Muchas mujeres vivimos bajo la ilusión de la igualdad, de ser unas “todo terreno”, de creer poder con todo. Pero hasta que no afinamos el ojo no vemos el engaño detrás del ideal de mujer completa y perfecta que pide perdón por cada error que comete, que se siente menos si no logra lo que los demás y que se afana para afinar sus dotes sobrenaturales, como si fuese un asunto de esforzarse más.
Breneé Brown, académica, escritora e investigadora de la Universidad de Houston se ha dedicado a estudiar la vulnerabilidad, el coraje, la vergüenza, y la empatía. Es autora de Los dones de la imperfección (2010), El poder de ser vulnerable (2012) y Más fuerte que nunca (2015). La Dra. Brown estudió a muchas personas exitosas para saber cuál era el factor que les llevaba a alcanzar sus metas, logrando aislar una variable que todas tenían en común: eran gente que conectaba, que establecía relaciones con otros con facilidad, orientados a la interacción con extraños como algo natural. Estudió luego por qué la gente que conectaba, conecta: ¿por qué algunas personas logran conectar y otras no? Volvió a analizar variables provenientes de múltiples entrevistas sostenidas con grandes grupos de personas, y encontró un factor común: quien conecta no tiene vergüenza de exponerse, no teme al qué dirán ni al ridículo, se siente suficiente como ser humano. Es un interesante hallazgo y puede sonar a lugar común en una primera lectura. Pero en una sociedad que premia los méritos, las respuestas, la competitividad a costa de lo que sea, eso de permitirse fallar es impensable. Abrirse a la posibilidad de incorporar en la ecuación del triunfo en la vida la noción de la imperfección, es verdaderamente revolucionario. En sus palabras, para ser exitoso: “debes ser capaz de renunciar a quien crees que debes ser, para ser lo que eres”. Para conectar tienes que ser tú, desde el corazón, una sinvergüenza. Desde Feminismoinc promovemos la formación para el atrevimiento, porque ser atrevida está lejos de querer saberlo todo, de tener muchos atributos y pocas fallas, de querer llenar un molde de perfección que nos han impuesto como exigencia para ser consideradas para cualquier posición, incluso para ser madres o esposas (la buena madre, la esposa ejemplar, la hija modelo) Eres atrevida cuando no sientes vergüenza de hacer o decir cosas que a la mayoría de las personas les da pudor. Requiere valentía, intrepidez y arrojo para asumir riesgos. Te atreves cuando dejas de dudar y realizas algo que te apetece mucho, algo inesperado. Es abrazar la vulnerabilidad y perder la vergüenza de ser quien eres. Es tener el coraje de reconocerte imperfecta y al mismo tiempo merecedora de aprecio y trato digno sin necesidad de encubrir tus carencias y tus faltas. Te atreves cuando haces lo que te da la gana venciendo la presión social de tener que actuar “como una señorita”, saliéndote de los roles de género, del estereotipo, de lo que se espera de tí por haber nacido mujer. Ese es el verdadero atrevimiento. Redefinir el éxito en términos femeninos y perder el miedo a mostrarnos vulnerables, son parte de los cambios de un paradigma societal que las feministas fomentamos para no tener que hacer metamorfosis masculina buscando encajar en un molde patriarcal que nos diga cómo es que es eso de ser “femenina”, que en nada se parece a nosotras. Cuando te atrevas, cuando eleves la voz, cuando reclames lo tuyo y lo hagas además con fuerza, todo el mundo te va a caer encima como a Serena, porque una mujer que no actúa como la lady del cuento de hadas, por muchos méritos cuasi heroicos que tenga, es sumamente criticada por hombres y mujeres machistas (antes nos quemaban como brujas). Pero tú sigue adelante, sin pena y sin pedir disculpas. Llegó la hora de cambiar las reglas de juego y nos estamos atreviendo a hacerlo; estamos en construcción.
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