Conozco mujeres que no aceptan ser feministas porque sus ambientes familiares y culturales son de índole liberal y ven al feminismo vinculado a marxismo o revolución. A veces pasa que son de cultura cristiana y sabemos que, tanto católicos como protestantes, al igual que otras religiones, son protectores de una “verdad milenaria” que muchas veces les pone a la zaga en los avances sobre derechos de la mujer.
Algunas incluyen en el conflicto el término “igualdad”; no les gusta, les suena a socialismo. Lo matizan usando la palabra “equidad”, desconociendo que no son sinónimos y que alude a otro tipo de estrategia necesaria para alcanzar justamente la igualdad.
Confundidas, argumentan que el feminismo pretende construir una sociedad en la que todos seamos la misma cosa, en la que no podamos diferenciarnos. Es un argumento fácil de rebatir: el feminismo aspira a la igualdad de derechos. Aspira conseguir, entre muchos otros objetivos, que ningún niño sea educado con privilegios reservados para él solo por ser varón y que al hacerlo, se limite algún ejercicio de libertad para las niñas. O que más mujeres, cualquiera de ellas, puedan ocupar posiciones de poder sin tener las barreras que sólo ellas encuentran en el camino.
Confusiones ideológicas
Las dudas y rechazos que despierta el feminismo como concepto aglutinador, pasan por el uso que algunos grupos político-ideológicos hacen del movimiento. Por ejemplo, feministas de izquierda consideran que no es posible alcanzar igualdad de derechos si no se acaba con el capitalismo; incluso, algunas consideran que solo la revolución marxista acabará con el dominio patriarcal.
Creo que la humanidad ya acumula unas cuantas experiencias nacionales de revolución que han dejado en evidencia que el tránsito hacia la “nueva sociedad”, hacia la sociedad que además llaman “del hombre nuevo”, no ha tenido especial trascendencia en términos de poder femenino.
La sociedad-estado que se arma en los países donde se construyen regímenes marxistas, rara vez da paso a sistemas de igual representación e igual poder. No hubo una mujer presidenta en 70 años de revolución soviética, ni nada parecido a igualdad en la composición de género de los soviets. Tampoco en Yugoslavia, Cuba, China o Albania.
Ni de izquierda ni de derecha
En ningún partido político latinoamericano las mujeres tienen fácil el acceso al poder. El movimiento feminista usualmente facilita metodologías para el fortalecimiento de capacidades en la temática de empoderamiento para el liderazgo público, así como habilidades de comunicación y capacidad para organizarse, de forma que las mujeres con vocación política aprendan a desarrollar estrategias efectivas de incidencia pública.
Pero es importante entender que esas acciones no serán efectivas de forma aislada porque primero, esta lucha es colectiva y común a todas las mujeres independientemente de su posición ideológico partidista y, segundo, que la baja participación de las mujeres en este sistema, supuestamente democrático, responde a razones patriarcales montadas de manera histórica y sistemática para conservar el poder en manos de los “frates”, reproducidas en todos los espacios de poder político o económico, sean de izquierda o de derecha.
Feminismo es progreso
El feminismo en el que yo creo considera los cambios posibles de las sociedades liberales y democráticas occidentales como eje del desenvolvimiento deseable para avanzar en el campo de la igualdad de derechos.
Creo asimismo que, a pesar de las resistencias, la asunción feminista es impostergable y que si la humanidad tiene un futuro de mejoras y progreso es porque las mujeres lo construimos con nuestra participación en condiciones igualitarias en todos los espacios, públicos y privados.
No me importa si tengo más espacio de coincidencia con izquierdas o derechas. Con ninguno de esos sistemas a las mujeres nos ha ido bien, porque por encima de todos ellos, existe el sistema patriarcal, que marca el juego de las relaciones de poder entre géneros. No mordamos la trampa de anteponer la diatriba política polarizada a la lucha por los derechos de las mujeres, especialmente en Venezuela.