Miembra, a mucha honra.
¿Se puede decir Gerenta? Me pregunta una amiga. Le digo claro que sí. Pero es que se oye como raro, dice ella. ¿Y sirvienta… ese no te suena raro?, le respondo; si sirvienta suena normal, ¿por qué no debería serlo gerenta, miembra, médica, ingeniera, vicepresidenta…? Ahhh, me interrumpe, es que sirvienta uno lo ha escuchado ya mucho, está como acostumbrado a oírlo…pero insistir en este tema es una necedad de las feministas, – y da por terminada la conversación.
¿Necedad? Nada en el lenguaje es inocente. Las palabras tienen poder. Podemos salir transformados de una conversación. Nada ocurre sin que medie la palabra. Es posible hacer cosas con palabras. Cuando hablas, haces. Las palabras son sagradas. Abren o cierran posibilidades. Las realidades solo existen cuando las nombramos. Las palabras crean mundos. Empoderan o desempoderan. Todo esto lo aprendí en mi formación como coach ontológico empresarial de la mano de Rafael Echeverría en su “Ontología del Lenguaje”, tesis desarrollada en base a trabajos previos por pensadores como Fernando Flores, Humberto Maturana, Francisco Varela, Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Martin Buber, Ludwig Wittgenstein, John L. Austin y John Searle: “El lenguaje es sobre otras cosas lo que hace de los seres humanos el tipo particular de seres que somos. Somos seres que vivimos en el lenguaje. Somos seres sociales. No hay lugar fuera del lenguaje desde el cual podamos observar nuestra existencia”
Según Echeverría, los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. “Al decir lo que decimos, al decirlo de un modo y no de otro, o no diciendo cosa alguna, abrimos o cerramos posibilidades para nosotros mismos y, muchas veces, para otros. Cuando hablamos modelamos el futuro. A partir de lo que dijimos o se nos dijo, a partir de lo que callamos, a partir de lo que escuchamos o no escuchamos de otros, nuestra realidad futura se moldea en un sentido o en otro. Pero además de intervenir en la creación de futuro, los seres humanos modelamos nuestra identidad y la del mundo que vivimos a través del lenguaje”
¿Es entonces una necedad pedir que se nos nombre a las mujeres? ¿Es que no se ve clara la relación entre lenguaje de género e identidad? ¿Es cuestionable abogar por un lenguaje incluyente? La crítica que usualmente escuchamos tiene que ver con la supuesta economía del lenguaje, criterio que usa un equipo de hombres que está al frente de la Real Academia de la Lengua desde hace muchos años. Es más rápido usar un genérico que nos incluya a todos, dicen. Es un fastidio estar hablando de las y los, ellas y ellos, niños y niñas, etc. Pero me llama la atención la casualidad de que la misma venga dada por el lado del género masculino y no por un genérico femenino. En el masculino todos y todas nos tenemos que sentir llamados porque sí. Claro, el lenguaje es una construcción cultural que ha estado en manos de ellos toda la vida. Es un problema estructural histórico, y reflejo del sistema de creencias en el cual subyace. Por lo tanto, el lenguaje tal y como lo conocemos hoy es machista, excluyente, no inclusivo. Lo de la economía, un pretexto.
El machismo se ha encargado de ridiculizar, banalizar, desestimar y descalificar todas las reivindicaciones feministas, y esta de la lengua, pues es una más. Para mí, de las más importantes. Este gobierno venezolano, por ejemplo, revolucionario de formas, ha afianzado el nombramiento de los dos géneros en sus discursos hasta el cansancio, como una forma de decir que ellos respetan la equidad de género, cuando en realidad, han dado sobradas demostraciones de sus formas machistas de proceder. Esto por supuesto no nos ayuda mucho, porque la gente confunde la necesidad de uso de lenguaje genérico con chavismo y se aprovecha para acentuar el rechazo al tema.
Isa Mastro, experta colombiana en el tema comunicacional, hace un ejercicio en sus talleres sobre comunicación política: comienza a hablar a la clase en genérico femenino. La primera reacción de sus alumnos hombres es no responder. «Cuando les preguntas: ¿por qué no responden? ellos contestan porque han dicho chicas. Tienen que darse cuenta de lo que pasa cuando no nos nombran. Hablar en femenino para evidenciar que necesitamos ser nombradas» comenta Isa. Potente experiencia. ¿Qué sientes cuando no te nombran? A ver hombres ¡a practicar un poco de empatía!
Sirvienta nos suena normal porque la hemos repetido hasta el cansancio, y esto es básicamente porque quienes más hemos ejercido ese rol de servidumbre somos las mujeres, como maestras, por ejemplo. Como hay menos presidentas, ministras, científicas, mecánicas, pilotas, no las podemos nombrar tan fácil. Pero hay que hacerlo, porque el lenguaje no solo describe realidades, el lenguaje también genera ser. En cuando lo nombro, lo que nombro empieza a existir y a fuerza de repetirlo y por costumbre ya se oirá normal. Es evidente el rol primordial que los medios de comunicación social tienen en esta lucha, desarrollando políticas de lenguaje inclusivo, no sexista en sus redacciones, e instruyendo a sus periodistas a usar palabras con conciencia de género, que sea reflejo de la sociedad diversa en la que vivimos y al mismo tiempo, generadora de nuevas realidades.
Como sociedad tenemos que construir una nueva forma de comunicarnos donde las mujeres también tengamos privilegios. Si no te nombran, no existes. Y si no existes, no eres ciudadana, no tienes Derechos. Reclama tu derecho a ser nombrada y a ser miembra de tu comunidad. Una sociedad será realmente sustentable cuando desarrollemos un lenguaje que nos incluya y no deje a nadie por fuera.