Ana María trabaja en una tintorería, es planchadora, pero ahora por la pandemia cerraron.
El dueño le pagó el mes de cuarentena, pero la alargaron 30 días más, duda que «el portu» le pague otro mes, no cree que pueda, son cinco empleados más y pagando el alquiler del local lo ve difícil.
Ella está pensionada y con el sueldo de la tintorería puede subsistir, vive sola, sus hijos emigraron por la situación del país, cuando pueden le mandan dinero, con eso paga el condominio, si sobra completa para el mercado.
Su vida se ha vuelto un sin vivir, casi nunca tiene agua, en el edificio la ponen a las 6 am por una hora, tiene que darse prisa para recoger suficiente, bañarse y si tiene que lavar, prender la lavadora.
La luz va y viene por lo que los electrodomésticos se deterioran. El gas hace tiempo que no consigue, se compró una cocina eléctrica de dos hornillas y con eso se bandea. Teléfono, tiene tres años sin el servicio, se robaron los cables de la calle y están incomunicados.
Ella trata de mantener la calma, pero se siente desbordada, es demasiado estrés.
Hoy recibe la visita de una vecina de la que se ha hecho amiga, que muy angustiada le cuenta que no consigue la medicina que toma para mantener a raya la tensión. La escucha y piensa que ella tiene una caja, se la dará, así por el momento le soluciona el problema a la amiga, se levanta y va a buscarla, al llegar a la habitación se pregunta ¿a qué vine yo aquí? Da media vuelta y regresa donde su amiga.
Una semana después debe ir al supermercado a comprar sus alimentos. Lleva todo anotado porque se deber regir a su presupuesto y no le gusta pasarse y tener que devolver artículos.
Paga y cuando sale no sabe cuál dirección tomar, ve la calle extraña, dice «ah pues, será por aquí’. Camina, pasa algún tiempo y no da con su casa, ve una plaza y se sienta a organizar sus ideas. Pasa su amiga y le dice «¿tomando sol?»
Ella se sonríe y le cuenta que está norteada, no sabe cómo llegar a su casa. La amiga la invita a seguirla » yo te llevo» le dice, y así entre risas llegaron a la casa que estaba a unas pocas cuadras de allí.
A Ana María esa experiencia le ha afectado mucho, no se explica cómo pudo desorientarse tanto como para no saber llegar a su casa, es por falta de atención, se recrimina, decide ponerse una rutina.
Levantarse, recoger agua, bañarse, preparar el desayuno, pero lo hará en ese orden; hacer el café, poner a tostar el pan, calentar la leche, sacar la mermelada para untar el pan, la taza para el café con leche. Así también realizará las labores diarias, se molesta cuando se salta alguna. Está segura de que así su memoria mejorará.
No ve TV porque no se puede dar el lujo de pagar TV por cable, la local no le gusta. Está leyendo mucho, aunque al pasar a la hoja siguiente debe volver a la anterior a releer algunos párrafos importantes para poder avanzar en la comprensión de la lectura.
Cuando debe volver al supermercado, recuerda el percance sufrido y le da miedo, pero tiene que ir, necesita varias cosas.
Piensa, » ¿y si hago como los niños del cuento que me gustaba tanto cuando era pequeña? ¿cómo era que se llamaban?» Bueno, voy a hacer como ellos; busca un paquete de cucharillas plásticas de colores, sale y va marcando por donde pasa, en cada ventana, en los árboles, pasa frente al supermercado y sigue de largo, va entretenida, cuando se le terminan bota el envoltorio.
Nunca más supo de ella, su memoria había colapsado.
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Banner: Foto de trabajo meditativo de Zentangle de la autora.
Comments (2)
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Realidad de cualquier venezolano… angustias del dia a dia, sin calidad de vida se pierde hasta la.memoria. Excelente relato, nos hace pensar, sin memoria. Saludos
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Gracias por leernos!
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