Soy de las que piensa que el feminismo como conjunto de creencias sobre el poder de la igualdad de género, sirve de base a casi cualquier planteamiento ideológico y, a partir de ello, creo que el feminismo contemporáneo debería aspirar no solo a la transversalidad de su aplicación en términos de políticas públicas, sino también a la transversalidad ideológica y cultural.
Esto implica ampliar bases, moderar diferencias, evitar extremos ajenos a las características intrínsecas de la ambición feminista: un mundo sin distinciones de género, especialmente sin distinciones de género para el ejercicio del poder en el ámbito privado y público. Por lo menos que sea transversal a cualquier planteamiento que no tenga como eje sustentador la diferenciación política de hombres y mujeres.
Quizá partidos y otras organizaciones que fomenten ideas ultraconservadoras, quizá con fundamentación teocrática y arraigo ortodoxo para interpretar sagradas escrituras que encasillan a la mujer a tres o cuatro estereotipos premodernos, como mujer esposa, mujer madre, mujer tentación, mujer hacienda…no tengan cabida en esta transversalidad.
Pero cualquier propuesta política pensada y diseñada por la ciudadanía y para la ciudadanía, en un mundo que extiende derechos y libertades a sus ciudadanos en vez de restringírselos, debería ser feminista.
Quizá algo similar quepa aspirar para la protección de la Tierra y su medio ambiente natural, bajo la premisa que no puede haber ideología ciudadana que no conciba la protección de esta casa que habitamos. A pesar del desarrollo científico sobre este tema no cabe duda que sigue habiendo movimientos políticos «negacionistas» en términos ambientales, pero creo que muchos de los males mejorables del mundo que vivimos encontrarían un marco más adecuado de tratamiento político con una participación igual de proactiva en la gestión de lo público entre hombres y mujeres. Quizá es una simple presunción, sin demasiado soporte científico aún, pero estoy convencida del impacto positivo sobre la gestión ambiental del planeta a partir de la reducción de las brechas de género.
Seamos prácticas, seamos generosas, evitemos hacer de esta lucha un simple juego de banderas, símbolos, colores y epítetos al otro. Hay tanto de simple ignorancia y temor en muchas personas educadas sobre principios y reglas del machismo y el patriarcado, que podemos extender nuestros logros más allá de lo que cabía imaginar a nuestras líderes precursoras hace apenas 20 años.
Hagamos del feminismo una transformación positiva para todos, deseable por muchos y respetable para casi todos.