Mi cuerpo ¿mi decisión?

Mi cuerpo ¿mi decisión?
septiembre 5, 2018 Susana Reina

Mi cuerpo ¿mi decisión?

Por Susana Reina

A lo único que el patriarcado concede el derecho a la “libre decisión” de las mujeres sobre sus cuerpos es a la prostitución y el alquiler de vientres. No hay nada más antiguo y machista que el uso del cuerpo de las mujeres al servicio de los hombres, bien como botín de guerra en casos de conflictos armados o con pago metálico de por medio.

Pero el machismo, siempre tan hábil y cínico, nos muestra los sexoservicios como si fueran elecciones individuales de las mujeres, apelando a su derecho a la libertad y al disfrute. Incluso se muestra como si fuera un asunto que le conviene más a ellas que a ellos. Lo tuiteó un consumidor sexual o putero como le dicen en España en estos días: “si no fuera por nosotros esas mujeres se morirían de hambre”.

Esa es precisamente la tragedia y razón por la cual las feministas nos oponemos a cualquier intento de formalización, legalización y regulación de ambas prácticas (intento de sindicalización de por medio como pasó esta semana en Madrid), a la que podemos añadir la trata, la pornografía y otras modernas esclavitudes, porque siguen siendo manifestaciones de opresión sobre aquellas que no tienen mecanismos para sobrevivir de otro modo.

Ocho de cada diez mujeres que ejercen la prostitución lo hacen contra su voluntad, según la ONG Europea ANESVAD. La Organización Internacional del Trabajo cifra en 4,5 millones de personas el número de víctimas de explotación sexual forzosa en todo el mundo. La mayoría (el 90%) son mujeres y niñas. ¿Es o no esto una discriminación de género y de clase?

No veo yo mujeres ricas o de “buena familia” recibiendo dinero por alquilar su vientre para que una pareja sea feliz. Si existen casos sin que medie una relación mercantil, por puro altruismo, serán pocos y por razones de afecto o familiares quizás. Pero siempre son las necesidades las que llevan a una mujer a transar con su cuerpo. Nadie libremente lo vende como trabajo, eso es explotación, y todo el que paga es un explotador.

Lo que se está alentando casi que románticamente a lo que ahora llaman gestación subrogada, es una industria donde a un gentío le queda dinero producto del enganche de miles de mujeres pobres. Hasta de paraísos para la compraventa de madres gestantes y de granjas sexuales se habla, y no justamente en la distopia de Margaret Atwood, tan clarividente y mostradora de futuro, sino en la pura realidad, fuera de la TV.

Preñarse y parir, para quien nunca ha pasado por ahí, luce como una tarea sencilla y grata. Pero la realidad es que la salud física y emocional de una mujer se compromete seriamente en todo este proceso. El pasado mes de febrero la Organización Mundial de la Salud declaraba: “la mortalidad materna es inaceptablemente alta. Cada día mueren en todo el mundo unas 830 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto”. Esto, para quienes sostienen que si a una mujer le da por hacer negocio embarazándose, “monetizar su útero”, es su decisión personal. Negocio de altísimo riesgo, en todo caso.

Por ello suscribimos plenamente el artículo que escribió la periodista Ana Bernal-Triviño esta semana: “existe un marco internacional que se manifiesta en contra de alquilar úteros porque mercantiliza, deshumaniza y cosifica a las mujeres. Y cuando nos convierten en cosas, nos dejan de considerar humanas, perdemos nuestros derechos humanos. Un acto individual, un deseo, no puede pisotear los derechos del resto de las mujeres”. Las mujeres no somos bienes de consumo ni objetos que otros puedan comprar. Hasta el mercado más liberal debe tener una ética humana que le sirva de techo y límite a tanto atropello. Nadie que abogue por el bien social general, podría estar de acuerdo en que una mujer tenga que vender su cuerpo para poder sobrevivir.

Cuando las feministas criticamos a quienes defienden la prostitución y los vientres de alquiler, los machistas aprovechan y nos tildan de inconsistentes porque por un lado abogamos por la libertad de las mujeres a decidir qué hacer con sus cuerpos y con sus vidas, pero que cuando se trata de cobrar por tener sexo o tenerle hijos a otros, nos oponemos. No es igual. Prostitución no es sexo libre, porque para tener sexo se requiere consentimiento y relaciones simétricas de poder. Prostitución y alquiler de vientres son formas de sometimiento y humillación.

¿Sabes que sí es inconsistencia e hipocresía? Que mientras las mujeres somos vistas como vasijas o máquinas de reproducción o fuente de placer para otros, todo va bien con el machismo. Pero cuando hablas de aborto ahí si te salen con mil argumentos para que no te vayas a creer tú que eres tan libre ni que puedes decidir nada sobre tu cuerpo.

Estamos lejos de vivir en un sistema que otorgue plenas condiciones para que las mujeres seamos verdaderamente libres, porque cuando lo que media para tomar tamaña decisión es el dinero, la manipulación, la obligación o la culpa, se perpetúa la histórica explotación sexual y reproductiva de los hombres sobre las mujeres. No hay verdadera autonomía aquí.

Seguiremos abogando para que ninguna mujer sea prostituida o manipulada, ni tenga que poner su cuerpo a disposición de otros y seguiremos trabajando para que muchas más encuentren vías que les permitan empoderarse económicamente por otros medios que no sea la expropiación de su propio cuerpo y su vida al servicio de nadie. Para que de verdad verdad, su cuerpo sea su decisión.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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