Por Gabriela Caro
Es bien sabido que la sociedad en general tiene un culto al pene, más o menos explícito desde la crianza hasta la adultez. Es una cultura falo céntrica y en torno a ello todo es exagerado y halagado. Yo no he visto en mis tres décadas de vida al primer hombre que esté descontento con su pene, así sea un viejo decrépito o un chamo desgarbado, todos creen que su miembro es lo máximo, porque así los hace sentir culturalmente el sistema con sus respectivos códigos. Todo individuo que tenga otro pene, es digno de respeto y cuidado, es decir es un par, un homólogo, incluye a unos, descarta a otros, a quienes no lo tienen, claro está.
¡Pues casi el 50% de la población mundial tiene vulva! Si, vulva, no vagina, es vulva.
Solo para aclarar, según Plannned Parenthood “la vulva es el conjunto de los genitales femeninos; incluye: los labios vaginales, el clítoris, la abertura vaginal y el orificio uretral (por donde sale la orina). Si bien la vagina forma parte de la vulva, muchas personas dicen “vagina” cuando en realidad, están hablando de la vulva”
La vulva merece ser reivindicada socialmente, aunque irónicamente siempre ha estado en el mismo sitio, es necesario darle su justo valor, asumirla y conocerla sobretodo por nosotras mismas.
Comentaba con un amigo que las vulvas son desconocidas y él no podía parar de reírse, mejor dicho de burlarse porque me decía, que si la mitad de la población tiene vulva, la otra mitad de la población pasa su vida haciendo de todo para meterse en las vulvas, lo cual es cierto pero no siempre es bueno; quizás tuve que haber reemplazado la palabra desconocidas, por subestimadas, aunque yo insisto en el hecho de que están opacas, no son ensalzadas en toda su dimensión.
Además le replicaba, que ese porcentaje de la población quiera meterse en las vulvas no quiere decir que las valore, ni siquiera que las conozcan bien, porque es de dominio público que no es una virtud masculina velar por el placer femenino, que si bien también es recíproco y una responsabilidad de las propias mujeres, si dice bastante de un hombre que éste se contenta con sólo su placer en la relación sexual y el porcentaje no es pequeño.
Es tan ignorado el sistema de la vulva, que desde la década de los 80’s no hay estudios significativos sobre el placer sexual en las mujeres y su respectiva estimulación. Se sigue creyendo en mitos y estigmas cuando se trata de la sexualidad femenina siempre ligada a conexiones emocionales e intelectuales, pues la empresa Lioness Health, ha creado el primer vibrador biorastreador que mide y visualiza la respuesta sexual durante el orgasmo que se tenga durante su uso, con miras a tener mas detalles para mejorar y optimizar el desarrollo sexual en pleno de las mujeres. Con esto se han obtenido respuestas físicas cuantificables, claras e identificables, para tomar el placer por nuestras propias manos.
Nada de mensajes relativos o subjetivos. El placer es una cosa seria, que va vinculada a la auto aceptación y revalidación social, por eso pienso que las feministas independientemente de nuestra orientación sexual, deberíamos ser vulvanistas, innatas. Este término lo invente yo, me gusta vulvanista, no lo van a encontrar en Wikipedia.
Amamos nuestras vulvas, pero para eso tenemos que conocerlas, saber que hay una diversidad profunda, literalmente hablando.
Si hay algo que admiro de los hombres en general es su empuje a valorar su miembro, tal cual; es que hago recuento en mi mente y no tengo ningún recuerdo de algún hombre, diciendo que quiere extender siete centímetros mas su pene, que va a buscar una cita para aclararlo o que se hará un diseño de depilado para variar, pues es que nunca ni uno solo; al contrario, todos lo pulen como un cofre mágico o tesoro digno de admirar, como si concediera deseos o algo así, aunque muchos no funcionan ni un tiempo extra pero bueno, eso es otro tema.
En cambio el sistema socio cultural, nos ha llevado a creer que las vulvas no son vulvas sino vaginas y que están diseñas para traer bebés, introducir penes a su horario y conveniencia, además de agua y jabón, eso si mucho jabón porque no son dignas, porque hay que cambiarles el olor de vulva a olor de frambuesa vaginal, con pH especial dado que la composición química de las toallas sanitarias cambian el pH original de la vulva y de allí se nutre todo un sin número de compañías y empresas que mueven millones de dólares a raíz de un complejo falso, como todos los complejos sobre la realidad de la vulva.
Además del tema higiénico, también se le suma la heteronormativa estética propagada por la industria pornográfica, que vende literalmente la imagen codiciada de la vulva rosada, de cierta forma debidamente pareja, sin marcas, sin lunares, perfectamente depilada 24 horas, todos los días de la semana. Pues las vulvas son todas distintas, tantas vulvas hay como mujeres existen sobre este planeta; todas perfectas pero mal entendidas, hay que conocerlas, aceptarlas. Nuestras vulvas son un portal a lo que somos y a como vivimos, pero con goce. Hay que meterle lógica a esta dominación a través de la alteración de la imagen de la vulva, yo no me imagino a una amiga diciéndome que quiere que su novio moreno tenga un pene rosado, ¿qué? Jamás, porque las mujeres damos por sentado que siempre tenemos que cambiar y aceptar un prototipo de belleza lejano y falso. Somos lo que aceptamos y valoramos lo que tenemos, empezando por nuestra vulva.
Ni hablar del duro tema de la mutilación femenina, que requiere su propia explicación.
Tuve un coach, que insistía que a la vulva se le debe poner un nombre para reconciliarnos con ella, para darle identidad, para resaltar sus cualidades. No por casualidad muchos penes tienen no uno, sino varios nombres. Hasta desde niños los padres apodan el pene de sus hijos con nombres con puras cualidades asombrosas.
Lo cierto es que merecemos empoderarnos y para ello debemos empezar por nuestro cuerpo, por aceptar nuestra naturaleza y por visibilizar su singularidad.
En virtud de lo antes expuesto, hay trabajos artísticos en galerías y redes sociales muy interesantes, que buscan visibilizar las vulvas en todas sus formas y otras tomas fotos cotidianas y señalan las similitudes con la vulva, naturalizando en la sociedad la vulva fuera del contexto sexual y reproductivo, porque si bien es parte de sus funciones, también es otra parte de lo que somos.
Somos vulvanistas, porque somos feministas.