Hace días vi una película con una advertencia algo particular al inicio “Esta cinta contiene una protagonista desagradable” y aunque claramente era una sátira, refleja un fenómeno que suele ser común: la crítica y rechazo a personajes femeninos ambiciosos, determinados y alejados de todas aquellas características social e históricamente asociadas a las mujeres, en especial cuando son los personajes principales.
Un ejemplo más reciente todavía es la acogida que tuvo la serie “She -Hulk” la cual narra la vida de la abogada Jennifer Walters, interpretada por Tatiana Maslany, cuando adquiere la capacidad de transformarse en un Hulk después de un accidente. Desde el primer episodio vemos cómo Jen se enfrenta a muchos más prejuicios, dentro y fuera de la pantalla, que el propio Bruce Banner simplemente porque “la rabia no es una emoción femenina” o porque “no había razones para hacer una serie sobre una Hulk mujer”, como escribieron muchos hombres por Twitter.
La necesidad de superación, libertad e independencia son fundamentales para las mujeres, siempre lo han sido pero la realidad es que antes no todas lo conseguían. Por eso la ficción las dividió en dos: protagonistas y villanas, las primeras seguían y obedecían lineamientos patriarcales toda su vida y eran premiadas con la promesa de ser felices para siempre, las segundas no. Incluso aquellas protagonistas que con el tiempo y el avance tenían características consideradas masculinas eran entonces llamadas “chicas malas”.
El cambio drástico se ha dado desde la realización de que las mujeres tienen luchas compartidas porque el sistema nos oprime a todas. Las generaciones X, millennials y Z lo han aprendido y por ello buscan referentes fuertes y que pueden ser considerados “antipáticos”.
Pero, ¿Qué es ser considerada una mujer antipática? Aquella que no se queda callada ante lo que cree injusto o retrógrado, que dice “no” sin culpa, que habla abiertamente de sexo o dinero, que muestra capacidades de liderazgo, que es segura de sí misma y que trabaja por conseguir lo que quiere, incluso a través de métodos algo cuestionables.
La misma antipatía que genera una protagonista que desea llegar lejos y cumplir muchas metas es la misma que generan las feministas al exigir de todas las formas posibles sus derechos humanos fundamentales.
La bondad y la maldad son cualidades universales que no corresponden automáticamente a las mujeres y hombres, respectivamente, de hecho las personas estamos hechas de muchos elementos, emociones y experiencias, eso dentro de nuestras diferencias, nos hace iguales.
Mientras más pronto entendamos y aceptemos que las mujeres quieren y merecen ser libres, más rápido podremos conseguir una sociedad más justa y equilibrada, libre en sí misma de estereotipos y roles que no han hecho más que crear enormes brechas.