¿Y cómo no serlo? ¿Cómo pretender que siendo criadas bajo el sistema patriarcal no vamos a ser machistas? Es imposible no reaccionar sin estereotipos o sesgos de género ante lo cotidiano, con respuestas o conductas que de forma inconsciente surgen de lo más profundo de nuestro ser, reforzando el guión bajo el cual nos formaron y levantaron.
La estereotipia opera de una forma muy soterrada. Nos han educado para ser machistas a hombres y mujeres, sin tener conciencia de su existencia. Lo entendemos como la forma lógica de pensar o sentir, y no lo percibimos como un problema. El darse cuenta, el abrir los ojos, el tomar conciencia es un paso gigantesco. Porque es que no lo vemos. Sencillamente ni lo ponemos en tela de juicio. Actuamos y lo vemos normal. Sólo cuando uno duda de sus certezas es cuando empieza a pensar y a cuestionar las reglas de juego que nos colocan en el lugar de la sumisión bajo la figura masculina de poder y autoridad, como si eso fuera un proceso natural y no una construcción cultural.
¿Dices, validas o das como ciertas algunas de estas frases con frecuencia?: Está bien que las mujeres queramos alcanzar el poder, pero primeramente y antes que nada somos seres delicados. No podemos perder nuestra condición femenina / Ser madre lo es todo en la vida. Si no eres madre, no eres una mujer completa / Cuida a tu hermana. Tú eres el hombre de la casa / Dale la pieza de pollo más grande a tu papá. Los hombres necesitan comer más / Menos mal que tuve una hija hembra para que me cuide cuando esté viejo / Hoy amanecí más mujer que nunca: hormonal total / Si no aprendes a cocinar no vas a poder retener a tu marido / Mejor me quedo callada porque si no él se molesta cuando le digo lo que pienso / No le voy a contar a mi marido que me dieron una promoción en el trabajo porque el pobre está desempleado y se deprime / No te confíes de ninguna mujer. Todas son unas cuaimas rompe matrimonios / Tan bello mi esposo, me ayudó anoche a lavar los platos! / No hay nada peor que trabajar con mujeres, son conflictivas y chismosas / Voy a tener que dejar el trabajo para dedicarme a criar al chamo / Las mujeres nos debemos sacrificar por los hijos, siempre / Estas feministas se pasan… tampoco tanto libertinaje mijita / Abortar es de asesinos! / Mírala como se viste… después la violan y se queja. Pero ella se lo está buscando / Cuando tenga algo de dinero voy al médico. Es que hay tantas prioridades en la casa… cuando se pueda me veo. Total, de esto no me voy a morir / El hombre es como el oso, mientras más feo más hermoso / No hay mujer fea sino mal arreglada / Mi marido no me pega, pero es que yo no le doy motivos / Dice groserías, ¡se sienta con las piernas abiertas! No parece una señorita / Ese señor tiene la camisa toda arrugada. ¡Falta de mujer!….
Todas estas son expresiones de un sistema complejo de valores en torno a la figura masculina como centro de la vida. Transmiten mensajes de desvalorización de las mujeres, de roles que supeditan el propio desarrollo personal y profesional a los deseos de un macho (padre, hermano mayor, esposo, hijo), reflejan un deber ser establecido por la religión o la hegemonía patriarcal, y lo peor es que las repetimos y pronunciamos sin pararnos a reflexionar lo que subyace a cada una.
A muchas mujeres poner en tela de juicio esas frases les parece “exagerado”, “no es para tanto”-me dicen. Esa es justamente la trampa. Pensar que estamos llevando las cosas al extremo es parte del sistema de creencias resistiéndose, luchando por mantener su estabilidad, negándose a la posibilidad de un derrumbe.
Cuestionar lo que pensamos y expresamos, es un paso difícil pero necesario para poder reclamar lo que es justo, para que los privilegios se repartan de forma equitativa, para que la igualdad sea más que el espejismo este que vivimos, creyendo que como trabajamos, votamos, nos ponemos pantalones, vamos a la Universidad, nos divorciamos y hablamos alto, somos iguales. Lejos estamos del ideal social de una vida de respeto a los derechos humanos de nosotras las mujeres.
Y así como en el tratamiento de las adicciones, lo primero es reconocer la enfermedad, lo propio aplica para esa endemia llamada machismo. Hola, me llamo X y soy alcohólico. Hola, me llamo Susana y soy machista. Pero machista en vías de recuperación. Y cuando lo declaro así, empiezo a darme cuenta, empiezo a ver, empiezo a cambiar mi forma de expresarme para con ello, empezar a desterrar de mi entorno inmediato el machismo como filosofía de vida.
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Mujeres envilecidas y defenestradas
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Entrevista a Susana Reina en la Revista Hola! Centroamérica
Comment (1)
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Mi frase… Y vives sola? no te da miedo? Pareciera que la mujer no creciera, y la independencia no fuese para ella.