La intensidad como bandera: las mujeres y el poder de las emociones.

La intensidad como bandera: las mujeres y el poder de las emociones.
junio 13, 2021 Aglaia Berlutti
feminismo

Soy “intensa”. Y me lo dicen con frecuencia. Todavía no sé qué significa bien el término, pero al parecer tiene una relación directa con mi capacidad para obsesionarme con algunos temas. Eso me lo aclaró un amigo hace pocos días. Conversábamos sobre un libro que a ambos nos había agradado mucho y de pronto, yo no dejaba de insistir en mi punto de vista. Equivocada o no, tenía la necesidad de debatir mi perspectiva, de encontrar un sentido a lo que intentaba plantearle. Unos minutos después, levantó las manos y se echó a reír. Su imagen en la pequeña pantalla de Zoom se quedó paralizada por un momento y el efecto fue casi hilarante. Su rostro con los ojos muy abiertos, su sonrisa un poco tensa.

-Sin intensidades.
-¿Qué intensidad?
-No hace falta te obsesiones por una nimiedad.
-¿A qué llamas “obsesionarse”?
-Te pasa como a todas las mujeres: no puedes dejar de ser intensa.

Conozco a mi amigo desde hace más de quince años. Hemos sido amigos desde que ambos nos encontrábamos en la universidad. Le conozco. Es un buen hombre. Uno gentil y, sobre todo, sensible. Pero también, como tantos otros, está convencido de ciertos estereotipos de la mujer que deja caer en los momentos más imprevisibles, los más incómodos. Como ahora, pienso, mientras intento no enfurecerme. Mientras hago el considerable esfuerzo de no estallar. Pero… ¿por qué no debería hacerlo?

-“Todas las mujeres”, una bonita generalización – le respondo.
-Ya sabes lo que quiero decir.
– La verdad, ¿no?

Estoy realmente disgustada y me acabo de preguntar por qué intenté contenerlo, disimularlo, parecer calmada.  ¿Por qué no solo disgustarme, dejar salir el vapor, resolver la disparidad de opinión, seguir? ¿por qué me lleva tanto esfuerzo, uno tan elaborado y consciente, fingir que no me molestó lo que mi amigo dijo?

Me lo pregunto con seriedad, mientras la conversación pasa a otra cosa, mientras, de hecho, toda lo que acaba de ocurrir, se pierde en una especie de fluir de ideas más o menos importantes. Pero eso es importante, me digo de pronto. ¿Por qué una mujer es “intensa” cuando defiende su punto de vista? ¿por qué una mujer es “histérica” cuando expresa sus opiniones de la manera en que mejor prefiera? Mucho más complicado aún: ¿Por qué es tan importante en realidad esa necesidad de aplacar a la mujer? ¿disminuir su manera de expresarse? ¿su capacidad para las emociones?

Por supuesto, no es la primera vez que pienso algo semejante.  Lo he pensado buena parte de mi vida, mientras me han llamado “histérica”, “loca”, me tratan con condescendencia.

Hombres que intentan explicar con cuidado banalidades con aire superior.

Hombres que están convencidos que las emociones y la inteligencia femenina pertenecen a un espectro por completo nuevo, desconocido y doloroso.

Hombres que sostienen la concepción sobre la mujer ideal, la que puede culpársele por todo, la que se señala por su conducta. La mujer accesorio.

Es un pensamiento duro cuando lo tienes, cuando te agobia, cuando te golpea. Porque ocurre a diario, lo sobrellevas en cada situación de tu vida. ¿Qué ocurre en una cultura donde la mujer debe ocultar, minimizar y disimular sus emociones?

 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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