La Hora de las Valientes
Por Susana Reina
Con letrero de película de Hollywood va este artículo. Es una frase que he soltado no menos de 10 veces en los últimos días a muchas amigas cuando me confían que están al borde de sus fuerzas por la situación del país o que se ven impelidas a hacer cosas que jamás imaginaron, cual heroínas de película, para sobrevivir ellas con sus familias en medio de la debacle.
Las crisis nos ponen a prueba. Sacamos energía de donde menos pensamos. Procesamos más de lo que lo hacemos en tiempos de paz. Movemos cielo y tierra si es preciso. Pero, lo que realmente diferencia a una valiente de una temerosa, es su capacidad para mantener el centro cuando todo alrededor parece desmoronarse y desde ese centro, sin esperar pauta de nadie, decide lo que debe hacerse para mover todo y a todos para superar la crisis de turno y avanzar. Acciona, no reacciona.
Todo este conjunto de cualidades se llama resiliencia, término prestado de la física, que viene del resilio, un material muy fuerte que sometido a grandes presiones no sólo soporta la tensión, sino que queda mejor después de que pasa la situación estresante. Supone más que simplemente resistir, sales fortalecida de la crisis.
Que las mujeres venezolanas somos resilientes, nadie lo puede dudar. Un chamo me decía en estos días “en la casa mi mamá es la que resuelve”, realidad que seguro más de uno observa y vive a diario. El Padre Alfredo Sánchez S.J. de la parroquia La Vega en Caracas, comenta “parece que los hombres de este país se quedaron en el aparato, las mujeres son las que echan pa lante con todo; lo malo es que después eso les da rabia y se incrementa la violencia intrafamiliar, contra las mujeres y los mismos hijos”.
La actual situación económica y social, sobre todo de las más pobres, es dramática, producto de muchos años acumulados de invisibilización de las mujeres como objeto y sujeto de la formulación de políticas públicas. El peso de la crisis social y económica recae sobre todo en ellas, fenómeno conocido como “feminización de la pobreza”, expresión acuñada a finales de los años 70 por Diana Pearce en EEUU, para cuestionar el concepto de pobreza, sus indicadores y sus métodos de medición, y señalar un conjunto de fenómenos que, dentro de la pobreza, afectaban con mayor frecuencia a las mujeres.
Según data del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2015) la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral es casi 30 puntos menos que la de los hombres. En Venezuela, 4 de cada 10 hogares tienen a una mujer como jefa, en su gran mayoría sin cónyuge o compañero. La tasa de pobreza en hogares comandados por mujeres es superior en 6 puntos al promedio del país, mientras que la diferencia se incrementa en hogares encabezados por mujeres solas con hijos pequeños. Según el último censo, para el 2011 el 39% de los hogares dependía principalmente de una mujer. Hace diez años, esta cifra se ubicaba en 29% y hace 20 años, en 24%, con lo que se observa una tendencia creciente en las jefaturas femeninas del hogar, con escaso apoyo gubernamental.
En salud materno infantil, reporta el Observatorio de Derechos Humanos Mujeres, que 19% de las mujeres embarazadas en Venezuela cuenta con menos de 18 años. En 2000 esta cifra era de apenas, 10%. La edad promedio de iniciación sexual es de 15 años, uno menos que en el resto de la región. Para 2010, las estadísticas oficiales ubican la tasa de Mortalidad Materna en 54,92 m/cien mil nacidos vivos registrados, con un total de 348 muertes maternas. Crecen los casos reportados de VIH-SIDA, Tuberculosis, Malaria, Cáncer de mama entre la población femenina.
A todo este cuadro sume los casos de feminicidio y violencia de género, la brecha salarial por género, la paternidad irresponsable, la carga doméstica o trabajo del hogar no remunerado que recae en la mujer, los cuidados a niños y adultos mayores que deben ser prodigados por las mujeres por mandato social sexista, la falta de anticonceptivos/toallas sanitarias/analgésicos para dolores menstruales, la escasez de alimentos que aseguren niveles nutricionales adecuados y la disminuida representación que tenemos las mujeres en posiciones de poder político. Cóctel de pobreza femenina garantizada.
Pero si aún con toda esa data que refleja cómo las venezolanas estamos en los principales indicadores de salud, trabajo y economía, seguimos estando de pie y “resolviendo”, no habrá batalla que no podamos dar. “A la hora de una crisis cuenta tus dones”, dice un viejo proverbio. Recordar lo que nos sirvió en el pasado para superar las diferentes situaciones por las que hemos pasado, será muy útil para enfrentar estas nuevas, pero urge que los gobernantes municipales, estatales y nacionales, replanteen para el futuro inmediato la formulación de nuevas políticas públicas con perspectiva de género. Urge que muchas más mujeres accedamos al poder para desde allí impulsar los programas que nos lleven a cambiar estas cifras. Somos nosotras mismas las que debemos valientemente movilizarnos para lograr los objetivos de superación de nuestra pobreza, nadie más lo hará por nosotras. Y mientras eso llega, a seguir batallando, que es la hora de las valientes.
Foto del banner tomada de El Estímulo/El Interés
Artículo originalmente publicado en Efecto Cocuyo el 21-06-2017