Un jefe de una oficina hace un requerimiento al departamento de Recursos Humanos, lamentablemente, nada inusual: quiere contratar un analista hombre para su área. La gerenta de RRHH, entrenada en detectar sesgos de género, quiere verificar si la condición de ser hombre es solo deseable, o por el contrario es obligatoria para quien la demanda, y le responde al email que aclare por qué “hombre”. El jefe la llama de vuelta, no le escribe, y en tono confidencial le dice:
– tú sabes… lo que pasa es que las mujeres tienen hijos, casa, mamá y papá viejitos…
La gerenta contesta:
- los hombres también tienen hijos, casa, mamá y papá viejitos…
- Si bueno, pero ellas son las que piden permiso para ocuparse de esas cosas y yo tengo que estar cubriendo sus ausencias. ¡Además! (dice con el entusiasmo de quien ya te va a dar la razón más contundente) … a ellas se les alborotan las hormonas cuando tienen la menstruación y eso es una peleadera. Yo a las 4 que tengo en el área les pedí sus fechas de cuando les viene la regla. Lo tengo anotado en la cartelera, de forma que cuando a dos le coincide el periodo yo las separo, no las meto juntas en las reuniones, y por lo menos estoy pendiente para no llevarles la contraria… me he evitado problemas mayores. ¡Me ha funcionado! Pero meter otra mujer me complicaría el panorama
Dos mitos sexistas en una sola respuesta: 1. A ellas les tocan los cuidados domésticos 2. La menstruación es un problema laboral. Obviaré la evidente muestra de acoso de este jefe al obligar a sus empleadas a revelar una información íntima que aparece publicada en un sitio visible. Me voy a enfocar en el segundo mito, el de la regla, porque creo que si bien ambos son indignantes este segundo tiene la particularidad de que alude a una condición, que a diferencia del primero, no podemos eliminar. O sea, todas las mujeres menstruamos, a menos que haya alguna alteración orgánica que lo impida. El que esta condición natural, biológica, regular y permanente en las mujeres sea una excusa que justifique discriminación laboral es el mito que hay que derribar.
Leíamos en una noticia que en Italia y otros países se está discutiendo una normativa para que todas las mujeres tengan derecho a tres días de permiso remunerado durante su menstruación para reposar de las posibles complicaciones físicas que surjan. Lo posteé en mis redes, mayoritariamente seguida por mujeres, y para mi sorpresa muchas estuvieron de acuerdo aplaudiendo con hurras y vivas la medida. Yo no apruebo para nada esa idea. Para mí esto es un argumento que alimenta más aún la noción de que tener la regla nos inhabilita o imposibilita para trabajar como y cuanto nos dé la gana, como si de una enfermedad se tratara. Cierto es que algunas sufren del llamado síndrome premenstrual, o de cólicos y otros trastornos durante el primer o segundo día de sangrado, pero como toda dolencia, deben ser atendidas médicamente las causas, asumiendo que se trata de un ciclo regular que no debería suponer incapacidades que ameriten tomarse tres días del mes.
A lo que voy es que como mujeres debemos estar alerta a medidas proteccionistas en exceso que ponen a la mujer como débil jurídico, indefensa, necesitada de tutela especial y que lejos de ayudarnos nos dejan fuera del mercado laboral. La Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras de Venezuela, aprobada por el supuesto Gobierno más feminista de la historia, con su extensión al permiso pre y postnatal a seis meses, impuso una carga muy difícil de llevar para los empleadores y empleadoras del país: pago remunerado completo (el seguro social no paga el 66% de salario que estipula la Ley y muchas empresas tienen como política apoyar a las mujeres en su periodo de gestación, parto y postparto por lo que le cancelan completo el reposo), pago de la suplencia para el puesto que queda temporalmente vacante hasta el reintegro de la madre, pago por el trabajo a tiempo parcial mientras dura la lactancia de un año, pago por entrenamiento a quien viene a suplir a la mujer en reposo, y un largo etcétera que se deriva de tales disposiciones legales. Imagínense añadir a esto más días de permiso por menstruar, todos los meses.
Y luego tenemos todo el tema de las hormonas. Uno de los mensajes patriarcales más comunes y frecuentes, es el de la supuesta dificultad de las mujeres para ponerse de acuerdo, para trabajar juntas, para ser solidarias. Dicen que somos cuaimas, conflictivas, envidiosas, chismosas, y que todo eso se exacerba en “esos días del mes”, porque las hormonas se alborotan o algo así. Yo la verdad, no conozco a un hombre sin hormonas, y también se le alborotan por otras razones. Cualquier situación en la vida produce un cambio orgánico, en hombres y en mujeres. Si nos quedamos en el plano de los estereotipos, puedo decirles que he visto hombres cuaimos, conflictivos, chismosos y alterados por cualquier cosa, por lo que hacer la distinción de que eso sí es un problema laboral en las mujeres y no en ellos, es parte de la cosificación y reduccionismo biologicista en el que el machismo, siguiendo el guion de un pacto misógino, siempre nos ha colocado.
Las mujeres somos mucho más que útero y ovarios. Que el menstruar, con toda la connotación de tabú, incomodidad, suciedad o sufrimiento que nos han vendido desde el patriarcado, deje de ser una excusa para ponernos al margen de las posiciones de poder y que nosotras mismas paremos el cuento, es parte de nuestra agenda feminista.
Artículo originalmente publicado en Efecto Cocuyo el 28-06-17