LA NONNA SE N’È ANDATA

LA NONNA SE N’È ANDATA
septiembre 24, 2018 Vanessa Federico

Por Vanessa Federico

Mi nonna se llama Pasqualina, nació en el año 1941 en un pequeño pueblo de la provincia de Teramo, Abruzzo llamado Marrocchi, en Italia. Su familia se dedicaba a la agricultura, al trabajo en el campo y al cuidado de animales de granja. Para esa época era uno de los mejores trabajos que podía tener una familia; trabajar las tierras de personas adineradas era todo un privilegio. La familia era pequeña, estaba formada por su mamá, su papá, su hermano mayor y mi nonna, la hija menor.

Desde muy pequeña mi nonna quería estudiar, ir al colegio, aprender mucho y algún día poder ser maestra de una escuela, pero claro, en esos años las familias destinaban los pocos fondos que tenían para que el hijo mayor estudiara, fuera a la universidad y se desempeñara como profesional; en cambio las mujeres debían aprender un oficio, un arte o simplemente ser una esposa intachable. Sin darse cuenta fue descartada automáticamente su posibilidad de poder ir a la universidad, pero no todo fue malo, pudo terminar su bachillerato, un logro para esos años.

Al terminar el colegio comenzó a estudiar corte y costura en una casa del pueblo, donde iban las chicas jóvenes que querían aprender un oficio. Me contó que estaban todas las muchachas de su edad además de profesoras increíbles que en cuatro años le enseñaron el oficio que le ayudaría mantenerse durante su vida. En esa casa de costura aprendió de la mano de los mejores, aprendió de gente famosa como el hermano de Georgio Armani, quien años después se volvería famoso por su impecable corte en los trajes de caballero, aprendió el valor de la mano de obra, aprendió el valor de sus manos y de lo que era capaz de crear con su imaginación. La graduación fue sencilla, su diploma tiene la firma de sus maestras más queridas y en una esquina “9 de septiembre de 1956” toda una joya para la historia.

Inteligente, bonita, aguerrida y con mucho estilo, Pasqualina conoció a un mecánico de su pueblo, un joven que sin decir una palabra la pretendía. Antonio era un muchacho sencillo que se destacaba en la mecánica automotriz, no porque hubiese estudiado, sino por qué aprendió viendo a los demás trabajar. Venia de una familia humilde igualmente que buscaba un mejor futuro en América.

Para el año 1957 y 1958 aproximadamente, Italia se recuperaba de la segunda Guerra Mundial y eran pocas las oportunidades de salir adelante a menos que migraras a los países latinoamericanos, para eso debías enviar una carta solicitando permiso para poder entrar al país, en ese entonces Antonio envió la carta para emigrar a Suiza y para Venezuela, respondió Venezuela.

En el año 1959, Antonio y Pasqualina tenían un año de novios, y justo en ese año llegó una carta desde Venezuela aceptando su solicitud de emigración. Sin más remedio Antonio tuvo que irse, pero antes de partir se comprometió con mi nonna prometiéndole que volvería para casarse. Los años pasaron y por la cantidad de trabajo Antonio no pudo volver a Italia para casarse, pero casi a diario le enviaba una carta pidiéndole que fuera a Venezuela.  Al poco tiempo, Pasqualina se casa en Italia por poder con el padre del novio. La boda fue muy bonita, el vestido impactante, todos en el pueblo murmuraban que se había casado con un viejo, pero en realidad era su suegro. Al poco tiempo después mi nonna viaja a Venezuela en barco, para esa época era casi como un crucero, el viaje duraba 30 días, había comida de lujo, espectáculos en las noches, camarotes muy lindos y el barco lleno de mujeres jóvenes que venían por sus maridos o a buscarlos.

Al llegar a Venezuela todo era hermoso, el puerto de La Guaira era todo un sueño, por supuesto mi nonno la esperaba en un carro rojo descapotable, un ramo de flores y una casa.

Llegar a Venezuela en los años 60 era todo un reto, pero abundaba el trabajo y era bien pagado, alcanzaba para comer, divertirse y de vez en cuando darse un gusto, el trabajo era el pilar de las familias que llegaban a Venezuela desde otros países que solo buscaban un mejor futuro que no les daba su país natal en la post guerra.

Los años pasaron, la familia creció, sufrimos pérdidas importantes como la de mi nonno Antonio, peleamos, nos acompañamos en los momentos difíciles y celebramos los momentos de dicha siempre acompañados por los bizcochos de la nonna o de sus ñoquis, todo un menú para recordar. Pero aun la historia no acaba.

En el año 2018, mi nonna con 75 años decide irse a Italia. Nos lo dijo una tarde cuando cosía mi vestido de graduación, nunca lo olvidaré. La sensación es justo la que sientes cuando te dan un puñetazo en la cara, ni siquiera sabes cómo reaccionar, ves todo en cámara lenta.

Para nadie es un secreto la difícil situación que atraviesa Venezuela en materia de salud, que en realidad es lo que más preocupa a mi nonna, pero ¿cómo se va a ir mi referente de vida justo ahora?, le preguntaba repetidas veces, ¿nonna es en serio?, ¿cómo te vas a ir?, la verdad no lo podía creer, pero la fecha tope era 10 de septiembre de 2018.

Cuando mi nonna me dijo aquella noticia yo pensé “Ah, no importa apenas estamos en marzo. Falta mucho todavía”, pero el tiempo pasa volando y te hace sus jugadas. Sin avisar llegó la primera semana de septiembre y no se hablaba de otra cosa, sino de la partida. Confieso que fue desgarrador ver la casa de mi nonna casi vacía, sus tres maletas repletas y la sensación de “a lo mejor no la vuelves a ver”, detesto esa sensación. Todos a mi alrededor me dicen “Vanessa tranquila, va a un sitio mejor”, sin embargo nada de eso me calma. En Venezuela todos están acostumbrados a que los más jóvenes son los que se van, pero nadie me dijo qué hacer cuando alguien tan cercano a ti como una abuela se va.

Por encima de todo, me queda la satisfacción de haber tenido en ella un ejemplo de lucha, carácter y humildad, pues al final, son los valores que nos ha enseñado lo que nos abren futuro, sin perder de vista nuestras raíces y de dónde venimos. 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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