En ocasiones, el mensaje sobre la necesidad de reconocer y modificar conductas sociales que limitan las capacidades de desarrollo individual de las mujeres, ya sea en el ámbito de sus familias o de las organizaciones, resulta ampliamente limitado por el profundo arraigo de las prácticas sociales que reproducen injustas discriminaciones de género. Tomar conciencia es, ciertamente, un paso inicial vital para mejorar el posicionamiento de las mujeres, para sensibilizar más a varones líderes, para despertar y motivar a chicas que están siendo encajonadas en roles estereotipados o, incluso para algunas que están siendo agredidas, quizá para atreverse a buscar ayuda sabiendo que otras chicas como ella han tenido opciones y han mejorado su situación.
Pero no es suficiente. Las prácticas a las que nos referimos están profundamente sembradas en nuestro quehacer familiar, de pareja, vecinal y social general. Además, no son prácticas sociales inherentes a un estado de desarrollo de un país, es decir, también los países más desarrollados tienen aún muchas de estas prácticas, aunque han reducido ampliamente algunas y, lo que resulta elemental para avanzar en la senda de la igualdad de oportunidades para todos, han creado los mecanismos institucionales de promoción, protección y sanción que limitan el alcance de las prácticas que encasillan, discriminan y limitan el libre desenvolvimiento femenino en todos los ámbitos de la sociedad, especialmente, la evolución en los espacios de decisión y poder.
Las prácticas sociales se estructuran y fortalecen desde la más temprana crianza. Las madres reproducen patrones machistas en sus hijas e hijos, facilitando la asimilación temprana de falsas diferencias y roles que luego contribuyen a cuestionar menos el alcance de prácticas artificialmente diferenciadas.
Estamos rodeados de sistemas que acumulan prácticas de género inequitativas y se requiere advertir a las futuras madres que podrían estar por criar a una niña, programada para alcanzar menos desarrollo que su vecino varón de la misma edad y estado socio económico.
Específicamente yo le diría a las mamás que pongan cuidado a no dar entrada al patrón de discriminación, ejemplificado en los siguientes aspectos educativos:
– Mi hija será linda, artística, expresiva, coqueta. En función de ello deberá esconder desde temprano sus partes íntimas, para evitar el anticipo de una agresión sexual masculina. El varón será fuerte, recio, ágil, despierto. Sus partes íntimas ni su sexualidad requieren ser protegidas de agresión.
– Rosados, muñecas, diseños florales, ribetes, lazos para el cabello, son el medio ambiente para ella. Azules, legos, figuras geométricas, sonajeros, autos, máquinas son para él.
– Las chicas crecen y ayudan a su madre en las tareas del hogar. Sus juegos son tranquilos. Si juegan en grupo, lo hacen en espacios controlados, preferiblemente dentro de las casas. Los chicos crecen y practican deporte, juegan en la calle, se pelean.
– Los chicos no deben llorar, llorar no es de hombres. Los chicos dejan pasar antes a las chicas, les abren las puertas, les ayudan en las tareas pesadas, les ceden puestos, si no, no son caballeros.
– Las niñas danzan, se contonean, comienzan rápidamente su preparación para el juego sexual, su forma de vestir sugiere lo que habrá de ser utilizado como herramienta sexual aún antes de que surja. Senos, glúteos, labios, piernas, cintura, ombligo, cuello, pies, manos, muñecas, orejas, cabello…todas son áreas de potenciación sexual a través de lazos, adornos, pañuelos, faldas y otras múltiples figuras de adorno y anticipan un desenvolvimiento que no se corresponde aún con su edad. Para los chicos pantalón, franela, pelo corto o pelo largo y ya. Un chico despeinado se ve simpático, una chica despeinada no tiene madre.
– Los chicos deben evitar pegar a las chicas, es cobarde, es de chicas pelear a golpes con chicas, porque son físicamente inferiores.
– Las mujeres no son sacerdotes, presidentes, directivos, mecánicos, fontaneros, carpinteros, bomberos, pilotos, jugadores de rugby, choferes de camión, obreros de construcción, empresarios. Los hombres no son recepcionistas, masajistas, servicio doméstico, esteticistas. Los hombres están desempleados, las mujeres tienen oficios del hogar.
– Si la mujer se enamora y se casa, debe pensar en los hijos, para criarlos y atenderlos. Si el hombre se enamora y se casa, debe proveer al hogar y apoyar a la esposa en el hogar (apoyarla porque es trabajo de ella).
Estos y otros muchos lugares comunes de la educación de nuestros hijos los predisponen y anticipan todo un juego social en el que la mujer no disputa espacios de poder típicos del mundo masculino y el hombre no participa de tareas y funciones típicas de mujeres. Te sugerimos utilizarlos como orientación inicial si estás leyendo este artículo y tienes hijos pequeños o piensas tenerlos.
Construyamos un mundo mejor preparando a nuestras hijas a gobernar, a decidir, a identificar sus oportunidades y decidir con ambición el espacio competitivo en el que podrían participar. Enseñemos a nuestros varones a desarrollar su sensibilidad, espíritu cooperativo y complementariedad de funciones sociales sin considerar el género como un condicionante de poder.
Reconozcamos en el ejercicio de la maternidad, nuestras propias pautas de comportamiento machista, pongámosle coto y cambiemos gradualmente el enfoque que le damos a los asuntos que requieren atención en términos de participación equitativa de género.
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