Hace unos meses tres mujeres fueron forzadas por 20 policías y 6 patrulleros a abandonar una playa en Argentina por tomar el sol sin la parte de arriba de su traje de baño. La forma y los argumentos para hacerlas desalojar fueron totalmente desproporcionados a lo que estaba sucediendo; considerando que no sucede lo mismo cuando alguna mujer es víctima de la violencia. Los comentarios y las reacciones no se hicieron esperar. El video se hizo viral, los medios argentinos le dieron cobertura; como reacción, en el Obelisco de Buenos Aires celebraron “El Tetazo”, cuyo objetivo fue mostrar apoyo a éstas mujeres, dejando claro que los pechos femeninos han sido sexualizados y por lo tanto censurados a conveniencia del consumidor, quien además ha establecido estereotipo donde hay un busto adecuado y otro no tanto para ser exhibido.
El evento dio cabida distintas organizaciones a favor de la igualdad de género. La mayoría de sus asistentes con el torso descubierto, con consignas en su cuerpo o expresándolas de manera verbal. El mensaje, dirigido en todo momento al derribo de esos cánones de belleza que muchas veces nos limitan y nos hacen merecedoras de ciertos calificativos que por lo general, están fuera de lugar. Eso, considero que es parte de la lucha continua que el feminismo como movimiento debe recalcar. Sin embargo, en los videos vistos en las redes, me llamó poderosamente la atención como esas mismas manifestantes agredieron a hombres que pretendían acompañarlas o como se expresaban de manera despectivas acerca de ellos. Uno de los argumentos es que eso era una lucha de ellas y que no había espacios para ellos.
Estudiando el feminismo he aprendido que toda expresión de denuncia que busque igualdad y se haga sentir, suma; pero ¡CUIDADO! La violencia lejos de acercarnos a nuestro objetivo, nos aleja de donde queremos llegar, generando más señalamientos, burlas y restando credibilidad. No es necesario descalificar y agredir a hombres y mucho menos cuando su intención es apoyarnos. En ese caso, hay que darles la bienvenida, hacerlos partícipes activos porque al fin y al cabo, hombres también son nuestros padres, hermanos, hijos y parejas.
Ciertamente, el machismo, – no el hombre – es el enemigo a vencer, pero detrás de su definición también hay mujeres que lo avalan, mujeres que crían hombres “fuertes”, mujeres que aplauden las actitudes machistas de sus esposos, mujeres que educan a mujeres con el fin único de conseguir un marido que las mantenga. Esto es, al parecer algo que está sembrado en nuestro subconsciente, por lo que muchas situaciones cotidianas pasan desapercibidas; pero es precisamente por eso que hay que insistir en educarnos haciendo énfasis en los porqués de una sociedad más justas, sus beneficios, sus alcances. La mujer inteligente, poderosa, no es un ente aislado de la sociedad, pero si una pieza clave para su desenvolvimiento, por eso como parte de las estrategias debe incluir al hombre en su lucha, haciéndolo su aliado y educándolo desde la infancia para entender que el poder, los carros, los deportes, no son un asunto exclusivo de hombres; así como la casa y los niños no so solo asunto de mujeres.
El camino es duro, hay que tener mucha claridad mental y sobrada determinación. No hay espacio para tibiezas ni medias tintas, pero hay que ser inteligentes, también hay que evitar el conflicto, ese que dicho en palabras de Evangelina García Prince, nos quita tanto poder.