El liderazgo, en la terminología más general, se ha definido como un conjunto de rasgos característicos, propios de la individualidad, que crean una fuerza motivadora frente a otros y en ocasiones consigue guiar el comportamiento posterior.
Desde la concepción patriarcal el liderazgo en las mujeres ha sido descrito desde la misma premisa sin embargo al adjudicarle la conjunción ‘’pero’’ pasa a ser un cuestionamiento más que una afirmación.
Son líderes pero… son más vinculares
Son líderes pero… son emocionales y le resta capacidad de autoridad
Son líderes pero… son poco competitivas
Son líderes pero… son tan maternales que no recrean ambición sino cuidados
La pregunta realmente sería ¿y estas características podrían realmente perjudicar o reforzar positivamente a un líder frente a sus seguidores?
Las acepciones de la mujer desde un espectro más amplio la han descrito desde lo emocional como el pilar, lo cual podría ser innegable, pero a su vez diferentes investigaciones muestran como bajo la imposición, el orden y la estructura rígida se consigue mayor insatisfacción en los sujetos. Tal como lo describen diferentes autores como Donnelly, Gibson & Ivancevich (1996), quienes refieren que algunos autores han dado la impresión de que el liderazgo es sinónimo de dirección; sin embargo, esto no es correcto; no solo los líderes se encuentran en la jerarquía de la gerencia, sino también en los grupos informales de trabajo.
La diferencia entre liderazgo y dirección se ha establecido de la siguiente manera: el liderazgo es una parte de la dirección, pero no es toda ella. El liderazgo es la habilidad de convencer a otros para que busquen con entusiasmo el logro de objetivos definidos. Es el factor humano el que une a un grupo y lo motiva hacia los objetivos. Las actividades de la dirección como la planificación, la organización y la toma de decisiones no son efectivas hasta que el líder estimula el poder de la motivación en las personas y las dirige hacia los objetivos
Para hacerlo un ejemplo más palpable, en Latinoamérica, el Dr. Alejandro Moreno, realizó una investigación sobre el estilo familiar popular basando su empirismo sobre la familia popular venezolana, en donde consiguió un estilo de matriarcado familiar, perpetuándose la madre en todas las mujeres futuras dentro de la línea generacional, afirmando que el hombre no se percibe en si como varón, sino como hijo todas las veces, y desarrolla el machismo como forma de resolución ante su sensación de minusvalía, pero a pesar de este mecanismo para librarse de sí mismo siempre consigue volver todas las veces a la mujer-madre en busca de protección
Es frecuente percibir al hombre casado que al divorciarse se va a vivir con su mamá, mientras que la madre ejerce la función paternal y maternal frente a cualquier hogar, motivando a los hijos (de existir hijos) al logro y a potenciar sus habilidades.
¿Esto podría llamarse liderazgo?
Kaufmann (1996, 183) considera que “en la actualidad, las mujeres están en condiciones de revolucionar el lugar de trabajo, precisamente no por dejar a un lado sus valores tradicionales, sino precisamente por expresarlos, en su cotidianeidad laboral”, parece que en educación corren malos tiempos para el liderazgo femenino. La nueva ley de calidad de la educación vuelve a una orientación de tipo gerencial y jerárquica en sentido completamente opuesto.
Grimwood y Popplestone (1993) definen el estilo de dirección de las mujeres como abierto, no competitivo, innovador, con un firme sentido de la calidad, centrado en la persona, flexible, comunicativo y persuasivo. Ya en los años 80 Loden (1987) identificaba ocho áreas donde se podían observar las diferencias entre el estilo de gestión masculina y femenina: a) Uso del poder: tienden más a dar poder a los otros/as que a acumular poder personal; b) resolución de problemas: son multimentales, mezclando adecuadamente intuición y racionalidad; c) habilidades interpersonales: saben escuchar, tienen empatía; d) grupos de trabajo: utilizan habilidades de los miembros del grupo en la dirección; e) dirección participativa: están centradas en el grupo y no sólo organizativamente
La invitación: mujeres, reconózcanse en el acto, en lo que pueden imaginar o soñar de sí mismas que va más allá de las expectativas de otros, e incluso mucho más allá de lo que hacen ya que han asumido posiciones pasivas ante una cultura que insiste en minimizar las aptitudes de las mujeres y consiguen enaltecer al hombre como ‘’Alfa’’ o superior, como si viviéramos en la prehistoria…