Por Graciela Díaz Lonigro
Si bien es cierto que sin duda la mujer ha librado batallas titánicas y luchas desiguales, como el tan manoseado relato entre David y Goliat, no deja de ser menos cierto que El 8 de Marzo es también el festín de la hipocresía.
Sí, de la hipocresía, ya que aún persisten sociedades donde el tiempo fue detenido por el pánico de una paliza, detenido por las puñaladas de un psicópata o por la burka de una religión.
Qué carajo se puede «celebrar», ¿migajas? Cuidado, con conformarnos con mínimos pasos, con esa propaganda de florecitas y respeto construído sobre arenas movedizas. Es inaudito que en pleno siglo XXI, la mujer siga cargando prohibiciones y peor aún, siga cargando el peso del machismo de su propio género.
Yo me pregunto: ¿qué es peor, ser señalada por el índice de un pene o por el dedo de otra mujer atrapada en ese absurdo de hábitos, normas y costumbres propias del medioevo o incluso más arcaicas?
Entonces ¿qué vamos a celebrar el 8 de Marzo?
Me gustaría saber cuántas serán presa de un violador, cuántas serán maltratadas, después de llegar del «festejo», cuántas serán botadas al día siguiente por un jefe al cual no se le satisfizo su lujuria, cuántas sub pagadas… ¿Ahh? A cuántas niñas le seguirá practicando la ablación, cuántas se secarán las manos sudadas por el miedo antes de regresar a su casa…
Tan sólo desde el punto de vista histórico podemos decir: Lo logramos, pero la historia se desfasó y el premio de consolación es una fecha denominada: El día Internacional de la Mujer.
¿Qué propongo? Propongo una convocatoria mundial, para seguir exigiendo Derechos, que en cada país, en cada ciudad, se levante más fuerte la voz, ya hay muchos movimientos feministas que se han dado cita en las calles, escenario genuino de todas las reivindicaciones, desde que el mundo es mundo.
Poblemos cada metro cuadrado de asfalto, gritemos con fuerza, apoyemos con hechos concretos a las mudas, a las ciegas a las que les han amputado la voluntad de tanto dolor. Construyamos centros gratuitos, con ayuda de Empresarias, para EDUCAR no sólo a los «machitos», sino para EDUCAR a las mujeres, a que se impongan, a creer en ellas mismas, a no auto flagelarse, a no auto predestinarse, a tener autoestima, a levantar la cabeza…
Si no nos ven reclamando con contundencia y en masa para todas las sociedades, no pasaremos de ser un grupito de «regludas» o de «menopáusicas», o cusntos descalificativos se les ocurra.
No tengo nada que celebrar el 8 de marzo de 2018, pero sí mucho por gritar, marchar, manifestar y luchar.
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Imagen de Promsex.
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