Arreglando mi closet encontré un viejo cuaderno que utilicé como medio de desahogo en los momentos más duros de mi separación y posterior divorcio. Para mí escribir tuvo un valor terapéutico porque desempleada, sin dinero, sola con dos niños y una casa qué mantener sin aportes del “progenitor no gestante”, ni dinero para andar pagando psicólogos, no quise sobrecargar a mi mamá con mis problemas ni sentía que mis hermanas podían entender la situación por la que pasaba, tampoco tenía amigas (no existía WhatsApp y había perdido el contacto con las pocas que tuve), me sentía sola, herida, atemorizada por el futuro, débil y sin recursos para expresar las emociones que me ahogaban. ¡Sí! Fui de las que resolvían solas y no decían nada para no molestar al señor, de las que callaban para conservar la “armonía” y evitar las discusiones frente a los niños.
Viendo en retrospectiva, esa escritura me ayudó a surfear una crisis, la de la separación en medio de un ambiente psicológicamente hostil. Escribí por poco tiempo, apenas tiene 6 fechas de registro pero cada escrito es un verdadero testamento de largo. Estaba dirigido a mis hijos en el futuro donde les explicaba mi versión del divorcio y de los hechos que llevaron a él. La primera anotación consta de 37 páginas (por ambas caras, de un cuaderno grande del tipo libreta cosida) donde me desahogué. Luego escribí una vez al mes por los cuatro meses siguientes y luego una sola vez al año siguiente. Considero que dejé de escribir porque conseguí un empleo cercano a mi casa (media cuadra) fuera de mi área de formación profesional (vendedora en una librería) que era un lugar con un excelente ambiente de trabajo que me hizo sentir protegida de tanta angustia y dolor. No ganaba mucho pero me reía todo el día, todos los días, porque me sentía entre amigos que me apreciaban, querían y respetaban, fue un lugar de sanación y de transición para lo que luego se convertiría en mi causa de vida: los derechos de las mujeres y las víctimas de violencia machista.
Fue positivo haber escrito cuando me sentía tan agobiada por las responsabilidades que me cayeron encima (la manutención de la casa y mis hijos en solitario, deudas de todo…) Afortunadamente, no me deprimí, escribir me ayudó a organizar mis ideas y mis sentimientos, me ayudó a ver en perspectiva el problema y a mantenerme firme en la decisión. Es importante documentar el sufrimiento porque la memoria es selectiva, no puede guardar todo lo importante o tal vez el dolor nos obliga a olvidar para poder seguir adelante, por la razón que sea, es positivo registrar los hechos porque las hijas/os crecen y allí hay información importante que les permitirá comprender muchos años después y que les permitirá explicarse lo que terminará pasando en relación con su padre.
Muchos hombres hablan del “síndrome de alienación parental” para culpar a las madres de sus propias negligencias, los hechos hablan mejor que las palabras, hijos e hijas crecen, observan, comparan, buscan información, analizan y sacan sus propias conclusiones, no hace falta hacerles mala propaganda a los hombres que no han sido padres. Releer mis escritos me permitió darme cuenta cuánto sufrí y de que a pesar de la situación tan difícil por la que pasé, las amenazas de todo tipo que se cernían sobre mí, tengo el orgullo de poder decir: ¡¡lo logré!!
¿Cómo lo hago?
Esto no se trata de escribir para para otros, escribes para ti fundamentalmente, para desahogarte, para poner en orden tus ideas, si quieres lo guardas para releerlo en el futuro, para que tus hijos lo lean o simplemente para quemarlo cuando te sientas mejor emocionalmente. No estas obligada a nada. ¡Es un ejercicio epistolar de tú con tú! ¿Qué sugiero a partir de mi experiencia?
- Agarra cualquier cuaderno que tengas en casa, sugiero uno tamaño libreta empastada porque vas a escribir bastante… ¡Es la idea!
- No lo identifiques y guárdalo en un lugar donde no esté al alcance de quien te hace sufrir o de ojos que no tienen por qué leerlo, yo lo tenía debajo de una pila de ropa que nunca me ponía.
- Escribe como te venga, no te preocupes de errores ortográficos, incoherencias, tachones o fallas de redacción, eres tú hablándote por escrito.
- Abre tu “diario íntimo” y en la primera página explícale a tu yo del futuro lo que estás pasando y por qué lo escribes, cada vez que escribas por la fecha de ese día.
- Abunda en detalles porque la memoria es frágil, escribe lo que quieras, ese diario es tuyo.
- No te limites, escribe, desahógate, llora y sigue escribiendo.
- Escribe porque quieres no por obligación. Escribe cuando quieras, te sugiero aprovechar esas largas noches de insomnio cuando todos duermen, así nadie te preguntará ¿Qué haces?
- Yo lo escribí para mis hijos en el futuro como si estuviera hablando con ellos. Mi hija mayor para ese momento tenía solo 10 años y el menor apenas 3 años. Han pasado 19 años y lo leerán si así ellos lo desean, ya saben que existe.
- Expresar por escrito lo que sientes no es fácil, a veces te sentirás sin palabras, como si no tuvieras capacidad de hablar, insiste, sigue adelante, verbalizar, sacar de tu mente el miedo o el dolor aunque sea por escrito es el principio de la curación, dolerá, llorarás, pero te curarás.
¿Vale la pena tanto esfuerzo? Considero que sí ¡Absolutamente! Escribir para ti, expresar esas emociones y sentimientos que temes decir en voz alta frente a otras personas tiene un valor terapéutico inconmensurable, porque el proceso de sanación comienza a medida que empiezas a poner en palabras todos tus pensamientos, los sentimientos que te ahogan y atormentan, porque escribiendo nadie te interrumpe, juzga ni te dice supuestas palabras de comprensión o consuelo que realmente no ayudan sino que te hacen sentir peor. El silencio nunca es la solución, encerrarse en sí misma tampoco, busca ayuda, escribe para ti y en lo que puedas, busca atención profesional en psicólogas/os que te ayuden a armar nuevamente tu rompecabezas vital.
¿Qué aprendí? Que soy fuerte, soy capaz, soy resiliente y que no tengo nada qué lamentar de la decisión que tomé. Después de la noche más oscura siempre hay un amanecer, tal vez no el que queríamos pero de que amanece, ¡amanece! Hay noches muy largas que parecieran no tener fin, ¡no te voy a decir que le agradezcas el sufrimiento al desgraciado ese! Detesto esa expresión, porque para madurar y aprender no hace falta el dolor, pero sí que confíes en ti y que te trates bien, con cariño, y que hagas lo necesario para mantener la cabeza sobre los hombros mientras pasa la tempestad, la escritura es un excelente recurso para eso y no te cuesta nada. ¡Quién sabe! A lo mejor terminas descubriendo que tienes vena de escritora. ¡Adelante!