Lirios rojos

Lirios rojos
agosto 15, 2020 Irene Lopez Lugo
cuento cementerio

Mi hijo me mandó una foto de unos lirios rojos.

Eso despertó en mí, recuerdos de mi infancia que quiero compartir con ustedes.

Cuando murió mamá, los domingos íbamos a visitar su tumba en el Cementerio General del Sur en Caracas construido en los terrenos de la hacienda Tierra de jugo .

Fue hecho con esmero. El portón de la entrada estaba adornado con escudos de bronce y dos figuras votivas hechas por Giulio Roversi.

La avenida principal era amplia y en el borde había árboles cipreses que inundaban el ambiente con un agradable aroma a pino.

El silencio reinante era interrumpido por el trinar de las aves.

Existen grandes esculturas de mármol de Carrara, panteones y mausoleos que lo convierten en un museo escultórico.

En las calles adyacentes se establecieron comercios de marmolerías y floristerías.

Era un esplendor sentir el perfume de las flores, y alegraban la vista la gran variedad de ellas.

Papá tenía su marchante y siempre le compraba dos docenas de gladiolas rojo oscuro. Depositábamos las flores en la tumba, papá limpiaba un poco mientras esperaba que llegaran unos amigos que también tenían parientes enterrados cerca, conversaban protegidos del sol debajo de un árbol que sembró papá.

Mientras, mi hermano de 8 años y yo de 10 corríamos entre las tumbas.

Nos gustaba explorar.

Así vimos la tumba del jugador de beisbol José Pérez Colmenares quien murió en los años 40 en un accidente de aviación y en su tumba erigieron su estatua vestido con el uniforme de su equipo.

Hoy se le honra poniendo su nombre al estadio de beisbol de Maracay en el Estado Aragua.

Mas allá estaba la tumba de un señor que murió atacado por un perro y la estatua tiene su figura y el perro en el momento que se abalanza sobre él.

De todas las tumbas las que más nos llamaba la atención era la de Maria Francia, ella era una adolescente que cuando murió, sus padres trajeron de Francia un monumento que representaba a una mujer y a sus pies una serpiente.

Eso dio origen a un mito, se regó la voz que era una colegiala que murió al ser picada por una serpiente cuando estaba en el jardín de su casa y que era milagrosa, entonces los estudiantes la veneraron y le pedían que los ayudara en los exámenes y cuando se graduaban le depositaban en la tumba los cuadernos como ofrenda.

También están los restos de grandes personajes como Joaquín Crespo, Isaías Medina Angarita, el poeta Aquiles Nazoa, Armando Reverón y muchos más.

Nuestras visitas al cementerio, que para nosotros era como ir a un parque de diversiones, empezaron a escasear porque papá enfermó de la vista y solo íbamos para el aniversario de muerte de mamá o cuando florecía un lirio que ella había sembrado y nunca vio una sola flor. Siempre la oíamos regañar a la mata, pero después que mama murió empezó a llenarse de flores una vez al año.

Entonces se la llevábamos para adornar su tumba.

Hoy en día no se puede ir de visita al cementerio pues campea la delincuencia, los indigentes lo han invadido, profanan tumbas para hacer rituales.

Es una pena que no se respete el derecho a descansar en paz.

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Foto @omarcero

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