Cómo abolir la feminidad o desmantelar la noción de que la feminidad es una característica inherente a ser mujer.

Cómo abolir la feminidad o desmantelar la noción de que la feminidad es una característica inherente a ser mujer.
noviembre 20, 2024 Susana Reina
feminismo

La feminidad, entendida como un conjunto de características y comportamientos tradicionalmente asignados a las mujeres, ha sido durante siglos un pilar de la construcción de las mal llamadas identidades de género. Sin embargo, es crucial examinar cómo esta construcción social define lo que significa ser mujer, sobre todo porque en esencia constituye una forma de opresión.

Y es que si lo miras con detalle te das cuenta que la feminidad está intrínsecamente ligada a estereotipos que dictan cómo deben comportarse, vestirse y relacionarse las mujeres. Desde la infancia a las mujeres se nos enseña a encarnar ciertos rasgos considerados “femeninos”: la dulzura, la sumisión, el cuidado de la familia…

Cualquier desviación de estas normas es a menudo castigada o desaprobada. Por ello, esta construcción social no solo limita la libertad individual, sino que también perpetúa un sistema patriarcal que valora a las mujeres principalmente por su apariencia y su capacidad de cumplir roles tradicionales. La feminidad se convierte así en una prisión invisible que limita las aspiraciones y la autoexpresión.

Existen diversas expresiones y prácticas que refuerzan la feminidad en las mujeres.

Como siempre, el lenguaje nos da pistas. Cuando hacemos comentarios sobre la belleza, la ropa o el cuidado personal que destacan la importancia de la apariencia física como un valor central, estamos estereotipando y fijando normas de un deber ser de lo femenino patriarcal.

Otras formas de reforzar la feminidad son valorar la docilidad y la complacencia en las interacciones sociales y laborales, donde se espera que ellas sean menos asertivas; elogiar o premiar comportamientos considerados «gentiles» o «armoniosos” y rechazar la expresión de emociones más fuertes, como la ira; resaltar la pasividad y la sumisión como cualidades; esperar que por ser mujer seas más comprensiva o te dediques a actividades como danza, moda o arte. También cuando se refuerza la idea de que las mujeres deben ser las principales cuidadoras en el hogar, enfatizando sus papeles de madres o esposas, que para eso nacieron.

Todas estas expresiones cotidianas contribuyen a la construcción de una identidad que limita las posibilidades y la autoexpresión de las mujeres. Reconocer y desafiar estas prácticas es fundamental para promover la necesaria libertad al momento de hacer elecciones vitales.

“Soy femenina, no feminista”

Para muchas mujeres el “ser femenina” se vive como una experiencia natural y empoderadora; sin embargo, detrás de esta percepción se oculta un mandato social que restringe la libertad individual, del cual pocas veces se es consciente.

Las expectativas culturales y familiares sobre cómo debe comportarse una dama, crean un fuerte condicionamiento que es difícil de romper. Este aprendizaje se internaliza haciendo que muchas mujeres sientan que la feminidad es parte de su identidad y que está vinculada a la autoimagen y la autoestima. Cumplir entonces con los estándares de feminidad proporciona un sentido de pertenencia y validación, por lo que abandonar estos ideales puede generar inseguridades sobre quiénes son y cómo se valoran a sí mismas.

El temor a ser rechazadas o juzgadas por desviarse de las normas de género es sin duda un gran obstáculo, ya que a menudo se penaliza a las mujeres que no se ajustan a los estereotipos de feminidad, lo que genera una lucha interna entre el deseo de ser auténticas y la necesidad de aceptación social.

Por otro lado, existe una enorme presión social sobre quienes se rebelan contra esos estándares (las feministas), generando sentimientos de culpa o vergüenza en las mujeres que no se sienten cómodas con la feminidad. Para muchas, dejar de lado esos roles genera miedo a perder su valía personal y de aquí que la posibilidad de ponerse del lado del feminismo sea visto con mucho rechazo.

Reconociendo la opresión del género

Abolir la feminidad significa reconocer que estos roles no son elecciones personales sino imposiciones culturales que afectan las oportunidades y la libertad de las mujeres. En lugar de reforzar la idea de que ser femenina es un valor en sí mismo, es esencial cuestionar y desafiar la necesidad de esta categorización.

Cuando estas normas se perpetúan y exigen, se refuerza la idea de que el valor de una mujer radica en su apariencia y en su habilidad para cumplir con los roles esperados. Abolir la feminidad, entonces, implica desmantelar esas expectativas y permitir a las mujeres vivir más allá de los estereotipos asignados a su sexo.

Para la mayoría de las mujeres, la feminidad se asume como una decisión personal; sin embargo, es fundamental entender que esta elección está contextualizada por una cultura que valora ciertos atributos sobre otros. Así que el primer paso para abolir la feminidad es reconocer cómo estas expectativas son formas de opresión que limitan la autonomía y la libertad de elección.

Cada mujer tiene el derecho a definirse a sí misma más allá de los estereotipos impuestos y de vivir plenamente su identidad en todos sus matices. La verdadera emancipación radica en la libertad de elección y en la capacidad de ser auténticamente una misma.

¿Cómo hacerlo cuando todo el entramado cultural te lleva a actuar como manda el estereotipo de género?

Las mujeres deben ser alentadas a explorar y definir su propia identidad, libre de las expectativas de la feminidad. Esto implica reflexionar sobre lo que realmente desean y cómo quieren expresarse, sin el peso de un ideal social que limite su autenticidad. Para ello, fomentar un análisis crítico sobre género en la educación es esencial.

La educación es la herramienta de empoderamiento por excelencia que tienen las mujeres para reconocer los roles sexistas y cuestionar su validez. Esto puede hacerse incluyendo estudios feministas en el currículo escolar para ayudar a desmantelar la noción de que la feminidad es una característica inherente a ser mujer.

Es fundamental visibilizar y promover modelos de mujeres que han desafiado la feminidad tradicional, para que muchas puedan verse reflejadas en una variedad de formas de ser: figuras históricas, artistas, activistas y científicas que han roto con los moldes establecidos. La ausencia de representaciones diversas y no estereotipadas de mujeres en los medios y en la vida cotidiana dificulta que muchas encuentren inspiración para desafiar la feminidad. Sin modelos a seguir que encarnen otras posibilidades, es más difícil imaginarse fuera de los roles patriarcales.

Por último, dejar de premiar a las niñas y adolescentes por comportamientos asociados a la feminidad es una estrategia efectiva para liberarlas de las expectativas de género, desarrollar confianza en sí mismas y ayudarlas a elegir sus intereses sin la presión de cumplir con roles tradicionales.

Abolir la feminidad no es simplemente redefinir lo que significa ser mujer, se trata de erradicar un conjunto de expectativas que han sido impuestas y que limitan las libertades individuales. No queremos nuevas feminidades, cero feminidad.

 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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