Para menstruar con dignidad se necesita más que una toalla sanitaria

Para menstruar con dignidad se necesita más que una toalla sanitaria
mayo 28, 2020 Estefania Reyes
Menstruación

Aunque no todas lo reconozcamos, el cuerpo femenino es un campo de batallas donde todos los días se dan luchas de poder. Los cuerpos de las mujeres en su estado natural provocan cierto pánico en la sociedad y hay toda una industria de la “higiene y la belleza” que se ha beneficiado de ello. El vello corporal, ganar peso, sudar, amamantar, envejecer, menstruar… son aspectos altamente controlados, silenciados y hasta eliminados como requisito para ser una mujer “decente”, una mujer “limpia”, es más… una mujer per se.

Todos estas normas sociales que pesan sobre nuestros cuerpos siempre me han llamado la atención pero, desde 2017, comencé a obsesionarme especialmente con la menstruación, al detectar un hermetismo insólito en torno a un proceso que al menos medio planeta tiene que vivir mes a mes por la mitad de su vida.

En mi casa, por ejemplo, no se me permitía ni mencionarlo mientras comíamos; en el colegio me sentía en la obligación de esconder las toallas sanitarias como si de paquetes de droga se trataran; más adelante, cuando me convertí en adulta, me preocupaba por borrar rápidamente cualquier rastro de sangre que pudiese dejar en una toalla o sobre las sábanas para que mi pareja no se diera cuenta que menstruaba.

Desde Proyecto Mujeres, una organización que fundamos en 2015 un grupo de jóvenes hambrientas por hacer activismo feminista, empezamos a entender las implicaciones políticas de la menstruación cuando nos embarcamos en lo que ahora es el programa Niñas Visibles, que empezó con la preocupación por saber cómo estaba impactando la escasez y los altos precios de las toallas sanitarias y los tampones a las niñas y mujeres venezolanas, especialmente a aquellas en situaciones precarias.

Cuando diseñamos Niñas Visibles, en 2018, como una intervención escolar para abordar la menstruación y la salud sexual y reproductiva con adolescentes de comunidades vulnerables, cometimos el error de poner todas nuestras esperanzas en la copa menstrual y las toallas reutilizables, como si éstas por sí solas fuesen lo suficientemente revolucionarias para erradicar la desigualdad que sufren los cuerpos menstruantes. Sí, es verdad que también ofrecimos una educación que enfatizaba la idea de que menstruar no debería causar vergüenza, que los estigmas y los mitos son parte de un relato menstrual pensado para controlar los cuerpos femeninos, pero nos quedamos cortas. No entendimos que no bastaba con una conversación o un taller para tumbar la amalgama de ideas patriarcales incrustadas en los más profundo de nuestra cultura que nos condiciona a vivir nuestros cuerpos desde la periferia, alienadas de lo que ocurre dentro y fuera de él.

No previmos, por ejemplo, que a pesar de nuestros esfuerzos, en la intimidad de los hogares, las copas no serían recibidas con los brazos abiertos porque “robaban la virginidad”, que las toallas reutilizables serían miradas con asco porque las niñas están condicionadas a ver la sangre menstrual como algo nauseabundo.

Ahí entendí que la “higiene menstrual” como catalizador de igualdad es un concepto insuficiente e incluso problemático porque alimenta la narrativa que enmarca la menstruación como algo sucio que debe ser escondido (manejado con una toalla, un tampón, una copa y problema resuelto), sin cuestionar el quid de la cuestión: el sistema que convierte a la menstruación en una experiencia que genera vergüenza y opresión. En palabras de Chris Bobel, “el manejo de la higiene menstrual significa mantener la menstruación bajo control, contenida, para que no se atraviese en el camino (hacia el desarrollo)”. Pero lo que se necesita en realidad es poner a la menstruación precisamente en el medio del camino, en el espacio público, en la arena política, en el centro mismo del poder.

Aunque nos dimos cuenta que la tarea es más desafiante de lo que imaginábamos al principio, eso no significa que hemos tirado la toalla. Al contrario, hoy nos sentimos más comprometidas que nunca con la lucha por menstruar con dignidad. Incluso diríamos que con orgullo. Porque ya fueron muchos años de silencio, de vergüenza, de culpa, de miedos… Pero todas nuestras esperanzas ya no están puestas en las copas o las toallas (que igual seguiremos entregando porque seguimos creyendo que son las opciones más prácticas en el contexto que vivimos). Ahora los esfuerzos los centraremos en resistir la cultura menstrual que nos oprime. Y esta es una lucha que haremos en colectivo, de formas creativas, con las más jóvenes alumbrándonos el camino.

También entendiendo que esta es una tarea que no compete solo a las adolescentes, sino que demanda el involucramiento de sus compañeros masculinos, madres, padres, docentes, comunidades, políticos, personal de salud, activistas, la sociedad civil en pleno… Menstruar con dignidad es una deuda pendiente de toda la sociedad. Esperamos que en el futuro cercano podamos ganar la conquista de nuestros cuerpos para habitarlos con autonomía y libertad.

 

Pd. Si quiere conocer más sobre Niñas Visibles, consulta el informe de Proyecto Mujeres AQUI

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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