Marcela Lagarde es antropóloga, investigadora, política, activista y una de las mayores referentes del feminismo en América Latina por su lucha contra la violencia basada en género y por acuñar en español, y en la justicia, el término “Feminicidio” desde 2006 usando como referente investigaciones de las autoras estadounidenses Diana Russell y Jill Radford en los 70 que hablaban de “femicide” en el libro “Femicide: The Politics of Woman Killing” (“Feminicidio: La política del asesinato de mujeres” en español)
María Marcela Lagarde y de los Ríos nació en Ciudad de México el 30 de diciembre de 1948 y desde joven estuvo interesada en causas sociales por lo que militó en diversos partidos políticos de izquierda y en en el año 2003 ganó un escaño como Diputada al Congreso de la Unión de México de forma independiente, pero avalada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) al cual está vinculada desde 1989.
Aunque en 2006 terminó su periodo como congresista siguió trabajando y logró promover el feminicidio como delito en el Código Penal de México así como la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente desde 2007.
En sus presentaciones públicas y entrevistas no deja de alertar la constante violación a los derechos humanos de las mujeres y niñas en todas partes del mundo. “Nuestros derechos humanos están todo el tiempo en juego. Contra nosotras siguen pasando cosas terribles”, explica.
A su juicio, esto se debe a la falta de acciones concretas y firmes por parte de los Estados y por sociedades que no ven la violencia machista como un problema. “El
Estado es cómplice porque no crea las condiciones para que las mujeres vivamos con el respeto a nuestros derechos humanos”, señala.
Enfatiza cómo muchas personas aún tratan a las feministas de exageradas restando importancia a la igualdad entre hombres y mujeres, especialmente en América Latina.
“Millones de personas con una visión neoliberal contemporánea se esfuerzan en hacernos creer que nada por lo que luchamos es importante. Esa es la respuesta desesperada para ver si nos atemorizan, para ver si nos vamos a cansar y no vamos a continuar”, dijo.
Otro de los grandes aportes de Lagarde ha sido la también traducción / creación de la palabra “sororidad” que en términos simples es la solidaridad femenina y cómo esta es en sí misma un acto de autorreflexión para combatir la misoginia que las mujeres podemos llegar a manifestar hacia otras mujeres.
Ella la define como “esa experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de cada mujer”.
A través de su labor como política ha podido ver la vinculación entre la democracia, el desarrollo y la violencia manifestando que “a menor democracia y menor desarrollo, mayor violencia y ante la precariedad de la paz, hay una violencia mucho más abierta hacia las mujeres.”
Su obra literaria consiste de 11 publicaciones, siendo la más famosa “Cautiverios de las mujeres» (1990) la cual analiza los distintos estereotipos sociales y clasificaciones culturales a las que son sometidas las mujeres por la estructura patriarcal y como “el feminismo tiene que ser la base del paradigma hacía donde vamos».
Visión del feminismo:
Lagarde indicó en un artículo de 2009 que el feminismo es radical por diversos motivos:
- Plantea ir a la raíz de aquello que nos coloca en desventaja, que nos daña, que lesiona una forma digna de vida. (El patriarcado)
- Proclama la condición humana de las mujeres. Esta humanidad no es reconocida en muchas partes del mundo o se reconoce parcialmente o sólo si está en función del desarrollo de otras personas o para producir una mejor ciudadanía.
- Proclama la igualdad entre mujeres y hombres. No sólo hacemos el proyecto, sino que lo llevamos a la práctica, algo inadmisible por muchas organizaciones añejas y anacrónicas.
- Para construir la igualdad tenemos que cambiar. Y los cambios deben ser profundos en nosotras mismas. No se trata de predicar, sino que implica una transformación de las marcas, los deberes, los mandatos y los sellos que nos impiden el desarrollo de nuestra vida.
Una de sus más recientes reflexiones es que, a pesar de los niveles de violencia y desigualdad tan altos de los que son víctimas las mujeres, no le gusta usar el lenguaje bélico y o llamar “lucha” a lo que hace el movimiento pues considera a las feministas como pacifistas.
Fuentes consultadas:
Diario Público (España), EFE Feminista, Diario El País, Mujeres en Red, Wikipedia