Dice un taxista ex trabajador de PDVSA que me lleva de Maturín a Puerto Ordaz: “Yo tengo una hembrita y un varón. Tuve que sacarla a ella del colegio porque no me alcanzaba la plata para pagar uniformes, libros, merienda, transporte…”. Le pregunto “¿por qué la sacó a ella del colegio? ¿no llevaba buenas notas?” Me responde: “Si Usted supiera que ella es más aplicada que él… pero ya tiene 13 y le están saliendo las teticas, esa ahorita se preña y pierdo todo el dinero. Además, el varón es el que necesita trabajar… para mantener a su futura familia, ya sabe”
¿Ya sabe? No. La verdad no sé por dónde empezar a cuestionar esta preocupante afirmación dada por un venezolano clase media, en pleno 2018. Usualmente cuando descubrimos aberraciones de género nos imaginamos que se remontan a épocas remotas o que se trata de lugares recónditos de la selva adonde la civilización aún no ha llegado o que proviene de gente que no ha sido educada correctamente. Pero esto es real, es aquí y es hoy.
Este padre ya está esperando que su hija sea una madre adolescente porque es eso, una hembrita con teticas como él mismo la llama. Es lo que seguramente ha visto en su ciudad, es parte de la costumbre. Las niñas crecen y se embarazan. De hecho, el embarazo precoz es uno de los problemas más acuciantes y preocupantes que tenemos en el país, ya que atenta directamente contra la posibilidad de que las niñas estudien y trabajen hasta lograr la madurez que se requiere para encargarse de un hijo.
América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo con la tasa más alta de embarazos adolescentes, con 66.5 nacimientos por cada 1.000 chicas entre 15 y 19 años, solo superada por África subsahariana. Así lo indican la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)
El caso venezolano es alarmante. Según reportes confiables, cada tres minutos nace un niño de una madre adolescente en Venezuela. Jorge González Caro, representante del UNFPA en Venezuela, explica que la situación más allá de ser un problema de salud pública ha tomado niveles más complejos por las serias consecuencias que implica no solo en la familia y la sociedad, sino porque además compromete indicadores de crecimiento: “El embarazo adolescente es el problema social más importante de Venezuela. Es un asunto que estanca el desarrollo y que le roba el futuro al país. La joven embarazada sale del sistema educativo y entra en un círculo que la hace altamente vulnerable a la violencia de género, se vuelve dependiente desde el punto de vista económico y con poco nivel educativo es difícil su inserción en el mercado laboral”. Un verdadero drama.
Por otro lado, la creencia de este señor papá es que el varón es el protector y proveedor del hogar (nótese la distinción social de varón vs la distinción biológica de hembra con la cual llaman a las mujeres). Este estereotipado rol de género, mujeres a parir, hombres a trabajar, se perpetúa de generación en generación, dejando a las niñas por fuera del sistema educativo y por lo tanto fuera de una vida productiva que le asegure igualdad plena de derechos.
Esta semana se celebró el Día Mundial de la Alfabetización ratificando que hay 775 millones de adultos analfabetos en el mundo, del cual casi el 70 por ciento de ellos son mujeres. Es una realidad que alrededor de 130 millones de niñas no van a la escuela y esta es justamente la campaña que la joven Malala, Premio Nobel de la Paz, está llevando adelante: “la educación de las niñas es un Derecho”.
Irina Bokova, Directora General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, declaró: «Esta es una situación intolerable, lo que refleja una de las injusticias más persistentes de nuestro tiempo: acceso desigual a la educación. No hay ninguna justificación, ya sea cultural, económica o social, para negar a las niñas y a las mujeres su derecho a la educación. Cuando una mujer sabe leer y escribir ella puede tomar decisiones para cambiar radicalmente su vida para mejor». Definitivamente no habrá una sociedad de iguales si el acceso a la educación perjudica a todo un género de manera tan abierta y lamentable.
Imagino que, en este momento, cuando más aprieta la crisis económica en Venezuela, en muchas familias deben estar tomando decisiones similares a las de mi taxista. Menos mal que el trecho de Maturín a Puerto Ordaz fue lo suficientemente largo como para darme la oportunidad de explicarle todo esto al chofer. Espero haber podido ofrecerle otra mirada que le haga replantearse diferentes caminos para enfrentar la crisis sin dejar por fuera el elemento educativo como herramienta de verdadera superación para su hija.
Ojalá siempre haya una opción de ahorro o recorte de gastos familiares distintas a la de sacar a los muchachos del sistema escolar, y si esto ocurre, que los criterios usados no sean sexistas ni discriminatorios contra las niñas. Verdaderos talentos como el de esta aplicada chica de la historia se pierden, por culpa de concepciones machistas que se asumen como ciertas. Ojalá haya más padres y madres que alienten a sus hijas a estudiar y a no conformarse con lo que les toque patriarcalmente en medio de tan precaria situación social.