Por: Ana Mary Risso Ramos
“Haz como el sándalo que perfuma al hacha que lo hiere”, crecí escuchando esta
sentencia de los labios de mi madre desde muy pequeña, me parecía hermosa,
poética, hacer el bien hasta en las situaciones más extremas, compatible por
supuesto, con la educación religiosa formal y familiar que recibí pues provengo de
una familia católica y “curera”, mis abuelos y padres siempre han mantenido
estrechos vínculos de amistad con sacerdotes y monjas, así que llegué a adulta
sin cuestionar el mandato subliminal de la frase que siempre me repetían cuando
había discusiones o desaveniencias con hermanas, compañeras/os de clase o
amistades.
Ahora de adulta, viviendo el desastre en que han convertido a Venezuela,
cuestiono esas sentencias maternas porque no son compatibles con la realidad
que nos toca vivir cotidianamente: abusos, atropellos, violación flagrante y
reiterada de nuestros derechos más básicos, somos “objetivos” de paramilitares
oficialistas simplemente por disentir políticamente, declarados enemigos a
destruir por ellos y por el régimen que representan, cuando nos someten al
hambre, a la muerte por mengua o víctimas de la inseguridad provocada por
delincuentes apoyados por un sistema que los utiliza como política pública para
mantener el control y disuadir las protestas.
Una cosa es no devolver el golpe por venganza y otra muy distinta es lo que me
recomienda la frase materna de ¡“perfumar a quien me hiera”!. No es
mentalmente saludable adaptarse a la anomia, resignarse a la anarquía impuesta
por delincuentes que utilizan las diferencias políticas como excusa para atropellar.
Hay otra sentencia materna que si me parece apropiada para estos tiempos
borrascosos “tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe”, que prevenía
sobre el abuso de la nobleza y bondad de las personas, porque hasta el más
manso en algún momento pierde la paciencia y reacciona contra quien abusa de
él.
El doble parámetro de valoración (discriminación) sexista también se puede
evidenciar en cómo las mujeres deben responder ante agresiones físicas o
verbales tanto en el espacio público como en el privado/doméstico; cuando los
hombres defienden sus derechos incluso mediante la violencia son socialmente
bien vistos, son considerados “valientes”, pero eso mismo no ocurre cuando se
trata de las mujeres, la sociedad espera que las mujeres sean “mansas, puras y
castas”, no deben responder y menos aún reclamar derechos, deben ser sumisas
y tolerantes porque de lo contrario son descalificadas y vistas como “poco
femeninas”.
Para las mujeres salir al espacio público con la carga de estereotipos a cuesta
implica un stress adicional que no padecen los caballeros; si se defiende
verbalmente es considerada cuaima, conflictiva o problemática; si se ve en la
necesidad de defenderse físicamente ante algún abuso, ofensa o atropello
entonces la cosa es peor, las miradas acusatorias caerán sobre ella
reprochándole por ordinaria, chabacana, peleona, sin importar el motivo que la
obligue a reaccionar de esa manera.
El derecho a disentir, el derecho a expresar molestia y el derecho a defenderse
hasta neutralizar la agresión es algo que las mujeres debemos vindicar, no
tenemos por qué ser corderas que pacíficamente soporten atropellos y violación
de sus derechos, como santas de estampitas religiosas, en silencio mirando al
cielo con la esperanza de que algún caballero andante aparezca para salvar
nuestra honra. Nos bastamos y sobramos nosotras solas para defendernos, y no
hay razón para sentir vergüenza, temor o remordimientos por ejercer un derecho
que los hombres por siglos han considerado suyo: el derecho a defender su honor
e integridad.
Las mujeres no tenemos por qué andar “perfumando hachas” cuando
defendemos nuestros derechos, tampoco dejamos de ser femeninas y educadas
por levantar la voz y poner en su lugar a quien abuse o nos falte el respeto,
simplemente somos personas con derecho a ocupar un espacio en la sociedad
con la consideración que todos los seres humanos se merecen. Los derechos se
ejercen, no se mendigan, para cambiar al mundo es necesario que cambiemos
esas mentalidades machistas que aún están dentro de nosotras y atrevernos a
pisar duro, hablar con propiedad y sin miedo; no importa que nos digan locas y
brujas, aunque nos quedemos calladas también lo dirán, así que ¿qué importa lo
que piensen?, conquistemos nuestro mundo!!
“Nunca se debe gatear cuando se tiene el impulso de volar”
-Hellen Keller