Mi silencio no me protegió. Tu silencio no te protegerá.
Audre Lorde
Por: María Alejandra Mancebo*
En un artículo anterior, les presenté un pequeño bosquejo de la posverdad y cómo este fenómeno deja secuelas en la mujeres que son señaladas y juzgadas por defender los derechos de otras. Dicha afirmación conlleva a quienes sufrimos procesos basados en mentiras emotivas, en ser personas sin rostro y sin identidad, como si esto no fuera suficiente en el ámbito jurídico por sus derivaciones negativas. Los efectos personales, emocionales y afectivos son tan devastadores en quien lo vive que su vida no solo les cambia … las silencia, ante el miedo de que no se les reconoce y por tanto la justicia restaurativa es un ideal que se cree no merecer.
Sí mis lectoras. Conozco a una persona con nombre pero sin identidad, que en este ensayo, ante el miedo que posee, no le permite entender que sí tiene derecho a ser víctima, a que se le reconozca como tal y por tanto reciba ese trato. Parece sencillo. pero los pongo en contexto. Una mujer profesional conocedora de las normas y que dedicó años para formarse y ser coherente en su accionar con sentir, un día cualquiera, cuando menos lo creía, la someten a un proceso (el cual pudiera ser tema de otro discurso) sintió y aun le pesa, la fuerza de un estado que actuó como un Leviatán, sin razón y sin justicia.
Seguramente se podrán preguntar ¿Si tiene los medios legales para defenderse, cuál es problema? Y es que la misma interpelación es la respuesta. Cuando una mujer es condenada por una sociedad machista que controla el poder, pero que además se debe defender con leyes basadas en sesgos sexistas, la tarea se hace más pesada, pues aun conociendo muy bien las normas, tal pericia se convirtió en su primer obstáculo, pues dejó de creer y el miedo la invadió.
Esa emoción creció de manera desmesurada y con su afán de ser la profesional que es, lo encubrió entre risas, trabajo y evasiones, en creerse ya no las mentiras emotivas que la tienen en agonía social, sino que se escudó en personas que solo ven lo que quieren conocer y le decían «no es para tanto», «lo peor pasó», «para otros es peor», «te veo tan tranquila», «debes ser valiente», «no te victimices», «no hables de eso» y muchas frases más, que solo le hicieron confirmar a esta mujer que no tenía derecho a ser víctima y menos llorar y sentir miedo.
Que daño hacemos al no solo construir victimarios que son víctimas y dejarlas en el sistema, a la par están lo que deberían apoyar desde la identidad de esa mujer, su individualidad, no desde sus parcelas de visión o dejarla sola cuando era muy querida. Al final esta mujer solo tiene miedo, quiere ser valiente pero si no se le reconoció ser víctima ante la posverdad que le tiene un proceso estigmatizante, no cierto y con restricciones a sus derechos ¿Cómo pedirle que no llore, duerma bien, no sienta pánico y el miedo la abandone? Es ese pesar que entumece la que le está dando identidad como víctima sin que ella entienda y segura de que no le gustaría, lo sé, la conozco bien.
Entre el dilema de lo narrado, esta mujer que solo quiere ser valiente ante lo que vive, trata de seguir su vida con máscaras para que no perciban el miedo que la agobia o su ataque de terror mientras lucha por cerrar su proceso. Tal descripción ya le pesaba y tiene ahora que afrontar el tener que renunciar lo que estaba haciendo y que les digo ama y pese al día a día, le daba la fuerza para ese coraje ineludible. Y ahora ¿por qué? Les doy la respuesta por ella: esta mujer sigue en batalla por tener identidad en un proceso motivado por mentiras emotivas y sufre daños emocionales que pocos quieren ver o les importa y pese a eso, es lo que le da identidad, pero no de víctima de violencia institucional y posverdad, sino víctima de estrés postraumático, no se siente con la valentía de cargar con daños para otros o que otros sean víctimas de ella.
Hoy le digo a mi amiga y a todas las mujeres que padecen algo similar que sí es válido que tengas miedo, son muchas las heridas. Es hora de ser valientes y esto se inicia con aceptar que es legítimo que sientas esa emoción y sentimiento, como bien lo expresa Eric Fromm en «Miedo a la libertad», una turbación estudiada ajustada a una cultura patriarcal.
Mujer: muchas veces para ser valiente, primero o de manera simultánea, se tiene que sentir y aceptar el miedo, ese que te hizo victimaria sin serlo y te niega la cualidad que posees de víctima. Hoy te agregan el peso de renunciar por ser una mujer con principios con derecho a tener miedo y no cargar con las culpas de una cultura dominante.
La pregunta no es quién me lo va a permitir, sino quién va a detenerme.
Ayn Rand
*María Alejandra Mancebo
Defensora de los Derechos de la Mujer
Docente Universitaria por más de 27 años (Venezuela)
Co-fundadora de Cata Jurídica con Tacones
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0208-0134