Para nadie es un secreto que vivimos en un mundo donde los chistecitos machistas están a la orden del día. Normalmente cuando me cruzo con alguno de estos “graciosos” le resto importancia y mi respuesta suele ser “estoy acostumbrada, gracias por darme material para mi próximo artículo”. Es una respuesta que me ha sacado de muchos apuros, en primer lugar porque no en todos los espacios puedo ponerme a discutir con personas que igual no quieren escuchar; en segundo lugar porque cuando les dices que escribirás sobre ellos se asustan un poco y dejan de molestar, porque aunque “no me leen” saben que en mis artículos no suelo soltar rosas y caramelos precisamente. Sin embargo, últimamente no dejo de preguntarme ¿por qué por ser feminista tengo que tener diseñada una estrategia para librarme de momentos incómodos en los diferentes eventos sociales?
El otro día junto con una colega fui a dictar una charla sobre violencia hacia las mujeres por razones de género en una comunidad donde se habían reportado ya varios casos, mi sorpresa fue que precisamente el organizador que nos llevó a hablar del tema, una vez terminado el evento con el público aún presente comenzó a echar chistecitos sobre lo que había ocurrido con el caso de Johnny Depp. Por suerte su misoginia disfrazada me dio argumentos para ejemplificar cómo una mujer por hacer una denuncia “falsa” (que en realidad no fue tan falsa) incluso siendo poderosa y con mucho dinero, terminó siendo ridiculizada y atacada de mil maneras y lo que podía implicar para otra mujer que no contara con los mismos recursos. Además aproveché de agregar que las estadísticas que señalan que las denuncias falsas de violencia hacia la mujer no pasan del 1% .
En los 15 años de mi sobrina, el esposo de una amiga de mi hermana que sabe que soy feminista, se dedicó a hacer “chistesitos” machistas toda la noche. A pesar de que en ningún momento yo hablara de nada referente al feminismo, traté de usar mi estrategia de siempre pero no funcionó. El seguía con su sonrisita “inocente” disparando misoginia. Quiero creer que en otro espacio lo habría puesto en su lugar, pero era el cumpleaños de mi sobrina, estaba feliz, no quería pelear, tampoco quería arruinarle la fiesta a nadie, pero terminé acostándome antes de tiempo porque ya no lo soportaba más. ¿Muy injusto no?
En estas dos historias tenemos dos personajes peligrosos, el primero es el falso aliado, aquel que asegura no ser machista y promover la igualdad de género en todos los espacios pero que en realidad lo que quiere es ganar espacios para seguir promoviendo su misoginia internalizada y el segundo, el machista típico, que se la pasa diciendo que las mujeres son las que mandan mientras su esposa le lava la ropa interior.
De este tipo de historias tengo miles, algunas donde me he ido, algunas donde he reaccionado de forma educada y algunas donde he reaccionado sin gota de educación y cordura, porque no todo el tiempo tengo el ánimo y la sabiduría para manejar este tipo de ataques, que aun cuando estén disfrazados de “chistes” son una forma de violencia terrible y demasiado común que sufrimos las feministas.
Debo admitir que a una parte de mi le gustaría exponer a estos “graciosos” con nombre y apellido, como las personas violentas, irrespetuosas, mal educadas y misóginas que son, sin embargo me prometí que haría este artículo solo con la intención de desahogarme dándoles el beneficio del anonimato a los dos protagonistas en cuestión, porque me siento cansada, frustrada y muy molesta y sé por experiencia que este tipo de sentimientos no suelen ser los mejores consejeros.
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Laura Freixas: La identidad de las mujeres descansa en la idea de vivir a la sombra de los demás.
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Las mujeres no estamos en la agenda política.
Comment (1)
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Bravo, Vero!