No me daba cuenta

No me daba cuenta
octubre 1, 2018 Vanessa Federico

Por Vanessa Federico

Con la era de los millenialls quizás las relaciones de parejas han cambiado un poco. Quizás están sobre la mesa nuevas formas de maltrato que pasan desapercibidas y muchas (quizás) no lo notan.

Las noticias normalmente reportan maltrato doméstico, maltrato psicológico, entre otros tipos de maltratos netamente definidos por la mal llamada costumbre o cotidianidad, pero muy pocas veces nos detenemos a pensar en qué otro tipo de maltratos están presentes en las generaciones más jóvenes que si están muy conscientes y alertas de los maltratos de género comunes, pero dejan pasar o no identifican nuevas formas de abuso por parte de sus parejas o “compañeros”.

La mayoría de esos abusos pasan desapercibidos, muchas veces el abusador se excusa diciendo que “hay confianza” para dar un toque o para usar alguna palabra descalificativa. Muchas otras veces suceden estos maltratos de manera digital; estos abusadores utilizan la herramienta más significativa para esta generación como lo son las redes sociales.

Borrar una foto, dar dislike, dejarte en azul, bloquearte de las redes, a lo mejor bloquearte del WhatsApp, todas estas acciones dan paso a una nueva forma de maltrato que quizás ni estaba definida.

Hoy en día me atrevería a decir que las relaciones de pareja son más complicadas y complejas (que no es lo mismo), que las relaciones de hace algunos años, claro, me refiero a una relación que sostengas con una persona mentalmente abierta. Pocas veces estás relaciones tienen existo, pues en la mayoría de sus casos quien lucha por estar con el otro es quien sufre el maltrato.

Recuerdo en una ocasión haber tenido un inconveniente con mi carro (como siempre) y estar cerca de la casa de quien en ese momento era mi pareja. Lo llamé, le conté lo que estaba pasando y más allá de mostrar apatía porque ya nuestros planes de salir estaban cambiando, solo fue a socorrerme su padre. Su padre llegó al instante, estaba preocupado por lo que me había pasado, por un momento me sentí segura y tranquila. A los pocos minutos, me llamo mi suegra, también estaba preocupada y con ganas de ayudarme a solucionar mi problema, pero faltaba alguien, él.

Afortunadamente mi problema tuvo solución; pude llegar íntegra a la casa de mi novio para poder tomar una decisión en condiciones menos tensas. Recuerdo que ese día teníamos un evento importante, era a las afueras de Caracas, debíamos pensar en algún plan si deseábamos ir y yo lo tenía. Le dije: “llamemos a un chofer que nos lleve y de regreso le pedimos a alguien que nos acerque o volvemos a llamar al chofer”, pero era mucho más interesante e importante lo que sucedía en el televisor; jugaba el Real Madrid, su equipo favorito. Luego de no recibir respuesta noté que estaba justo al lado de él y no recibía ni siquiera una mirada, estaba molesto por lo que le había pasado a mi carro (como si yo lo hubiese planeado). Seguí hablando sola, dando varias opciones para solucionar el problema y él seguía sin dirigirme la palabra ni su mirada, sin pestañear, pero al televisor no le quitaba los ojos de encima. En ese momento caí en cuenta que me estaba maltratando. Sutil, sin groserías, sin golpes, sin gritos, sin amor.

“Está pasando”, me repetía constantemente. Me estaba pasando a mi (una feminista) una nueva forma de maltrato que yo no identificaba, no la veía, simplemente no lo notaba.

Luego de dirigirme por más de 20 minutos a él preguntándole qué haríamos era obvio que no haríamos nada y que “todo había sido mi culpa” por el infortunio con mi carro. “No lo puedo creer”, me repetía a mí misma mientras observaba cómo el estando justo al lado mío lo sentía como si estuviera en otro país. Distante, despreocupado, indiferente, frío e inconsciente.

¿Qué hice? Me fui, por supuesto que me fui. Sus padres parecían los míos, me sentía su hija adoptada. Me asistieron en cada momento, me escribían a cada rato para saber si había llegado bien, por un momento pensé que tenía una relación con mis suegros y no con su hijo.

Al llegar a mi casa observo mi WhatsApp y él me había bloqueado, ya no aparecía su foto. Me dejó de seguir en twitter, en Instagram, incluso borro nuestras fotos en su feed. Todo un bebé. Como si borrarme de las redes iba a borrar lo que había hecho o mejor dicho había dejado de hacer.

La verdad estaba sorprendida porque el que antes me suplicaba para que fuera su novia era él. Me preguntaba mil veces porqué esto había sucedido, porqué había cambiado tan drásticamente su manera de relacionarse conmigo y de repente pensé “Vanessa es que tú siempre estás disponible”. Cada vez que él salía temprano del trabajo o pasaba algo atípico en Caracas me llamaba y yo salía corriendo a rescatarlo (cuando el carro estaba bien todo era una maravilla), los fines de semana que me decía para salir a comer yo iba, lo buscaba y lo llevaba de vuelta. La verdad era toda una tonta permisiva por que al estar más disponible para él le restó valor a lo que hacía. Dejó de tener valor mi palabra, dejó de tener valor todo lo que hacía por el porqué de verdad lo quería. Estaba delante de mi otra nueva forma de maltrato.

Muchas pensaran “Ajá, pero tú lo hacías porque querías, nadie te obligaba, eso no es maltrato”, les pregunto: ¿acaso cuando en una relación, la que sea y no necesariamente amorosa, alguien hace algo por ti así sea mínimo no deberías agradecerle? Muchas veces la palabra gracias la desestimamos o damos por sobre entendida.

A los días, la mamá de él me escribió diciendo que se sentía mal por mí por lo que había hecho su hijo, y aunque ella drenó su molestia con su hijo él seguía sin decir una palabra y fue ahí cuando ella me dijo: él te está maltratando y no te hablo como su mamá, te hablo como mujer. Ya cuando escuchas esas palabras de su madre, algo anda mal. Ahora, ¿cómo una madre identifica a su hijo como un abusador y un maltratador, cómo era posible que no corrigieran esa situación?, ¿Qué llevó a tu hijo a ser así? La verdad era muy contradictorio.

Decidí apartarme, alejarme y dejar que todo fluyera solo. Dejé de culparme por las cosas que habían pasado, nada era mi culpa solamente son cosas que pasan y que los mortales no controlan.

Por esa razón esto es un llamado de alerta para las mujeres jóvenes que viven este tipo de situaciones que aunque no estén presentes los golpes o los insultos están presentes otro tipo de abuso que quizás no son tan sencillos de ver o de identificar.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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