El costo del silencio

El costo del silencio
junio 11, 2021 Daniela Oropeza
feminismo

                                                                       “Una mujer sola tiene poder; colectivamente tenemos impacto”. Shelley Zalis                                                                                     (Fundadora y directora ejecutiva de The Female Quotient)

 

De manera popular se dice que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de lo que callamos, y aunque es una frase con bastante sentido, quizás no notamos que ese silencio del que somos dueños tiene un costo.

Básicamente, el silencio es la ausencia total de ruido, lo que implica que toda voz es omitida; y aun cuando el silencio puede ser interpretado como desinterés, para el escritor Clint Smith, este es el resultado del miedo, llegando la proporción de su impacto a ser el causante de problemas sociales graves, discriminación, episodios de violencia, conflictos sociales e incluso el no reconocimiento de libertades básicas en una sociedad.

Si bien permanecer en silencio es una opción completamente válida y respetable, no siempre pensamos en el costo que acarrea el quedar silentes en un momento particular. Todos los seres humanos hemos guardado silencio en algún punto de nuestras vidas, y por lo general, eso ocurre justamente por miedo a la repercusión que tendría el simple hecho de alzar nuestra voz y decir aquello que sentimos y pensamos, estando convencidos de que las consecuencias serían mucho menores si quedásemos mutis.

A lo largo de la historia, como mujeres hemos recorrido un largo camino en la lucha por la equidad de género, el desmontaje de patrones que perpetúan estereotipos dañinos para la sociedad y la eliminación de barreras y obstáculos que impiden el desarrollo integral de las mujeres en diferentes ámbitos.

Si algo hemos aprendido, es el valor de la sororidad y lo caro que en muchas ocasiones significa quedarse callada, y aunque el costo más obvio es el permanecer invisible ante la opción de hacer valer nuestros derechos, hemos aprendido también, que nuestro silencio puede salir extremadamente caro para otra mujer. No en vano el movimiento #MeToo resultó una plataforma para denunciar abusos y, además, derivó en una forma para prevenir que otras mujeres resultasen vulneradas, poniendo sobre el tapete un tema extremadamente grave.

Al ser conscientes de nuestros comportamientos y de los ámbitos que ocupamos, nos damos cuenta de que al alzar nuestras voces, no solo formamos parte de la conversación, sino que además podemos marcar la pauta y abrir camino a muchas otras mujeres para que desarrollen al máximo su potencial y logremos sociedades más respetuosas y equitativas.

De cierta forma, el silencio causa opresión al impedir que se gesten cambios y se logre impacto en un área; desde el trato igualitario y remuneración equitativa, pasando por la participación de la mujer en las carreras STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), derechos reproductivos y la violencia de género, notamos que desde el ámbito educativo y laboral, hasta lo familiar y personal, son muchos los elementos sobre los que debatir y donde nuestro rol como mujeres es ser partícipe de la conversación, y si la conversación no existe, hay que crear el espacio para que esta se dé.

Calladitas no nos vemos más bonitas, y en muchísimos casos, el silencio no es una opción si se quiere crear un impacto positivo que rete lo establecido y pueda efectivamente cambiar a nuestras sociedades en el largo plazo. Es tarea de todas el encontrar nuestra voz y especialmente, usarla en nuestros círculos de influencia para lograr el cambio que deseamos.

El uso de la palabra tiene un peso enorme e incluso puede llegar a incomodar, pero muchas veces, el guardar silencio ante situaciones y realidades que deben cambiar, puede tener un costo muy alto.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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