Hace unos días se celebró en Filipinas el Miss Universo 2017. La verdad es que no soy seguidora de ese tipo de concursos pero esta vez, más que nunca lo publicado en las redes sociales llamaron mi atención. Por un lado, los comentarios sobre la “gordura” de Miss Canadá, por otro, la indignación por la no clasificación de la venezolana en la primera ronda y al margen, las historias que contaron las concursantes al momento de las preguntas; lo cual aparentemente fue determinante para ser tomadas en cuenta en el próximo paso.
Decidí dejar lo que estaba haciendo para acercarme al televisor. Lo hice con curiosidad y con mucho placer al darme cuenta que quienes cantaban mientras las chicas desfilaban era el grupo Boyz to Men; a quienes seguí durante mi adolescencia. Pregunté a mis hermanos: ¿Qué Miss Canadá está gordísima?
- No, solo es grande en comparación con las demás – fue la respuesta…
Seguí viendo el concurso, buscándola esperando realmente ver una mujer de talla grande. Al contrario, solo vi mujeres muy altas, muy esbeltas muy delgadas y la verdad el único que me parecía que tenía sobrepeso era uno de los vocalistas de Boyz to Men; pero es hombre y no es Miss así que no importa.
El concurso lo vi hasta el final; mientras seguía leyendo las reacciones en las redes, que en la mayoría de los casos incluían descalificativos hacia Miss Canadá y a las políticas del concurso. Lo más preocupante del asunto, es que dichos calificativos provenían de mujeres; por lo que me preguntaba: ¿será que tienen cuerpos perfectos? ¿Será que no saben que también son mujeres? ¿Será que no entienden que la belleza es algo más que física?
De parte de los hombres los comentarios fueron de tipo: “está divina”
Los días siguientes decidí profundizar un poco en el tema. Efectivamente, Miss Canadá tenía un peso por encima de lo esperado para el concurso, sin embargo; su peso está por debajo de lo debido para su estatura (mide 1,85 y pesa 58 kilos, eso le da un índice de masa corporal de 17 kg/m2, lo normal es 18 – 25 kg/m2) es decir, no está gorda. Esto no la intimidó, ya que fue su seguridad – dicho por los jurados – que la llevó a clasificar en la primera ronda. No obstante, en su perfil de Instagram he podido ver múltiples publicaciones hablando sobre los estereotipos que en cierta forma me da la impresión que quiere justificar su peso, como si de verdad creyera que ha cometido un pecado. Mi pregunta es: ¿de qué se defiende? ¿De ser una mujer normal, con aspecto saludable, con cuerpo atlético ante una sociedad que la ha juzgado incluso de indisciplinada por tener unos kilos de más? Entiendo su posición, aplaudo la hazaña, sin duda el impacto que generó es positivo y por supuesto, representa un alerta, una prueba de que los patrones de belleza están dejando de ser patrones para mostrar la mujer como es sin reglas ni medidas… pero, aún tenemos que defendernos, aún tenemos que excusarnos por ser distintas o simplemente ser nosotras mismas, aún hay que explicar que valemos más por el físico y las tallas… Absurdo ¿no?
Por otro lado, nuestra representante, quien se hizo acreedora de distintos premios dentro del certamen, no figuró en el cuadro final aún cuando se perfilaba dentro de las favoritas. Esto, aseguran los expertos en la materia, por falta de humildad y seguridad en si misma. Además de esto, las mujeres que clasificaron, impresionaron también por su historia de vida, elemento con el que aparentemente no contaba Miss Venezuela.
Mucho se ha comentado que, con el cambio de dueño del evento, el concepto está cambiando, de hecho no es casualidad que una de las presentadoras haya sido Ashley Graham, una de las modelos más populares de talla grande en estos momentos.
Los cambios son, en la mayoría de los casos favorables; en este caso además muy pertinente, sin duda tendrá un impacto positivo a largo plazo. Sin embargo, el trabajo más difícil es a pequeña escala: con esa mujer – y la sociedad en si – que se toma la atribución de menospreciar a otra porque piensa que “gordura” es un índice de masa corporal de 17, con la que prefiere invertir en su aspecto físico antes que en su preparación, con la que aplaude el comentario machista de un hombre. No es solo el resultado de un concurso, es un trabajo de todos los días, una tarea de todas y cada una de las mujeres que pensamos en igualdad e inclusión como un todo indivisible.
Finalmente, se observa el cuadro de las 3 finalistas. Mujeres hermosas, exuberantes, perfectas y si, muy delgadas. De tres países distintos, con creencias y costumbres distintas. Miss Colombia no parece estar conforme con el resultado, Miss Francia no puede creer que ganó y mientras tanto en Venezuela (el país de las mujeres bellas) no superamos que nuestra reina no esté entre ellas.
Me preguntó: ¿será que de verdad los paradigmas están cambiando? ¿Será que finalmente el mundo está dispuesto a aceptar la diversidad y la diferencia como parte de la norma y no la excepción? ¿Será que nuestra lucha está surtiendo efecto?
Lo hago mientras miro al espejo mi 1,60 de estatura, mi delgadez extrema y mi cuerpo orgullosamente imperfecto. ¿Será? Me digo y a su vez me respondo: Ojalá… pero aún queda mucho por hacer, mucho.