En este mes de marzo estamos cumpliendo un año de la declaración de pandemia por coronavirus y el inicio de cierre de fronteras, confinamiento, cuarentenas, toques de queda, paralización de la economía y el desafiante “home office” que aún hoy nos acompaña.
A lo largo de este periodo hemos experimentado una dura vivencia de incertidumbre, de alta vulnerabilidad al riesgo, de descontrol por no saber cuándo va a tener punto final tamaña interrupción a la normalidad.
Todos los informes de organismos oficiales que abordan la temática del desarrollo humano destacan que este es un punto de inflexión que está marcando un antes y un después en la economía, la política, la educación, la seguridad sanitaria y la sociedad en su conjunto. Destacan además que el mayor impacto lo están recibiendo las mujeres y las niñas de manera diferenciada, al punto de proyectar un retraso de por lo menos diez años en los ya lentos avances que se estaban registrando en materia de participación femenina en todos esos ámbitos.
Las disparidades se acentúan
En las crisis las desigualdades se intensifican y las brechas se amplían más. Es lo que está pasando: los más ricos, los decisores, los poderosos, son los que tienen acceso a las nuevas vacunas salva vidas y también al internet que se necesita para hacer teletrabajo, al tiempo valioso para sostener un trabajo bien recompensado, al refugio seguro para el “quédate en casa” y todas las protecciones requeridas en momentos de emergencia. Los derechos pasan a ser privilegios cuando los recursos son escasos y fallan las instituciones que tienen el deber de velar por el bienestar colectivo.
La histórica discriminación y exclusión de las mujeres de los espacios de poder las pone más lejos ahora de gozar de todos sus derechos. Los datos a nivel mundial que aportan la Organización Internacional del Trabajo y ONU Mujeres, entre otros, son más que elocuentes: la pandemia sumirá a 96 millones de personas en la pobreza extrema en el 2021, de las cuales 47 millones son mujeres y niñas; como consecuencia, el número total de mujeres y niñas que viven con USD 1,90 o menos ascenderá a 435 millones.
Se calcula que más de 11 millones de niñas podrían no volver a la escuela después de la crisis de la COVID-19. La evidencia de crisis anteriores revela que muchas no retomarán sus estudios. Las mujeres son mayoría en muchas de las industrias más golpeadas por la COVID-19, como las de servicios de alimentación, las minoristas y hostelería.
Ellas ganan y ahorran menos, representan la mayor parte de los hogares monoparentales y ocupan de manera desproporcionada puestos de trabajo precarios en la economía informal o el sector de servicios, con menos acceso a protección social. Esto se traduce en menor capacidad para hacer frente a desastres económicos que los hombres. No por casualidad las mujeres son el sector de la población que más depresión, soledad y ansiedad está sufriendo en esta pandemia, atribuible a la combinación de trabajo o teletrabajo, sumado al cuidado de hijos y el ejercicio de otros roles impuestos por su género.
Una agenda feminista para la post pandemia
Si algo puso al descubierto esta crisis por Covid19 fue la importancia de los cuidados para el sostenimiento de la vida productiva. Increíble que no se remunere ni se considere trabajo atender a niños o ancianos, hacer comida, limpiar casa y encargarse de la dura carga doméstica en general. En la agenda de luchas este tiene que ser el primer punto: una nueva economía donde la corresponsabilidad en las labores reproductivas esté garantizada por los gobiernos y las empresas.
Ahora más que nunca el estímulo a la participación política de las mujeres bajo leyes de paridad debe ser impulsado. Cuotas en las juntas directivas, cuotas en los partidos políticos, cuotas en los parlamentos. Si no estamos en donde las decisiones se toman, las soluciones ofrecidas seguirán siendo parciales y limitadas por no considerar las voces y necesidades de la mitad de la población.
Permisos natales paternales en igualdad de tiempo que el de las madres, inversión financiera para fortalecer emprendimientos empresariales femeninos, mejor remuneración y valoración social a maestras, trabajadoras domésticas y enfermeras, seguridad social para quienes desempeñan oficios de sostenimiento y todas aquellas medidas que, bajo principios de equidad, corrijan este fatal desbalance.
Para darle un sentido positivo a esta calamidad, tengamos la ambición de cambiar de raíz el escenario previo a la pandemia que originó tanta desigualdad y hagamos acuerdos para incorporar otra mirada social y cultural al rol que mujeres y hombres debemos jugar en una sociedad resiliente y sostenible. Este 8 de marzo 2021, Día Internacional de la Mujer en pandemia, será una buena fecha para exigir que la defensa de nuestros derechos tenga máxima prioridad en la agenda global.
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[…] esperamos el fin de una pandemia que puso foco en otra que las feministas ya conocíamos bien y luchamos por erradicar, vale la pena reflexionar hoy, y todos los días, sobre la […]