Beltrana y los loros

Beltrana y los loros
abril 11, 2022 Omar Salazar

La inmensidad de aquella casa con sus grandes espacios desocupados, donde el eco y los ruidos hacía de las suyas, componía el espacio donde Beltrana pasaba la mayor parte del tiempo de su aburrida vida.

Viuda de Carlos María, se refugió en cuidar amorosamente cuatro loros parlanchines (Raíz, Tronco, Terrón y Frutal) cuya propietaria era Carmen Goncalves. Bien temprano, todas las mañanas en coro los loros   llamaban a Beltrana con frenético cantar: te queremos trana, eres nuestra nana.

La casa   de dos plantas constituía un enorme laberinto para una señora con setenta y ocho años a cuesta. Se desplazaba con el peso del desamor por la vida y la amargura de una persona que convivió cerca de 40 años con un hombre desatento y muy lejano de ella, el cual ya se había despedido de este mundo, en gran parte afectado por una cirrosis que le carcomía las entrañas.

En sus años mozos, Carlos María se desempeñó como agente liquidador de aduanas de una oficina de importación ubicada en la zona portuaria de Puerto Cabello. Trabajaba 9 horas diarias y luego se iba a libar licor con los compañeros de trabajo, donde además mezclaba el juego de azar y la prostitución. Para justificar su conducta   decía a sus compañeros: “en este pueblo desgraciado no hay otra cosa que hacer”. Regresaba cada sábado a la casa todavía con el malestar de una resaca constante, la cual fue minando su salud poco a poco.

Beltrana, de carácter apresto a reclamar las constantes borracheras de su compañero, fue cediendo ante la certeza de no poder vencer el pernicioso vicio de su esposo.

Un buen día decidió que lo más razonable era alquilar la planta de abajo de la casa, y de este modo se sentiría acompañada, además de percibir una entrada monetaria adicional, la cual supliría la estrechez económica que se sentía en el hogar, producto del comportamiento de Carlos María quien se gastaba gran parte del salario en su vida desajustada.

Fue de esta manera como llegó a los predios de la casa Carmen Goncalves acompañada de los 4 loros parlanchines. Desde el primer momento estos emplumados ejemplares mostraron un cercano afecto hacia Beltrana, quien les seguía el juego alimentándolos con pan y leche todas las mañanas.

Para el día que Carlos María paso a mejor vida, los loros cantaron al fin, al fin, al fin se fue el borrachín….

Transcurridos tres años de la muerte de Carlos María, en uno de esos días de intenso calor, de repente llamaron a la puerta de casa. Un señor elegantemente trajeado acompañado por dos hombres jóvenes cuya edad promedio estaría entre los 23 y 25 años respectivamente, solicitó la presencia de Beltrana. Luego de los saludos formales, pasaron a la sala de la casa donde mostraron una partida de nacimiento, la cual dejaba constar que Carlos María Rauseo era el padre legítimo de aquellos jóvenes, y por esa razón ellos ahora reclamaban su herencia.

Raíz, gritó desde su jaula, “te quieren dejar en la calle, seguro son intrigas de Carmen Goncalves”.

Tronco, por su parte dijo en voz baja, lo mejor será contratar un abogado y conseguir una salida legal…

Frutal, no opinaba y solo se decía a sí mismo qué sería de Beltrana si esta maniobra se concretaba. Fue tanto su impresión que se infartó, quedando semi tieso boca arriba en su jaula color azul cielo.

Terrón gritó desesperado ¡llamen a los médicos! y a la vez con autoridad dijo al abogado “Beltrana no saldrá de aquí bajo ningún concepto”, y le exigió la salida inmediata de la casa, lo cual fue desautorizado por Carmen Goncalves, quien salió de un rincón desde donde observaba y escuchaba todo.

Tronco el más callado de todos, pensó que la actitud mostrada por Carmen Goncalves la hacía sospechosa de estar detrás de la artimaña que se estaba montando, buscando que Beltrana perdiera parte de la casa.

Para cuando llegaron los primeros auxilios, Frutal estaba tan frío como un cubo de hielo. Entre sollozos de Beltrana, los paramédicos levantaron el cadáver y se marcharon del lugar. Seguidamente el abogado y los muchachos se retiraron con un acuerdo verbal, donde se establecía una próxima reunión para tratar de llegar a un acuerdo.

Por su parte, los loros atentos a los desarrollos acordaron que durante esa noche debían armar un plan para evitar se consolidaran las intenciones malsanas de aquel grupo.

Tronco propuso ir a la policía, a lo cual Raíz se preguntó “¿Quién en su sano juicio dará crédito a la declaración de un loro?” Entonces Terrón intervino aclarando, no es un loro, somos tres y además sabemos que Carmen está detrás de esta acción, de tal manera que debemos contar a Beltrana y hacerle ver que la mejor salida es una escritura de la casa a favor de nosotros.

Raíz, con su consabida parsimonia propuso: lo mejor es despertar el fantasma de Carlos María y que le dé un buen susto a Carmen. Nosotros haremos el papel principal en la aparición fantasmal.

Así estuvieron discutiendo ideas a lo largo del día, hasta concluir el plan que esa misma noche pondrían en práctica. Iniciarían una hora después de que Carmen se fueran a dormir.

El reloj marcaba 11:43 de la noche y que gran sorpresa se llevaron  los emplumados, al encontrarse frente a frente con la figura de Carmen, en el corredor que conducía a su habitación. De manera muy firme les dijo, “así se comportan conmigo luego de haberme sacrificado como una madre para ustedes ¡pajarracos mal agradecidos!

Esta historia continuara en una próxima entrega.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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