Control de la Natalidad, no. Derechos reproductivos, sí.

Control de la Natalidad, no. Derechos reproductivos, sí.
mayo 29, 2020 Milagros Urbano

Últimamente es muy común leer en las redes sociales sobre “control de natalidad” en respuesta a aquellas noticias que conmocionan por el hecho de ver una mujer muy pobre y joven, con tantos hijos, a veces incluso, embarazada del próximo. Como siempre, la responsabilidad es exclusiva de ellas. “Deberían cerrar las piernas”, “Irresponsables tironas” se lee; o como en aquel artículo de la periodista colombiana Claudia Palacios que, a propósito de la migración venezolana en su país, publicó un artículo que tituló “paren de parir”.

No puedo evitar preguntarme si sabrán realmente lo que significa el “control de natalidad” y si sabrán que es un término que remite a políticas violatorias de derechos humanos. También me pregunto si, una vez enterados quienes replican esas noticias con comentarios de ese tipo, pensarían igual. Lamentablemente, creo que la respuesta es sí, estarían de acuerdo con que sólo los más aptos, los que tienen dinero, pueden tener hijos.

Leer esas frases me recuerda ese capítulo del libro de Angela Davis, “Mujeres, raza y clase” (1981), en el que la autora cuenta cómo Margaret Sanger, se convertiría en activista por los derechos reproductivos de la mujer a raíz de un evento ocurrido en una de sus visitas rutinarias como enfermera, en 1912. Cuenta Davis, que en sus reflexiones autobiográficas, Sanger hace alusión a una visita en particular en el barrio de Lower East Side de Nueva York, en la que descubre que una joven de 28 años llamada Sadie Sachs, había intentado practicarse un aborto. A causa de una complicación, la joven pidió al médico que la había asistido que le orientara sobre cómo prevenir embarazos. Tal y como relata Sanger, el doctor le recomendó que le dijera a su marido que durmiera en el “tejado”. Agrega: “nos miramos y no dijimos una palabra hasta que la puerta se hubo cerrado detrás del doctor. Entonces, ella apretó suplicante sus delgadas manos surcadas de venas azules y dijo: Él no puede comprender. Solo es un hombre. Pero tú sí,¿no es cierto? Por favor, dime el secreto y nunca se lo soplaré a nadie. ¡Por favor! “

A juzgar por la brecha de tiempo entre la ocurrencia del relato que recoge Angela Davis y las frases de hoy en día, pareciera que no hemos evolucionado como sociedad en la comprensión de la mujer que vive en un contexto de pobreza y cómo factores como la baja o inexistente asistencia escolar, haber crecido en un hogar monoparental, haber crecido en un ambiente de violencia intrafamiliar, clandestinidad y criminalización del aborto, propios de este contexto, influyen en la cantidad de embarazos, a pesar de no contar con los recursos.

La simplificación de estos factores y la reducción de soluciones a un “control de natalidad”, que supone un control punitivo y discriminatorio, aunque pareciera ser algo relevante sólo en redes sociales, es más peligroso de lo que se cree, sobre todo por la rapidez con que ese tipo de ideas se hacen virales por la aceptación que tienen.

Así las cosas, se hace necesaria la masificación de campañas de información sobre derechos sexuales y reproductivos desde una perspectiva de género y cuales serían esas políticas que, desde el estado, deben implementarse para garantizarlos, de manera que se entienda la diferencia entre una y otra medida; campañas que no lleguen exclusivamente a los más vulnerables sino a quienes no comprendemos. Pero, ¿cuales son esos derechos reproductivos de los que poco se habla? O que no son conocidos por quienes no son feministas, de manera que se sigue hablando de “control de natalidad”.

De acuerdo con la psicóloga y pedagoga colombiana María Ladi Londoño Echeverry, hablar de sexualidad y reproducción en el contexto de derechos humanos, tiene poca tradición, aunque ha sido el discurso constante de algunas feministas desde hace ya varias décadas. De acuerdo con lo que señala en su libro “Derechos sexuales y reproductivos, los más humanos de todos los derechos” (1996), en Latinoamérica comenzó a insistirse en el tema a principios de la década de 1980. Visto con cierta curiosidad y escepticismo al principio pero que, gracias a grupos de activistas, finalmente se aceptó que la sexualidad y la reproducción son indisolubles de la salud y los derechos humanos, lo que puede verificarse por la promoción por parte de la ONU, de conferencias mundiales en este sentido, como la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la Población y el Desarrollo (CIPD), celebrada en 1994, y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing), de Naciones Unidas, realizada en 1995.

Uno de esos derechos, tal como se adoptó en la Declaración y Plataforma de Acción en Beijing, en 1995, es el “derecho de todas las parejas e individuos a decidir libre y responsablemente el número de hijos, el espaciamiento de los nacimientos y el intervalo entre éstos y a disponer de la información y de los medios para ello y el derecho a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva. También incluye su derecho a adoptar decisiones relativas a la reproducción sin sufrir discriminación…

En Venezuela, un país en el que el estado no puede garantizar ni siquiera el suministro de agua y energía eléctrica, leer una disposición como esa e imaginar su aplicación, resulta una utopía. En ese caso, la frase “decidir libre y responsablemente” se convierte en un mito en un contexto de pobreza. No se trata de victimizar a la mujer por ser pobre y evadirla de toda responsabilidad, pero a la hora de juzgar desde nuestro desconocimiento y mientras se resuelve una crisis por la que, el estado está bien lejos de ejecutar políticas en materia de salud sexual y reproductiva, no está de más saber que la mujer en ese entorno, se embaraza por causas que responden al mismo, como “amarrar al hombre”, o no se creen capaces de tener el control sobre sus propias decisiones.

La pobreza propicia su situación y ésta, a su vez, contribuye con la pobreza, es un círculo vicioso del que no podría salir sin educación, independencia económica, autoestima, etc. No es que esto no ocurra en otros niveles socioeconómicos, pero los factores expuestos influyen enormemente en la situación que, desde nuestros priviegios y sobre todo, desconocimiento, vemos reflejadas en las noticias, una monoparentalidad feminizada y un gran número de hijos.

 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

Comments (0)

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*