Feministas de la igualdad, “generistas queer” e “ideología de género”

Feministas de la igualdad, “generistas queer” e “ideología de género”
julio 7, 2020 Gioconda Espina
feminismo

Hace días Susana Reina, de Feminismo Inc, consultó mi opinión sobre la diatriba actual, al menos en España y algunos países de América Latina, de las feministas de la igualdad con las que éstas llaman falsas feministas, las del llamado “generismo queer” por Alicia Miyares, quien se ha formado con Amelia Valcárcel y Celia Amorós desde que era muy joven. Le dije a Susana cuál era mi posición desde hace años, cuando el tema de los feminismos de la igualdad y la diferencia eran materia de Teoría Feminista 2, asignatura obligatoria que hoy ha pasado a ser electiva en la Maestría en Estudios de la Mujer de la UCV, que dirigí de 2002 a 2008.

Mi posición se puede resumir así: los derechos de la población lgtibq (la q es de queer) o sexodiversa, que es como Tamara Adrián (primera diputada trans de la actual Asamblea Nacional de Venezuela) prefiere que se le llame, interesan a muchas feministas de la igualdad, en su mayoría heterosexuales (aunque también hay homosexuales) en la medida en que las lesbianas, las travestis y las transexuales nacidas varones y las intersexuales también son mujeres. Tienen pues, derechos como mujeres al libre ejercicio de su sexualidad y a los derechos individuales y sociales consagrados en nuestras leyes a las mujeres y hombres heterosexuales. Fue sobre este supuesto que logramos en 2006 escribir juntas un pliego de peticiones para la reforma de la Constitución de 1999 planteada entonces por Hugo Chávez.

Las feministas heterosexuales no nos sentimos ni invadidas ni usadas por los y las sexodiversas en el que llamamos «Grupo ese», más bien compartimos con ellos y ellas la distancia que guardaban con ellas y ellos (también había gays en el grupo de la reforma), las feministas de la igualdad con las que habíamos militado toda la vida. La sospecha era previa y mutua, todo hay que decirlo.

Después Feminismo Inc envió por todas sus redes las sesiones del encuentro de teoría feminista organizado por la escuela que dirige Amelia Valcárcel (Cfr. Youtube: XVII Escuela Feminista “Rosario Acuña”). Así que ahora sé exactamente de qué se trata.

En la clase inaugural del 1 de julio de 2020, en la Alcaldía de Gijón, con un público con mascarillas y más de un metro de distancia entre una asistente y otra, pero con casi 800 personas conectadas on line, Amelia hizo un recorrido –como siempre brillante y lleno de gracia– por los filósofos de los que fueron surgiendo las nociones que le interesaba destacar: democracia, ética y feminismo. Dice que la única manera de que en este momento el feminismo político se mantenga vivo es la manera de siempre: recordando constantemente los preceptos éticos frente a los enemigos de la igualdad de los sexos. Insistir como se viene haciendo desde la Revolución Francesa pero con mayor fuerza en los siglos XIX y XX en que está mal que las mujeres de cualquier lugar no gocen de los mismos derechos consagrados a los hombres en las leyes. Y, muy importante (esto se lo he oído decir y se lo he leído hace décadas), mantener una agenda política común, una propuesta que también me han oído y leído repetir las feministas más jóvenes en estas mismas décadas.

Entonces Valcarcel habló del Caballo de Troya que grupos queer han metido al patio del feminismo diciendo que también son feministas, aunque no comparten agenda con los grupos feministas y, más bien, tratan de que las feministas asuman y lleven adelante su lucha. Como el grupo ese apenas duró 6 meses de 2006 no puedo afirmar qué hubiera pasado si hubiéramos mantenido el grupo después de que la reforma fue derrotada en referéndum, pero repito: en esos meses esa no fue la experiencia en Caracas y otra experiencia similar no se ha intentado en Venezuela después de 2006. La sexodiversidad en el grupo ese no planteó que las feministas asumiéramos su lucha sino que ampliáramos la agenda política a las mujeres y hombres con otra orientación sexual distinta a la heterosexual.  Paralelamente, asumieron la agenda que las feministas de la igualdad seguimos teniendo pendiente desde 1999.
En la sesión del 3 de julio de 2020, Alicia Miyares fue más explícita en relación del deseo confusionista de los “generistas queer”, a quienes acusa de servir al neoliberalismo, pues al “defender” la pornografía, la prostitución (al que llaman “trabajo sexual”) y el alquiler de vientres, favorecen explícitamente a tres negocios con un mercado que se sabe seguro. Lo que el “generismo queer” propone es una prevalencia de lo que llaman “libertad de elección individual” sobre la agenda política y social colectiva, esto es, que el deseo prevalezca sobre los derechos. Defienden el alquiler de vientres como una forma de ejercer la maternidad y la paternidad de aquellos que no pueden buscarla de la manera heterosexual pero, dice Miyares, no le dedican una línea a defender la maternidad con seguridades sociales de las mujeres más pobres. Me llama la atención que no incluyera aquí otro negocio del campo de la medicina el farmacológico y de las cirugías en el cambio de sexo en los y las trans, un asunto sobre el que ha escrito M. Tovar (Cfr. www.saber.ucv.com/revistas Revista Venezolana de Estudios de la mujer de la UCV # 53-54, diciembre 2019)

