Por María Alejandra Mancebo*
El término de la «posverdad» no es nada nuevo, pero hoy es muy usado y tiene relación con la violencia contra la mujeres. Acontece que nos hemos acostumbrado al engaño y lo normalizamos y es paradójico que, en la era de globalización, se consienta la manipulación y de ella se victimice a las personas por las mentiras emotivas, aspecto que abarca de manera sorprendente a la mujeres.
Como bien lo explica Joan García del Muro y lo comprendemos con nuestra propia reacción o actuación al saber de una noticia donde se narra que, pongamos por caso, Juana, profesional reconocida y presuntamente querida, estafó a varias personas; circula la información en redes y ya es culpable y después que juzgamos y trasmitimos, nos preguntamos: ¿Será verdad lo que dice? ¿Cómo puedo saber si realmente es un hecho o es un rumor de esos que tanto abundan? ¿Cómo podemos salir del bloqueo que esto nos produce?
Lectores, conozco un caso de cerca donde la posverdad convirtió a una mujer inocente en procesada y a su vez en víctima, pero sin identidad…
La manipulación se relaciona con la violencia y la victimología, porque la posverdad no es sinónimo de mentira, es algo mucho más complejo. No es puramente “no decir la verdad consciente y voluntariamente”. Envuelve varias extensiones y diversos pasos en su proceso que genera violencia y manipula a las víctimas en este caso mujeres para que acepten su condición, desfiguran la justicia y victimizan a las víctimas, mujeres víctimas sin identidad.
La posverdad la define el «Diccionario de la Lengua Española» como «distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales». Otros autores la concretan llanamente, como “mentira emotiva” o “la mentira decorosa” o como “la mentira verosímil”.
De allí que Zarzalejos, enfatiza que “la posverdad consiste en la relativización de la veracidad, en la banalización de la objetividad de los datos y en la supremacía del discurso emotivo, o sea, se acentúa lo emocional».
Lo arriba narrado nos hace inferir que su manipulación es intencional y pretende cuestionar el abordaje penal de la victimidad de la Mujer.
De un lado, la victimología positivista, en la primera mitad del siglo XX, evidenció el esencialismo penal, responsable de la abrupta delimitación normativa de la identidad victimal. Sobreviene de la identidad victimal que se centra en demostrar la iniquidad del rechazo que viven muchas Juanas procesadas por mentiras emotivas y las que el sistema excluye de modo discriminatorio. Tal rechazo, soportado por estas mujeres víctimas sin identidad constituyen una criminalización de la victimidad.
Sin duda la nueva visibilidad de las mujeres víctimas sin identidad, atañe a la victimidad donde se ubica a las mujeres afectadas de la posverdad y se les reconoce al asumirlas como víctimas (bien la sociedad, de los medios de comunicación, de la injusticia, las creencias, opiniones…)
Respetando los criterios, elevo como postura que la victimización y la victimidad, deben proponer el reconocimiento victimal de las mujeres que día a día son sujetas de mentira emocional y dejar a un lado el positivismo machista tomado durante mucho tiempo de cifras de intereses patriarcales y luchar por los derechos de las mujeres victimas sin identidad, fundado en enfoque humanista, de género e interseccional.
Es el momento que las mujeres elevemos nuestra voz ante el uso desatinado, por desmesuradamente extenso de los términos verdad y falsedad, pues es una lucha desde el poder machista que busca la mayor dominación.
En justa correspondencia al encontramos en aquellos entornos que representan alimento para este leviatán llamado posverdad, es la hora de dejar a un lado bajo el sesgo de una visión interaccionista simbólica la a construcción de víctimas ideales, de carácter secundariamente victimizante y dar paso a los movimientos feministas en la agenda de la victimológica, para dar el debate sobre identidad victimal de la mujer con la posverdad. Este esfuerzo de todas no solo permitirá dar cara a la victimas sin identidad sino también a crear las condiciones por las que la propia mujer víctima pueda, más codiciosamente, liberarse a sí misma.
Reflexión
En consonancia con esta visión, este ensayo pretende visibilizar a las mujeres víctimas de la posverdad, cuya no identidad no solo compete a las ciencias del derecho, sino a la sociedad … es un reto de valores y conciencia, pero sobre todo de valentía … una mujer víctima de mentiras emotivas sufre en silencio al no tener identidad y pensar que es responsable de ello, lo cual lo hace más propensas a la depresión y al suicidio, ello lo expreso pues he sido una de ellas.
«Este mundo no va a cambiar a menos que estemos dispuestos a cambiar nosotros mismos».
Rigoberta Menchú, Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO y Premio Nobel de la Paz en 1992
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REFERENCIAS
Herrera M (2014) ¿Quién teme a La Victimidad? El Debate Identitario en Victimología Revista de Derecho Penal y Criminología, 3.ª Época, N.º 12
Morales, E ( 2018) La posverdad y las noticias falsas: el uso ético de la información) Universidad Nacional Autónoma de Mexico
Zarzalejos J y otros (2017) La Era de la Posverdad: Realidad Vs. Percepción WWW.REVISTA-UNO.COM
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* María Alejandra Mancebo. Directora de Postgrado de la Universidad Yacambú (Venezuela). Co-fundadora de Cata Jurídica con Tacones . ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0208-0134