Beltrana y los loros. Parte II.

Beltrana y los loros. Parte II.
abril 25, 2022 Omar Salazar

En el camino de regreso a sus aposentos y después de una larga conversación con Carmen Goncalves, los loros marcaban un paso que dejaba notar el abatimiento que les produjo la tan extendida platica. Sentían cómo las plumas de sus coloridos cuerpos iban dejando una estela en el camino, producto de la paliza verbal que recién habían recibido.

Carmen les hizo el amplio relato de una historia que conocía desde hacía mucho tiempo sobre la vida de dificultades que los hijos de Carlos María tuvieron que sortear durante su niñez y adolescencia. Ella se había enterado a través de una carta que la difunta madre de los jóvenes envió a Beltrana que, por azar del destino, vino a parar a las manos de Carmen Goncalves.

Carmen sentía como propio el sufrimiento que vivieron estos muchachos, ya que ella era huérfana de padres, criada por una tía que la trataba más como mujer al servicio de sus caprichos, que como miembro de la familia. Tuvo una vida de absoluta ausencia de calor familiar, aunado a privaciones de todo tipo. Sin embargo, con mucho empeño logró sacar sus estudios de secundaria y posteriormente se formó como auxiliar de farmacia, lo cual le permitía en esta etapa de su vida cuando ya contaba con 36 años cumplidos tener cierta independencia.

Una vez los loros se encontraban en sus respectivas jaulas, Terrón comentó: “Hemos juzgado mal a Carmen sin contar con una sola prueba. Nos dejamos llevar por las apariencias, actuando en consecuencia, es decir nos comportamos de la misma manera que lo hacen los humanos. Por otro lado, a estas alturas no hemos propuesto una solución certera, de tal manera que mañana debemos comunicar   a Beltrana que use nuestro espacio en la casa para que los muchachos tengan dónde vivir y nosotros nos vamos a la montaña a la vida silvestre”. Raíz y Tronco miraban de reojo a su hermano, sin estar del todo convencidos de su proposición, más sin embargo coincidían en el hecho de que fueron apresurados en calificar a Carmen como parte de una maniobra malsana en contra de Beltrana.

Como todos los días desde que llegaron a la casa, Beltrana se disponía a dar el desayuno a los loros como lo imponía la rutina amorosa que ella disponía hacia sus consentidos cotorros.

   Beltrana, Beltrana eres nuestra nana.

Terminado el acto cariñoso hacia sus mimados emplumados, Terrón se dirigió a Beltrana para decirle que tenían una propuesta que plantearle. Ella con la amabilidad, ternura y sabiduría de una madre amorosa dijo en voz clara y alto tono: “De esta casa no se marcha nadie. Mi decisión es darles amparo a los hijos de Carlos Maria. Ellos no tienen la culpa de los desafueros de ese irresponsable”.

…”Enrealidad, he sido una mujer infeliz durante los años que he habitado este lugar, lleno de recuerdos que han apagado mi espíritu. Este laberinto me ha ahogado por mucho tiempo, sin embargo, reconozco que los momentos de felicidad que ahora disfruto son gracias a la compañía de ustedes. Bailar el vals de Azucena Blanca bajo el plenilunio, entonar las canciones de Roberto López el cantor del amor, relatar las historias de nuestros antepasados en las tertulias de final de cada mes, incluyendo nuestro amado frutal, hacen ahora de mi existencia una mujer feliz”. 

Previa autorización de Beltrana, los hijos de Carlos María fueron citados por Carmen Goncalves para dejarles conocer, que no solo ellos fueron víctimas de la irresponsabilidad de Carlos María, sino también, lo desdichada que había sido Beltrana a su lado, soportando abusos y excesos verbales.

Samuel Francisco, el mayor de los hermanos, escuchaba atentamente el relato formulando unas preguntas que le permitieran confirmar lo que ya sospechaba de su padre. Por su parte, Juan Vicente estaba maravillado del magistral relato que hacía aquella mujer de voz candorosa, con una mirada que reflejaba tal belleza interior, que le parecía que un ángel les estaba hablando.

A las pocas semanas, Juan Vicente se presentó en la casa para entregar un comunicado firmado por ambos hermanos, donde desistían de una acción en contra de Beltrana en pro de conseguir una parte de la casa.

Samuel Francisco había decidido marcharse a formar parte de la guerrilla que en ese momento azotaba la parte oriental del país y que aun sin constituir una amenaza a la democracia, representaba una pérdida absurda de vidas en una nación que necesitaba y clamaba entrar en el desarrollo. De Samuel, al igual que muchos jóvenes de su generación que tomaron esa absurda decisión, solo quedó el recuerdo.

Por su parte Juan Vicente se dispuso a conquistar a Carmen Goncalves, quien se le hacía esquiva con argumentos como su edad o su devoción por el trabajo, lo cual lejos de amilanar al joven, lo impulsaba a conquistar el amor de aquella mujer que se había metido en su corazón.

Para el cumpleaños número 82 de Beltrana, solo Terrón quedaba en la casa. Raíz se había ido a formar familia a la montaña, mientras Tronco mandaba cartas desde del exterior adonde se marchó buscando encontrarse consigo mismo.

Sentada en una mecedora donde pasaba las tardes después de atender los oficios de casa, Beltrana sostenía en su regazo a una preciosa niña nacida del amor de Carmen Goncalves y Juan Vicente. La hermosa bebita llamada Ana Teresa con su dulce mirada fija en la cara de Beltrana, hacía de la anciana, la mujer más feliz del universo.

 

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