¿Cuál democracia?

¿Cuál democracia?
septiembre 11, 2019 Susana Reina

Este 15 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Democracia. Importante fecha para recordarnos, que aun con sus imperfecciones, la democracia sigue siendo el sistema político que mejor garantiza el derecho de la gente a elegir a quien les gobierna y a manifestar sus desacuerdos en libertad. La celebración de este año cobra mayor importancia cuando soplan a nivel mundial vientos fascistoides y posiciones ultra conservadoras que se apalancan en las supuestas ventajas de una “dictadura modernizante” y que promueven el retorno a prácticas anti libertarias que ya dábamos por superadas. Las mujeres en todo este cuadro lo llevamos peor, por cierto, en lo atinente a nuestros derechos sexuales y reproductivos y los políticos también.

Siendo que democracia significa inclusión, igualdad de derechos, diálogo, representatividad y civismo social, es lamentable es que en pleno siglo XXI constatemos que en América Latina las mujeres tienen muy poca participación en los espacios públicos y que por ello estén excluidas de la toma de decisiones dirigidas a las mayorías. Según ONU Mujeres en su más reciente informe de agosto 2019, en todo el mundo, solo el 6,6% son Jefas de Estado, 5.2% Jefas de Gobierno, 19.7% Presidentas de Parlamentos y 28% Vicepresidentas de Parlamentos. A escala mundial, en febrero de 2019 había 27 Estados donde las mujeres representaban menos del 10 % del total del parlamento en cámaras únicas o bajas. Todas estas cifras indican que estamos muy lejos de alcanzar la paridad y que los avances que se venían registrando se han detenido e incluso revertido en algunos países.

En enero de 2019, solo el 20.7 % de los cargos ministeriales estaban ocupados por mujeres y básicamente asignadas a carteras relacionadas con asuntos sociales, como familia, infancia, juventud, mayores, discapacidad, medio ambiente, recursos naturales, energía, trabajo, formación vocacional y por último, comercio e industria. Como se ve, en los escasos espacios disponibles, se siguen replicando los estereotipos sexistas que asignan a las mujeres el rol de cuidadoras y sostenedoras de familia.

¿Por qué las mujeres no están en los puestos de poder?

Las mujeres enfrentan múltiples barreras que obstaculizan su incorporación a la vida pública y su empoderamiento político y que le impiden gozar de igualdad de oportunidades para acceder a posiciones decisorias, haciéndolas objeto de discriminaciones y exclusiones de muchos tipos. Mientras más pobres, más difícil lo tienen, sobre todo sin son indígenas o afrolatinas.

Entre las posibles causas de baja representatividad femenina tenemos los estereotipos y sesgos de género que asocian más el poder con ser hombre que ser mujer, el enfoque androcentrista que pone al hombre en el centro de las decisiones como sujeto del supuesto saber, la tradicional relegación sexista de las mujeres al ámbito de lo doméstico, la feminización de la pobreza que incide negativamente en el tiempo y recursos requeridos para entrar en campaña y librar la lucha política, entre otras; todas estas manifestaciones machistas inciden en la baja o escasa visibilidad de las mujeres en la agenda pública, sobre todo para temas de alto impacto en la vida nacional.

Como dice Flavia Tello desde la Unión Iberoamericana de Municipalistas en su investigación sobre “Participación política de las mujeres en los gobiernos locales latinoamericanos”: “Tales condiciones han contribuido a que las mujeres carezcan de autoestima, confianza y valor requeridos para luchar en el campo político”. Es injusto culpabilizar a las mujeres y acusarlas de “autoexcluirse”, cuando las condiciones de participación son tan desiguales.

¿Qué podemos hacer para aumentar la participación de las mujeres en la política?

No creo que nadie dude a estas alturas, o por lo menos no debería, de que la presencia a partes iguales de mujeres y hombres en cargos políticos contribuye a generar nuevos modelos de liderazgo promotores de sociedades más justas e igualitarias que se traducen en oportunidades para todos. Hay evidencia bien sustentada además, sobre el efecto potenciador que tiene empoderar a las mujeres y niñas en la promoción del desarrollo económico y social de nuestros países.

Por esto, los partidos políticos y los gobiernos deben urgentemente adoptar medidas para cambiar las cifras que explican tan baja representatividad femenina en los puestos decisorios. Aquí algunas medidas:

–          Apoyar las acciones de discriminación positiva de carácter transitorio, estableciendo cuotas no menores al 40% o paridad 50’50 para asegurar que más mujeres entren en puestos salidores de elección popular.

–          Abrir espacios de formación y empoderamiento para el liderazgo democrático dirigido a hombres y mujeres para resignificar el concepto de poder

–          Levantar y hacer seguimiento a indicadores que desagreguen participación política por sexo

–          Diseñar políticas públicas que permitan a mujeres y hombres conciliar carga doméstica bajo el principio de la corresponsabilidad

–          Colocar en sus agendas el tema de la igualdad de oportunidades de forma que se legisle y debata la necesaria incorporación de las mujeres a la vida pública.

–          Condenar severamente los casos de violencia política e institucional y acoso sexual que impide a las mujeres sentirse seguras en sus carreras políticas, incluso dentro de sus propios partidos.

–          Proponer reformas legales relativas a la igualdad de género, como por ejemplo, la lucha contra la violencia contra las mujeres, la extensión de licencias paternales, la creación de hogares de cuidado para niños y ancianos, la promulgación de leyes modernas sobre igualdad de oportunidades y las reformas electorales que obliguen la participación femenina.

Es un mandato internacional

El Artículo 7 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) reitera la importancia de la representación de las mujeres en la vida política de sus países y su derecho a votar y a ser electa. El movimiento feminista ha recordado una y otra vez el necesario cumplimiento de estas y otras resoluciones legales aprobadas para tal fin, pero como suele suceder, una cosa es la igualdad formal de las leyes y otra la igualdad real o sustantiva que se observa en culturas que moldean prácticas habituales de exclusión. En el papel todo luce bien, pero en los resultados vemos que no hay tal voluntad de cambio por parte del poder político establecido.

La consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible previstos en el Pacto Global y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, no se van a alcanzar si no se incorporan a las mujeres en espacios claves de la economía y la política. Muy especialmente los partidos políticos, son espacios donde la promoción de mujeres es aún una tarea pendiente. Ojalá que se den cuenta pronto de que ninguna sociedad avanza sin nuestro apoyo.

Somos la mitad de la población, pero nos tratan como minoría. Por eso exigimos paridad, igualdad de reglas de juego y valoración positiva de la participación de mujeres en la arena política. Cuando cambien estas cifras, entonces sí, celebraremos con todo gusto los 15 de septiembre, porque si de algo estamos seguras, es que sin mujeres no hay democracia.

 

 

 

 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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