Quiero precisar mi posición sobre el contenido de este debate que ya tuvo lugar a fines de los 80 y comienzos de los 90 entre Catherine MacKinon (1989/1995, Hacia una teoría feminista del Estado), Andrea Dworkin y otras (que responsabilizan a la pornografía y la prostitución de todas las violencias contra las mujeres) versus Judith Butler, Beatriz Preciado y otras (que plantean que, como la historia ha demostrado, los tribunales en manos de los hombres comenzarían a cortar cabezas de las y los denunciados, con el argumento de que tal o cual obra es pornográfica y exalta prostitución). En esta diatriba yo estuve de acuerdo con la posición de Butler y Preciado. Y sigo estándolo (Cfr. GE, 2011, Ahora es que falta, CEM UCV).

Miyares encuentra una primera referencia teórica del “generismo queer”, en el ensayo Reflexionando sobre el sexo (1984) de Gayle Rubin, un texto del que tanto en aula como en el auditorio de Humanidades, cuando fui invitada a dar la clase inaugural (“Gayle Rubin, la más buscada” se tituló la ponencia) en la IV Jornada Universitaria de la Diversidad Sexual (Tod@s somos anormales) en la UCV, objeté que se incluyera entre las sexualidades que deberían despenalizarse la que llama “amor intergeneracional”, que no es más que una aceptación de que menores de edad pueden relacionarse sexualmente con adultos, el sueño de los pedófilos. Como siempre hemos tenido estudiantes abogadas, fiscalas y juezas de menores en la Maestría la pregunta no se hacía esperar y tampoco mi respuesta: el deseo no puede prevalecer sobre el derecho a elegir y una o un niño al que se le haya festejado con regalos o palabras no puede distinguir ese festejo con el deseo sexual del adulto que lo festeja. Ese niño crecerá y entonces elegirá, mientras tanto deben prevalecer sus derechos de niños o niñas. Es un punto en el que coincido con Miyares.

Lo trágico de este debate que se replantea, pues como he dicho se produjo entre fines de los 80 y comienzos de los 90 del siglo XX, es que la alianza de las iglesias que en L.A. han tomado tanto terreno que han logrado a llevar a la Presidencia a un hombre como Jair Bolsonaro y a tener un porcentaje altísimo de parlamentarios en varios países, usan muchos de estos argumentos para atacar lo que llaman “ideología de género”, esa alianza en la que destacan los evangélicos pero que comparten los católicos, ataca tanto a las reivindicaciones queer como a las previstas en la agenda de las feministas de la igualdad. Sus ataques privilegiados se refieren a la sexualidad, la procreación, el matrimonio, la familia y la educación de los hijos (“Con mis hijos no te metas” es su consigna más conocida en L.A.).

En el mes del orgullo lgtbitq (Junio 2020) circularon por las redes dos flyers de Pro Vida por Venezuela contra la “ideología de género” (#VzlaDiceNoIdeologiaDeGenero), que plantearía: 1. No se nace hombre o mujer, son construcciones culturales que se aprenden; 2. La sexualidad tiene muchas formas, incluída la “transespecie”(personas y animales) y la “transgeneracional” (personas de distintas edades); 3. La familia es un invento que debe ser reformulado, así como los valores que la sustentan; 4. El machismo es el génesis del mal de la humanidad; 5. La violencia es unidireccional, sólo del hombre a la mujer; 6. El matrimonio es opresivo para las mujeres. En otro flyer explican que 1, 2 y 3 conforman el “homosexualismo cultural” y 4, 5 y 6 el “hembrismo cultural”. Como puede verse, hacen de propuestas nuestras, eslóganes fuera del contexto en que se han hecho, a sabiendas de que como demostró tuiter, lo que se dice en 280 caracteres tiene más probabilidades de leerse e incidir en la acción que un texto argumentado, escrito o dicho.

De ahí no han pasado los legionarios contra la “ideología de género” pero su proyecto de llegar al poder político avanza: Bertucci y los acuerdos en plaza pública del presidente Maduro con una de las iglesias evangélicas, la de Duran y Bertucci precisamente, indica ese avance. Bertucci fue candidato presidencial en mayo 2019 y sacó más de un millón de votos; ahora es uno de los actores de la oposición que trabaja por las elecciones parlamentarias del 6 D 2020. No ha mostrado la carta contra la “ideología de género”, pero lo hará.

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Acá los videos de las Jornadas de la Escuela Feminista Rosario de Acuña 2020 a la cual hace mención la autora en su escrito

 

 

 

 

 

 

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