y el machismo como formas culturales que no se superarían simplemente por escuchar a las mujeres, porque somos agentes educadas y reproductoras de esos comportamientos y caeríamos en los lugares comunes sobre la protección y la prevención (aquello de no andar solas, no provocar al varón, etc.) Pero prácticas como las caminatas de evaluación y el concepto mismo de consulta participativa mezclada con capacitación, me parece que puede ser una vía liberadora y profundamente democrática para darle su lugar a la reflexión de la mujer y, aún en los casos en los que se concluya con lugares comunes de acción, creo que puede inducir a muchas a considerar gradualmente la discriminación y abrir mecanismos de criticidad y solidaridad con sus propias situaciones y con las de otras mujeres. Además, una ventaja que no leí en el texto (quizá por tratarse de una presentación resumida) creo que puede dar pie a cambiar las formas de representación política y facilitar el acceso de más mujeres y más experiencias de dirección política femenina a los espacios de poder.
Dudas o cuestiones no resueltas
No siempre se deja clara la perspectiva femenina en algunas de las evaluaciones y recomendaciones. Cuando se evalúan formas de intervención en la ciudad que la hagan más segura para mujeres y niñas, la mayoría de las sugerencias me parecen similares a las que se harían para proteger a cualquier ciudadano. De cualquier modo, no me lleva a cuestionar el planteamiento, porque aun teniendo este poder de generalización (quizá como externalidad, aunque lo veo más como un asunto de integralidad en la política de seguridad) lo cierto es que me parece obvio que el varón se siente más seguro que la mujer (como afirman las encuestas que muestra el texto) aún en las áreas inseguras. En un momento dado, se hizo muy evidente esta inquietud, porque las autoras incluyen una reflexión sobre la violencia y hacen expreso que puede afectar también a varones ¿cómo podría no hacerlo? El texto corresponde a la página 12 y dice “…Esto se contrasta con las situaciones cotidianas donde las mujeres de todas las edades, ancianas, niñas (y también los niños) están expuestas a este tipo de violencia”.
Evaluación crítica personal
En general me gustó. Sigo pensando que el tema de seguridad en las ciudades de nuestros países es un asunto integral, no desde la perspectiva de género, que lo comprendo, desde la perspectiva general de ciudadanía (creo que resulta especialmente dramático en Venezuela; en mi edificio hay 32 apartamentos y no hay nadie que no haya sido atracado al menos una vez; yo misma he sido atracada con pistola dos o tres veces y mi marido cinco o seis más, dejándonos sin automóvil en cuatro ocasiones). Igual disfruté coincidir con las posibilidades enormes que abre considerar a la mujer para planificar y evaluar las políticas públicas locales y creo que los beneficios y ejemplos planteados se quedan cortos con respecto a su potencial.
Yo trabajo promoviendo el crecimiento de las mujeres en el espacio corporativo y, en este sentido, tengo mi propia batalla contra el estándar de mujer que debe abrir un espacio distinguido en su vida para parir y criar hijos (a mí misma me tocó hacerlo sin ayuda del padre de mis hijos y no dudé en buscar ayuda en otras mujeres para no limitar los alcances de mi carrera, convencida siempre que el tiempo de calidad era un buen sustituto de la total dedicación y que mis hijos se criarían emocionalmente más sanos viendo a su madre realizarse en múltiples formas). Sin embargo, sé que para muchas es muy duro hacer compatibles estos retos y me parece ahora que, desde las políticas de organización local, mucho se puede hacer para que las mujeres reinterpreten sus propias posibilidades de libre expansión en la medida que la ciudad es más amable con su cotidianidad.
Ficha de lectura elaborada para la Especialización de Políticas Públicas con enfoque de género de la Unión Iberoamericana de Municipalistas y ONU Mujeres. 2017