Latinoamérica sigue siendo una región marcada por profundas desigualdades económicas y sociales que limitan el pleno desarrollo de sus sociedades. El COVID19 acentuó esas brechas, empujando a millones de personas nuevamente a la pobreza y aumentando su vulnerabilidad. En este contexto, las políticas de inclusión social con un enfoque feminista son fundamentales no solo para garantizar derechos, sino también para construir sociedades más equitativas, resilientes y sostenibles. Reconocer la centralidad del feminismo en este esfuerzo significa promover la participación activa de las mujeres en la toma de decisiones y abordar las desigualdades estructurales que perpetúan la exclusión y la injusticia.
Sobre estos temas conversamos con Betilde Muñoz-Pogossian, venezolana, doctora en Ciencias Políticas y actual directora del Departamento de Inclusión Social de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Muñoz-Pogossian recuerda que sus primeros años en el organismo internacional fueron en el área política, trabajando en la estandarización y profesionalización de la observación electoral de la OEA y que en 2014, tras la Asamblea General celebrada en Paraguay, el secretario general decidió crear un departamento de inclusión social que sirviese como brazo político y técnico para operativizar las aspiraciones y las metas que tenían los países en el tema de inclusión social.
“Son diez años que el departamento ha estado en acción tratando temas de equidad, inclusión de grupos vulnerables, migración y desplazamiento forzado. Siempre transversalizando la perspectiva de derechos de las mujeres. Es algo que también hago por mi cuenta y a nivel personal. Siempre estoy investigando, hablando y contribuyendo a los liderazgos de las mujeres, es una meta más allá de lo institucional. Estoy súper comprometida con tener más mujeres liderando y más mujeres tomando decisiones”, expresa.
Latinoamérica, cinco años después
En marzo de 2025 se cumplirán cinco años desde la declaración del virus del COVID19 como pandemia, un hecho que no solo impactó en la salud del mundo entero sino que tuvo efectos devastadores a nivel social y económico.
“Los progresos que ya habíamos hecho en la región para cumplir con las metas en temas de reducción de la pobreza y desigualdad tuvieron una regresión, ahora tenemos que trabajar para volver a como estábamos antes de la pandemia y nos falta mucho más para lograr lo que se necesita. En Latinoamérica bajó el porcentaje de la clase media y aumentó el número de personas en pobreza extrema, pero luego también aumentó la crisis de movilidad humana que estamos viendo”, explica.
El más reciente informe de la CEPAL, con datos que abarcan el 2023, lo demuestra. La investigación señala que 172 millones de personas en América Latina viven la pobreza y de ellos, 66 millones sufren pobreza extrema. Además, la pobreza no es ajena al género pues el 56,3% de las mujeres se dedica exclusivamente al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.
La experta en inclusión y género sostiene que uno de los proyectos destacados de los últimos años es el de formación y fortalecimiento de capacidades de las lideresas de la diáspora venezolana el cual han llevado a cabo junto a la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
“Es una iniciativa muy bonita porque la mayoría de estas mujeres hacen ese trabajo ad honorem y nosotros, junto a la OIM, estamos generando oportunidades para que aprendan sobre diseño de proyectos, comunicación efectiva y derivación de casos de trata si se llegan a encontrar con ellos. Son una serie de herramientas para que puedan ser mucho más efectivas en el trabajo de advocacy que hacen desde organizaciones de la diáspora. Hemos tenido varios encuentros virtuales y tres presenciales, el primero en Panamá, el segundo en Buenos Aires y el tercero en Cartagena”, detalla.
Sí hay expertas
Una de las iniciativas personales de Muñoz-Pogossian, junto a un grupo de colegas, ha sido la creación de “La red de politólogas”, un directorio que nace por el auge en los manels, es decir, foros y eventos donde la mayoría, sino todos los ponentes eran hombres.
“Cuando les preguntábamos a los organizadores el porqué no incorporaban a mujeres especialistas o investigadoras con experiencia respondían que no encontraban mujeres para estar en esos paneles. Después de escucharlo como cinco veces sabíamos que teníamos que hacer algo y por eso creamos el directorio. Hoy en día la red está siendo de ayuda para medios de comunicación que quieren tener la opinión o el enfoque de mujeres profesionales de diversos sectores y temáticas. Hay que seguir empujando y recomendando mujeres. Poner luz en sus investigaciones y poner su voz en el debate público».
Como parte de ese propósito de impulsar y ayudar a que más mujeres lideren, lleguen a espacios donde se toman las decisiones y que la perspectiva de género sea parte de las discusiones y de las soluciones de los problemas públicos, la directora del Departamento de Inclusión Social de la OEA publicó un curso llamado “Mujeres liderando” el cual califica como una experiencia muy linda y un espacio de sororidad.
“El curso es un programa de formación basado en mi experiencia como mujer profesional en el sector público y la experiencia de muchas mujeres que con frecuencia pedían consejos al llegar a una posición de liderazgo. También estoy trabajando en el tercer volumen de una serie de libros en temas de desarrollo profesional que se llama «Éxito en cápsulas», este tercer volumen está específicamente vinculado en cómo proyectar resultados y construir credibilidad profesional”, añade.
Sobre el año que está por empezar, el cual trae un panorama que puede calificarse como retador para las mujeres en diversas partes del mundo, Muñoz-Pogossian afirma ser una persona optimista por naturaleza y señala que la prioridad tiene que ser mantener los avances logrados en cuanto a la protección de derechos y a la protección de la democracia.
“Quiero pensar que podemos encontrar puntos medios y consensos basados en la dignidad humana de las personas y trabajar en una agenda que permita proteger los avances”.
Al preguntarle cuáles han sido sus mayores aprendizajes feministas a lo largo de su trayectoria profesional menciona tres.
“El primero es entregar el 200% en lo que estemos y estar en conexión con la agenda porque cuando uno hace eso la gente lo reconoce, te creen y escuchan lo que tienes para proponer. En segundo lugar, formar alianzas y analizar quiénes te pueden ayudar y quienes pueden obstaculizar el trabajo que quieres hacer y por último, visibilizar tus resultados y el trabajo que estás haciendo porque lo que no se dice es como si no existiese. Como mujeres profesionales tenemos que estar cómodas con compartir lo que estamos haciendo, con ser estratégicas y comunicarlo porque eso te abre puertas y nuevas oportunidades para tener más incidencia o influencia en los temas que son cercanos a tu corazón”.