Diagonal a mi casa abrieron una especie de centro religioso (ni idea de que religión es) y todos los domingos de cuarentena flexible, me despiertan con su música y sus discursos a todo volumen. Aunque no es algo que me encante, me disgustan mucho menos que mis otros vecinos, quienes de vez en cuando me martirizan con un viernes de reggaetón.
El domingo pasado, mientras me tomaba el respectivo café de las mañanas sentada en el balcón de mi casa, llamó mi atención que esta vez el discurso venía con la voz de una mujer, así que comencé a escuchar lo que decía.
Hablaba de la importancia del respeto dentro de la familia, el respetar los espacios de cada quien, sus personalidades y sus gustos, de no imponer las cosas sino conversarlas y de normas esenciales para la convivencia que todas las personas deberíamos aplicar. Todo iba bien, hasta que sutilmente el discurso original fue convirtiéndose en otro tipo de discurso.
La voz, comenzó a hablar del auto respeto y dentro de este concepto repetía constantemente, que para auto respetarnos debíamos entender y asumir el rol que a cada quién le correspondía en la sociedad, porque “una mujer no puede ser un hombre o querer asumir las posiciones de un hombre o viceversa. Pretender serlo, es irrespetar nuestra naturaleza e irrespetar a dios, si dios nos hubiese querido a todos iguales entonces no nos habría hecho hombre y mujer.”
Aunque estoy casi segura de que mis oídos comenzaron a sangrar internamente como consecuencia de esas afirmaciones, no podía dejar de escuchar estupefacta, la capacidad de la oradora en cuestión, para lograr hilar un discurso tan machista y violento, con tanta dulzura y con lo que no se si llamar “lógica” al mismo tiempo.
Pasé el resto de la mañana reflexionando y recordando algunas de las conversaciones donde me han dicho que el principal problema de las feministas es que no sabemos hacer llegar nuestro discurso, que somos muy duras y que a veces sonamos muy violentas.
¿Cómo cambiar nuestro discurso para que encaje con aquello que las personas quieren escuchar? si el feminismo es precisamente denunciar la desigualdad y mostrar la inconformidad que sentimos las mujeres con un sistema que nos oprime.
Es verdad, el discurso feminista a veces es muy fuerte, porque sacude la superficie mientras intenta derrumbar estructuras y porque no hay una forma bonita de decir que todo el sistema sobre el que está constituida nuestra sociedad es machista. Aun así, nunca va a ser más violento que aquel discurso que te obliga a permanecer en el rol que se te asignó arbitrariamente de acuerdo con el sexo con el que naciste por el resto de tu vida, sin importar cuáles sean tus verdaderos gustos, preferencias e intereses.