Por Ana Mary Risso Ramos
Muchas mujeres víctimas de violencia machista creen que ésta acabará con el divorcio, que una vez que tengan la sentencia de su recuperada libertad, cesarán las angustias, el miedo, las amenazas, los chantajes, en fin, que la mano de ese ex marido o ex concubino no les alcanzará más.
Nadie las prepara para enfrentar una mutación de esa violencia, que se ejercerá siempre a través o con motivo de, las/os hijos en común. Resulta que, sobre todo si necesitan depender del aporte económico del padre de sus hijas/os, (en lo sucesivo denominado “donante de esperma”), la vida se convertirá en algo así como vivir muy cerca de un volcán que no se sabe cuándo y cómo puede explotar. Que puede permanecer mucho tiempo inactivo pero se sabe que es peligroso porque se escuchan sus rugidos de vez en cuando, puede a veces lanzar fumarolas que se ven desde lejos y son “aparentemente” inofensivas o puede resultar una potente explosión que pretende llevarse todo por delante incluyendo sus propios hijas/os.
Es difícil vivir en semejante situación, mordiéndose la lengua para no provocarlo, tendiendo un cortafuego alrededor de si para evitar que su veneno y amargura llegue, bloqueando teléfonos, dejando en visto los whatsapp, ignorando los mensajes, colocando como mampara a una/un abogado que la proteja para no tener que hablar más nunca con ese enemigo gratuito que no tiene paz con la miseria.
Tener a una persona así vinculada a través de los hijos es grave, el Estado falla al proteger a las mujeres víctimas de violencia machista, las mujeres son las que deben denunciar, aportar todas las pruebas, someterse a evaluaciones, estar pendientes de su causa para que no la sobresean o archiven, en fin, que es difícil obtener protección y justicia cuando un hombre decide dedicar su vida a destruir la de su ex pareja. Como padres, no cumplen con la manutención de sus hijos y/o la manipulan a su criterio para chantajear y obligar a la mujer a cubrir lo que ellos dejan de aportar oportunamente, lo cual empobrece a las mujeres, este es uno de los motivos de la pobreza femenina: la irresponsabilidad paterna.
Demandar al agresor por este motivo implica tiempo, dinero y gestiones que muy probablemente no logren respuesta por las miles de formas que los hombres tienen para evadir el pago de sus responsabilidades, sin hablar por supuesto, de cómo se calcula este aporte económico para unos hijas/os que viven con la madre, que es la que termina realizando todas las tareas domésticas y de cuidado que el “donante de semen” no realiza por residir fuera de ese hogar pero que debería costear, porque el tiempo y el esfuerzo de ese trabajo no remunerado por sus hijos tienen un valor, y además, es su obligación en un 50%.
Una sociedad donde se respetaran y garantizaran los derechos humanos de las mujeres disminuiría significativamente el número de casos de violencia machista, sobre todo, de la violencia que esos hombres pretenden seguir ejerciendo contra su ex pareja una vez que están divorciados. El divorcio debería representar una verdadera libertad, la liberación de un yugo para las mujeres, no un cambio de cárcel por “libertad condicional”.
NOTA: Denomino a este tipo de “hombres” machistas que no cumplen con sus responsabilidades con sus hijos/as como “donantes de esperma” porque les falta demasiado para poder considerarlos padre, papá o papito! Viendo la paternidad como un proceso, tipo el juego de Mario Bros, donde hay varios mundos con distintos niveles de dificultades. Este tipo de “hombres” corresponden al nivel básico del primer mundo: son “padres” porque su semen fecundó unos óvulos, pero realmente son personas que no entienden de qué va la paternidad y menos aún, la ejercen, haciendo por supuesto, mucho daño a sus hijas/os y a la mujer que los trajo al mundo.
Mi cordial desprecio para todos ellos, ojalá cada día sean más los hombres que son verdaderos papás, y que estos especímenes cavernarios solo sean una mal recuerdo!!