“Me siento rechazada cuando demuestro mis emociones en espacios de debate y decisión” … “Recibo mensajes para que controle mi ansiedad, mis expectativas, mis inseguridades” … “Me dicen que mi carácter y discurso no debería ser tan fuerte” … “Siento que mi voz es subestimada e invisibilizada y mis habilidades subvaloradas” … “Cuando muestro mis emociones me tildan de intensa” … “A veces me da miedo tener voz y asumir liderazgo por la forma como reaccionan los demás” … “Siento que tengo que ser agresiva para que me escuchen y me tomen en serio” … “Para mucha gente mis lágrimas son señal de debilidad”
Estas son expresiones de un grupo de chicas jóvenes caraqueñas en un taller de activismo feminista que realizamos en alianza con la ONG Asuntos del Sur el año pasado. El mundo emocional y su impacto en la inteligencia es un descubrimiento relativamente reciente. Educarnos bajo la filosofía cartesiana de contraponer mente a emoción ha sido factor condicionante de desigualdad, porque entendemos binariamente que lo lógico-razonable-masculino va por un lado y lo irracional-emocional-femenino va por el otro.
De aquí que el expresar emociones pasó a ser una variable de discriminación que ha dejado a muchas mujeres por fuera de las opciones para liderar. Por un lado, te educan para que abraces las emociones como constitutivas de tu manera de ser y estar en el mundo de lo “femenino” y por otro, cuando las expresas, eres rechazada o calificada de histérica o conflictiva, sobre todo si son emociones que demuestran carácter, malestar o fuerza, justamente las emociones que debes demostrar para ser considerada líder. Siempre que las emociones sean asociadas a dulzura, ternura, cariño y amor, eres aceptada porque no rompes con el molde del deber ser de la mujer como lo define el mandato patriarcal (bien alejada del poder).
Emoción no es enfermedad
La emotividad de las mujeres es un signo de salud, no de enfermedad, pero no se le entiende así y por ello estamos continuamente sometidas a una enorme presión para ocultar nuestras vidas emocionales. Muchas aprenden a disculparse por sus lágrimas, a contener su enojo y a disfrazar la depresión.
Según la psiquiatra norteamericana Julie Holland, al menos una de cada cuatro mujeres en Estados Unidos toma un medicamento psiquiátrico, en comparación con uno de cada siete hombres; y las mujeres son dos veces más proclives a que se les diagnostique depresión o trastorno de ansiedad que los hombres. Esto es básicamente el reflejo del estereotipo de que todo lo que les pase a las mujeres tiene que ver con sus emociones porque se les considera menos lógicas por naturaleza.
Otra investigadora neurocientífica, Gina Rippon, advierte que, si bien tanto hombres como mujeres tenemos hormonas sexuales, en el caso de nosotras se ha usado ese hallazgo para denigrar de nuestras habilidades: “El concepto de síndrome premenstrual, por ejemplo, surgió por primera vez en la década de 1930 y se convirtió en una razón para que las mujeres no recibieran puestos de poder». Como señala la científica, las mujeres llegaron incluso a ser excluidas inicialmente del programa espacial de Estados Unidos. Había temores de que tuvieran «arrebatos psicofisiológicos temperamentales» a bordo de la nave.
Hay mucha más evidencia sobre la forma como las mujeres han sido excluidas de espacios de decisión a causa de la biología de las emociones y a todo esto se le llama neurosexismo. Aun cuando en diversos espacios científicos y académicos esto en gran medida se ha superado, sigue en la imaginación popular la asociación mujer-inestabilidad emocional. Es importante divulgar correctamente los hallazgos de las neurociencias y dejar de repetir consignas sin fundamento, como el mito de la diferencia cerebral entre hombres y mujeres.
Emociones como fuente de poder
Decirle a una mujer que es “muy emocional” en tono insulto es muy común, sobre todo en entornos laborales, aun cuando sabemos que para ser líder tienes que manejar tus propias emociones y la de aquellos a quienes diriges. Eso ya lo descubrió Goleman hace unos 20 años atrás y lo llamó inteligencia emocional. Siguen sin embargo los gerentes del siglo XXI descartando a mujeres para ocupar posiciones importantes porque son “muy emocionales”.
A los hombres, usualmente mostrados como el modelo aceptado de liderazgo y de poder, se les ha enseñado a vivir su masculinidad convencional escondiendo las emociones, salvo la rabia. No les es permitido llorar ni demostrar ningún tipo expresión que ponga en duda su virilidad porque se considera que eso erosiona su poder. De expresar emociones que muestren sensibilidad o vulnerabilidad, se pone en duda su autoridad o capacidad para liderar.
El caso es que todos los seres humanos somos seres emocionales. No hay nada más racional que una emoción bien expresada y bien sentida. Es parte de nosotros, de nuestra personalidad, de nuestro cuerpo. Negarnos a vivir las emociones es negarnos a ser como somos y lo que somos. Tenemos que enseñar a las nuevas generaciones, sobre todo a los varones, que las emociones son una fuerza que debe ser bienvenida en nuestros espacios de convivencia y no una excusa más para descalificar o discriminar.