¡Bienvenida la generación de cristal!

¡Bienvenida la generación de cristal!
agosto 11, 2021 Susana Reina
feminismo

Veo con creciente frecuencia el uso de la etiqueta #Generaciondecristal en muchos de los comentarios hechos en las redes sociales cada vez que alguien se queja o rechaza mensajes que considera ofensivos. Al principio pensé que se trataba de las metáforas que desde el movimiento feminista se han usado para mostrar los mecanismos de exclusión institucionalizados contra las mujeres como el techo de cristal o el laberinto o precipicio de cristal que muchas hemos padecido, pero no.

Parece que el término “cristal” se emplea en estos casos para asociarlo a fragilidad, vulnerabilidad o extrema sensibilidad a críticas, chistes o contenidos que en generaciones anteriores eran tenidos como “normales”, como el machismo, racismo, clasismo, edadismo, homofobia y otras intolerancias, y que por falta de in-formación, no eran tenidas como perjudiciales.

Memes, insultos, descalificaciones y ofensas reciben quienes se atreven a cuestionar mensajes llenos de estereotipos o sesgos que tanto abierta como sutilmente refuerzan discriminaciones disfrazadas de sentido del humor o bajo el escudo de la libertad de expresión. En tono bastante amenazante, cuando se publica un chiste o una crítica sobre algún grupo vulnerable, antes de que alguien diga nada, siempre sale alguno a advertir con un “esto alterará a los ofendidos de siempre”. Se permiten ponderar la prioridad o importancia de lo que se publique, llamándose como en manadas para juntos burlarse de los mensajes y calificar de aburridos a quienes no les rían las gracias.

Me atrevo a decir que no es solo un tema generacional, aunque obviamente la gente más joven está más conectada con tendencias modernas y a tono con nuevos valores sociales, sobre todo quienes reciben mejor educación y tienen más acceso a internet. Pero en realidad este “neo insulto” lo recibe cualquiera que exprese su desacuerdo con lo que está normalizado y aceptado en una sociedad llena de desigualdades de todo tipo, pero claro, si se es joven, mujer, hombre joven, feminista, activista de derechos humanos u homosexual, la andanada es mayor.

“No aguantan nada”

A los que nacimos en los 50 o 60 nos formaron con mano dura. Mujeres y hombres, crecimos en medios machistas que privilegiaron la disciplina férrea por encima del diálogo comprensivo. Creímos que soportar las adversidades sin pedir ayuda era muestra de fortaleza de carácter y nos preparaba para la vida.

Conseguir además éxito financiero o profesional cuando llegamos a grandes reforzó la idea de que ese era el camino correcto.  “A mí me tiraron más de un chancletazo y no me traumaticé” dice una tuitera ante el rechazo que produjo el anuncio de la venta de una línea de objetos de diseño, alabando los métodos de las mamás de antes para criar a los hijos. Una clara apología a la violencia que seguro aun ocurre y cuyas consecuencias en la estabilidad emocional de quien recibe la agresión, se soslayan u ocultan. Porque quien se queja es pusilánime, es frágil como el cristal y hay que caerle en cayapa.

Las técnicas educacionales y pedagógicas modernas llegaron años después. La crianza respetuosa y las teorías del apego que practican los padres y madres modernas, con frecuencia se colocan como causa del surgimiento de esta generación que recibió más cuidados que la anterior. Fueron criados en entornos más seguros y protegidos para que no sufrieran las carencias de sus progenitores y eso “los ablandó”, dicen quienes critican estas reacciones que ponen a las emociones en primer plano.

Otra lectura es posible

A nadie le gusta ver flaquezas propias o ajenas. Pocos admiten sus quiebres y frustraciones públicamente. Llorar ante circunstancias difíciles se interpreta como debilidad extrema. Se ponen en duda las destrezas y capacidades de quien declara su fragilidad emocional.  Se estigmatiza socialmente al débil enarbolando la bandera darwiniana de la sobrevivencia del más apto con mensajes de guerra y la inevitable vida dura y cruda de la selva. Esos son los valores que nos han traído hasta aquí.

Pero todo está cambiando. Lo que antes nos parecía normal ya está en camino de ser transformado: el acoso sexual en el trabajo, el rechazo a los pobres, indios o negros, el deber de una mujer a casarse y tener hijos, los estándares estéticos corporales para ser aceptados, entre muchas otras anormalidades, están en la lupa del exterminio y esta nueva generación rebelde y digital lo está asumiendo como bandera con el poder y la fuerza de sus emociones.

Ellos y ellas se activan tomando protagonismo para defender causas llamadas a combatir injusticias, exponiendo con más franqueza sus temores y sentimientos. Cuestionan más, se exponen más, se sensibilizan más ante problemas globales o cotidianos y se involucran más, con todo y la ansiedad que ello les pueda generar.

El cristal es también transparencia, reflejo y proyección de luz, absorción de energía. Es diverso, maleable, reciclable y precioso. Vamos a darle la vuelta a esa etiqueta peyorativa que nos quieren endilgar, para transformarla en un nuevo nivel de conciencia que aplica a quienes no nos conformamos con modelos de vida llenos de prejuicios, a quienes no alentamos la opacidad de las injusticias ni callamos por temor a que nos tiren piedras. Mejor ser cristal que hierro en esta búsqueda por una sociedad más justa y equitativa.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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