Algunos colegas, amigos, conocidos y familiares piensan que no hace falta “tanto feminismo”. Que eso era necesario en los sesenta o setenta cuando las mujeres de este país y del mundo entero estaban fregadas. Pero que ahora no. O no tanto. Fíjate, me dicen, ahora son profesionales, se divorcian, deciden cuando tener hijos, se visten como quieren, si un hombre osa ponerle una mano encima pobre de él, y otras muestras más de lo que entienden por igualdad entre sexos.
A veces me preguntan “¿y eso que te dio por el feminismo?”, “¿tú todavía sigues con eso del feminismo?”, como quien agarró un tic, o anda en una moda o tiene un hobby. “No te vayas a poner ahora como las feministas que no dejan que uno les abra la puerta o las invite un trago”, “vas a terminar en lesbiana o peor… en comunista…”
Pero el cuestionamiento de fondo es como de “¿tú de verdad crees que eso es necesario?” “¿tú me estás pidiendo que pierda mis privilegios otorgados por un sistema que premia todo lo que huela a masculino?” “¿vas a alborotar ese avispero?” Lo más gracioso son los maridos de mis amigas que me espetan un “cuidado vas a alebrestarme a esta con tu cuento feminista” y enseguida se voltean donde mi esposo: “¿y tú como te calas esto?”… Fácil captar el temor de fondo.
Total, que la palabra FEMINISMO tiene mala prensa y como término no está muy bien posicionado, por sus orígenes quizás, o porque en la cabeza de la gente siempre quedan grabados los fuertes cambios de todo movimiento revolucionario que busca transformar patrones culturales. Para colmo de males a este gobierno chavista madurista le dio por agarrar esa bandera, vendiéndose como la administración más feminista del mundo, desprestigiando así lo que el verdadero feminismo es. Digamos que partimos con ese handicap pues.
El caso es que muchos me aconsejaron que no le pusiera a mi organización el nombre de FeminismoINC, que seguro iba a generar resistencias innecesarias. Les agradecí el consejo, pero no lo cambié y no veo por qué no usarlo si como concepto expresa justamente lo que quiero mostrar y por lo que quiero luchar.
Dentro de todo esto, el asunto que más me preocupa es que muchas mujeres no vean necesaria esta bandera. Quizá se ven a sí mismas y sus realidades más inmediatas. A lo mejor no saben lo que pasa más allá de sus círculos educados, donde por cierto, estoy segura de que el machismo campea, solo que culturalmente nos enseñaron a verlo como normal.
Pero más allá de esa “normalidad”, enfrentamos realidades duras las de nuestro género, realidades del tamaño de una roca, que tenemos que mostrar y denunciar aún a riesgo de ser rechazadas y tildadas de amarillistas, victimistas o exageradas: violencia (desde el acoso callejero o un desprecio y un golpe, hasta asesinato o feminicidio), abortos clandestinos que terminan en muerte para las pobres porque las ricas pagan en clínicas privadas, embarazo adolescente (de cada 100 embarazos, 25 son de menores de 15 años), bajísima participación política de mujeres en puestos directivos de concejos municipales, gobernaciones, gabinetes ejecutivos y parlamentos…
Escasísima representación de mujeres en juntas y directivas de empresas del sector privado y gremios, así como en puestos decisorios en academias, iglesias, medios de comunicación social. Invisibilización de aportes femeninos en la ciencia y la cultura. Brecha salarial, incremento de la informalización del trabajo femenino (las más pobres entre todos los pobres), trata y explotación sexual, inequidad de normas de protección para las mujeres privadas de libertad, cosificación e imposición de estándares de belleza a riesgo de ser desechada si no los cumples…
Mutilación genital femenina, prohibiciones múltiples (beber, manejar, firmar documentos, fundar una empresa, estudiar, mirar a la cara a un hombre, vestirse como se desea, votar, postularse como candidatas a elecciones), matrimonio infantil, y muchos otros problemas de género que ocurren en pleno siglo XXI aún en algunos países del mundo.
Si tú mujer que me lees, crees que eso del feminismo no es contigo, porque a ti tu marido no te pega, o tienes un alto cargo gerencial, y haces más o menos lo que te da la gana, te doy dos consejos: 1. Abre los ojos que quizá tú misma estás replicando patrones machistas intentando negar o minimizar el problema como mecanismo de defensa y 2. Deja de mirarte el ombligo, sube la cabeza y mira solidariamente lo que pasa más allá de tu paraíso.
Ser feminista requiere valentía y fuerza para mostrar a otros lo que muchas veces ni uno mismo quisiera ver.
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