Por Daniela Artigas
Hace varios años, estando en clases de epistemología, no recuerdo qué fue lo que dije exactamente que el profesor inmediatamente espetó: ¡y habló la feminista!.
Para ser sincera, no me consideraba como tal, tampoco me identificaba así. Para mí lo normal siempre ha sido hacer lo que he querido, afortunadamente nadie me ha detenido en mi camino por estudiar lo que me diera la gana, viajar cuantas veces quisiera y pudiera, hacer con mi cuerpo lo que me provocara o salir con quien deseara. Pero entiendo que no a todas les pasa así, por lo que debo agradecerle al profesor por ponerme la banda, porque una vez que me di cuenta de qué trataba dije: me la quedo, me activo y me la gozo.
Veamos, primero me quedé pensando: ser feminista, identificarse así pareciera ser peligroso, a veces se te quedan mirando como un bicho raro, como si lo primero que fueras a decir es: ¡aborto legal ya!.
También pasa que algunos usan la palabra como un insulto y en ocasiones hasta va acompañada con cierto desdén y un leve movimiento de cabeza, ese con el que te desaprueban todo, eso sí, casi imperceptible para que tu vena feminista no salte al ataque.
He visto a los que voltean los ojos, te miran como si fuese tu “rabieta” del momento y como si pensaran “ya se le va a pasar”. Pero mira que no, que no se me va a pasar. ¿Cómo la ves?
Me encanta que en esta época el tema se haya diluido en las conversaciones, que esté presente, porque sí, me doy cuenta que fui afortunada porque tuve oportunidades pero no a todas les pasa igual.
Según las Naciones Unidas hay 15 millones de niñas que nunca aprenderán a leer y escribir porque están fuera de la escuela, comparado con 10 millones de niños. Estemos claros con que esto no debería pasarle a ninguna niña, tampoco a los niños.
Que tampoco nos sorprenda que solo el 28% de los investigadores científicos son mujeres, que ganamos 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres o que un 21% de los cineastas son mujeres según cifras de ONU Mujeres.
Estamos en plena desventaja y mientras tanto, cada día nos matan un poquito más -si no te has enterado, pasa por Cuéntalo para que leas el terror que vivimos- nos violan sin temor a las consecuencias, como el caso de La Manada, porque más allá de un “abuso sexual” no va a ser, te meten preso un ratico pero luego te liberan, porque no hay violación sino “abuso sexual continuado”.
Y a pesar de estas evidencias seguimos condicionados en estereotipos innecesarios que solo crean brechas y sesgo inconsciente. Hace días venía de regreso a casa y me encontré con unos turistas argentinos, una pareja, señor y señora; me puse a hablar con ellos y les dije que había vivido en Argentina, ella inmediatamente me preguntó: ¿Y ningún argentino te dio bolilla?, ¿no te trajiste a ninguno a Panamá?, pero inmediatamente su acompañante la interrumpió y reprendió al decirle: ché, no me desmerezcás a la muchacha, ¿y si fue ella la que no le dio bolilla a ningún argentino?. Punto para él aunque en su afirmación siguen habiendo sesgos pero ese es tema para otro post.
Así estamos y bueno, sepan que esta feminista habló las veces que tenía que hablar y denunció las causas que tenía que defender en su clase de epistemología quizá y sí, me mordí la lengua en más de una ocasión pero ahora agradezco la etiqueta, porque me reafirmó algo:
1. El feminismo sigue siendo tabú.
2. En la academia tampoco están acostumbrados a escuchar las voces de las mujeres.
