“Les digo una cosa: las mujeres enriquecen la vida. No solo en lo privado, también en la política. No tengan miedo. No saben siquiera lo que se están perdiendo”.
Angela Merkel, 2018
Tuvo que dejar el poder para admitir que era feminista, quizás calibrando el impacto que su declaración hubiese generado al decirlo en algún momento de los 16 años que gobernó como Canciller y los 30 como diputada. Sin duda Merkel se masculinizó en muchos aspectos para sostenerse en el poder y por ello su liderazgo fue aceptado, admirado y bien recibido. Esa estrategia nos ha dado dividendos a muchas cuando nos jugamos la permanencia y el reconocimiento, por eso la entiendo.
Angela Merkel admitió que antes era mucho más tímida y que le daba vergüenza declararse públicamente feminista, motivo por el cual se refería a su posición frente al movimiento con ambigüedad. Algunas amigas me decían que lo importante eran sus acciones en favor de los derechos de las mujeres más que el acto de ponerse la etiqueta de feminista. Por ejemplo, al inicio de su mandato, Merkel se oponía con firmeza a las cuotas de paridad de género y al final se aprobó su adopción obligatoria por parte de las empresas en su país.
Obviamente, ella fue madurando en torno al tema de la igualdad y se dio cuenta de que son necesarias políticas audaces para lograrlo. Pero junto a las acciones, creo en el poder transformador de las palabras y en la importancia del lenguaje para fijar posición clara y contundente, por aquello de que las declaraciones construyen realidades. Por eso su testimonio, aun pronunciado a días de su salida del poder, es super importante para las generaciones por venir. Como decimos por aquí “más vale tarde que nunca”.
Feminismo no es estigma
«En lo esencial, el feminismo consiste en decir que los hombres y las mujeres son iguales, en su participación en la vida en sociedad, a lo largo de la vida. En este sentido, puedo decir ahora que yo soy feminista» dijo Merkel y añadió: «En mi opinión, el feminismo está vinculado a un movimiento de lucha para introducir la igualdad de género en la agenda social«.
¡Exacto Merkel! Esa es la intención del movimiento feminista: avanzar como sociedades hacia la modernidad y el equilibrio de poderes. Este propósito tiene que ser independiente de la posición política ideológica y de la preferencia religiosa que profesemos, porque el patriarcado no conoce de fronteras y permea todos los ámbitos de la vida. Que una demócrata cristiana diga “sí, soy feminista”, no debería llamarnos la atención porque a ellas también las discriminan.
Pero al mismo tiempo, este mensaje, pronunciado por una de las mujeres más poderosas del mundo (según Forbes 2020 por decimocuarta ocasión) debería ser bien escuchado por los hombres y mujeres de los partidos conservadores, como señal de que el mundo cambió y que las jerarquías sexistas tienden a desaparecer.
Alemania tierra feminista
Las mujeres en Alemania han demostrado capacidad y voluntad para gobernar a lo largo de la historia. Desde las luchas sufragistas de Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo a inicios del siglo XX, les siguió una estela de mujeres poderosas como Elisabeth Schwarzhaupt, primera ministra mujer de la historia de Alemania en 1961, Annemarie Renger, primera presidenta del Bundestag y muchas otras ministras y lideresas políticas, incluyendo a Ursula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea.
Alemania es uno de los países con menor brecha de desigualdad sexista. Para el 2020, de acuerdo con el Ranking Global de Brecha de Género, su índice es del 78.7% lo cual lo ubica entre uno de los diez países con menor desigualdad entre los 153 países analizados. Para su cálculo, este indicador toma en cuenta la división de los recursos y las oportunidades entre hombres y mujeres en la participación en la economía, en el mundo laboral cualificado, en política, acceso a la educación y esperanza de vida.
Las mujeres representan el 33% de los 6.211 candidatos a elecciones este año, en comparación con el 29% de las últimas elecciones en 2017. A pesar de los avances, como dijo la misma Merkel falta mucho por hacer: “Muchas mujeres políticas siguen siendo hoy objeto de abusos verbales, amenazas e incluso odio descarado…Para decirlo sin rodeos: todavía no hemos conseguido la igualdad real entre mujeres y hombres en Alemania”. Ojalá sus sucesores tomen este testigo y que las mujeres que votaron todos estos años por ella, aun sin ser conservadoras, se movilicen para defender y ampliar los derechos de los que hoy pueden gozar.
Poderosas empoderadas
Las mujeres en el poder como Merkel tienen que empoderarse más. Eso pasa por reconocerse públicamente como parte de la mitad poblacional que ha sido históricamente oprimida y a quien se le han limitado libertades de todo tipo.
Está demostrado que cuando una mujer ejerce posiciones de poder político o empresarial, ayuda más a otras mujeres dándoles voz, espacio, empleo, promoviéndolas y legislando más a su favor y de las familias. Por ello tenemos que apoyar más a las mujeres que tienen reales probabilidades de dirigir para que desde allí, con conciencia feminista, cambien todo.
Apuesto también a que las feministas construyamos una cultura donde una dirigente con tanto poder como Merkel pueda decir abiertamente sin temor a perder influencia, que es feminista, y que nadie la condene por ello. Lo estamos logrando.