La autora española explicó lo que ella considera como características propias de la literatura escrita por mujeres y lo que ello implica. Abordó los estereotipos y la brecha de género presente en el mundo de la cultura y nos dio diversas recomendaciones a las futuras novelistas.
Laura Freixas (Barcelona, 1958) ha dedicado su carrera a investigar, difundir y promover el trabajo creativo y literario de las mujeres impulsando proyectos como la creación de la asociación “Clásicas y Modernas” en 2009 y la celebración de un Día de las Escritoras cada 16 de octubre, número que además, coincide con su número de obras publicadas hasta la fecha.
Es partidaria y aboga por el uso del término “literatura escrita por mujeres” más que “literatura femenina” y asegura que “la literatura de las mujeres, aunque sea de forma inconsciente, suele ser una literatura muy feminista”.
“Esta literatura tiene unas características propias en conjunto al tratar ciertos temas, presentar unos personajes y tener un punto de vista que la distinguen de la literatura escrita por los hombres. Por ejemplo, las mujeres tienen más protagonismo, se analizan relaciones como madre e hija, que suelen estar bastante ausente de la literatura escrita por hombres. También están presentes las experiencias de las mujeres, la maternidad por ejemplo, que si bien no es la única, es el ejemplo más evidente. Y en general, en la literatura escrita por mujeres veo una conciencia crítica de los roles de género y las relaciones de poder entre los sexos. Veo que las escritoras, aunque no lo hagan conscientemente, se fijan en quién cuida al niño, quién pone la mesa, quién paga, quién decide”, detalla.
Agrega que la literatura escrita por hombres también tiene particularidades propias y que la distinción en sí no le parece rara pues la asemeja a las diferencias que tiene cada tipo de escritura con el fenómeno generacional y regional: “Hay una serie de cualidades, de coincidencias biográficas, el haber vivido las mismas experiencias hace que tengamos puntos de partida comunes. Luego cada una, cada autora y cada autor los desarrolla de una forma individual”.
El apellido mujeres
La novelista responde al planteamiento y denominación que muchos hacen a la hora de hablar sobre las autoras destacando el hecho de que son mujeres cuando, a su juicio, con decir escritoras basta y que en esos casos los académicos no siguen la tan defendida “economía del lenguaje”.
“No hace falta decir mujeres escritoras, pero creo que eso se debe al hecho de que, como explica la filósofa francesa Michèle Le Dœuff, en el caso de las mujeres, la identidad que nos atribuye la sociedad es tan absoluta, nos marca tanto, que parece que eso es más importante que cualquier otra cosa, es decir, la sociedad no ve a los hombres como varones, les ve como individuos, como seres humanos, les ve de muchas maneras, pero los hombres monopolizan tanto el espacio público que no llama la atención que sean hombres y no son juzgados, ni definidos en tanto que son varones. En cambio, como es excepcional que las mujeres ocupen puestos distintos “al de la mujer”, o sea, el de la ama de casa y la madre, llama mucho la atención”, expone.
Añade que “es como si se preguntaran cómo se puede, siendo mujer que es algo tan absoluto y total, ser además otra cosa y contradecir la identidad de mujer, que es una identidad que consiste en vivir a la sombra de otras personas, en vivir para otras personas. En ser la mujer de…, ser la madre de…, ser la cuidadora de… Entonces cualquier identidad individual en que te afirmas, como es el caso de profesiones prestigiosas y más todavía el caso de las escritoras que es algo muy individual, es como si fuese incompatible y por eso se remarca.”
Las cuentas no dan
Uno de los trabajos de Freixas ha sido demostrar la existencia y luchar contra la brecha de género en el sector literario. Esto se evidencia a través de datos publicados por el Ministerio de Cultura de España que en 2022 afirmó que solo 31% de los autores de novelas son mujeres, la cifra baja a 20% si hablamos de ensayos.
A nivel de reconocimiento, las mujeres también salen perdiendo pues galardones como el Nobel de Literatura solamente lo han ganado 15 mujeres en 121 años de historia. El Premio Cervantes lo han recibido 5 mujeres en 46 años y el Premio Planeta 17 mujeres en 70 años.
La ensayista dice que la brecha tiene origen en el hecho de que partimos con desventajas pues a lo largo de la historia las mujeres siempre habían tenido menos formación que los hombres y por eso al estudiar menos, escribían menos y si bien en los últimos 30 años esto ha cambiado, aún hay cargas que socialmente recaen solo en las mujeres impidiéndoles alcanzar un mayor potencial.
“Las mujeres, por una serie de razones, asumimos las responsabilidades familiares y damos un paso atrás en nuestra carrera, de forma más o menos o nada voluntaria, pero lo damos y por eso siempre somos menos en todas las profesiones, especialmente en los niveles que requieren responsabilidades, pero además en el caso de la cultura este es un ámbito de poder y prestigio muy importante y quienes tienen ese poder se resisten mucho a compartirlo porque no es un ámbito de criterios objetivos. La calidad literaria es una cosa muy subjetiva, entonces quienes tienen el poder de legitimación artística son hombres que están muy contentos de encontrarse entre hombres y que no quieren compartir ese poder con las mujeres y creo que realmente no entienden el valor de lo que las mujeres aportan”.
Laura recuerda las palabras de Virginia Woolf cuando decía que un crítico piensa que un libro es importante porque trata de la guerra y que otro libro es menos importante porque trata de los sentimientos y las relaciones personales. “Esa mentalidad sigue estando, todo lo masculino es visto como algo que afecta, representa y concierne a la humanidad entera y lo femenino es visto como algo secundario”. En su opinión, quienes creen y dicen que la igualdad ya existe están equivocados pues “esa idea es totalmente falsa, la igualdad ni está, ni se le espera en ningún sitio”.
Futuras escritoras, unidas y prevenidas
Al preguntarle qué le recomendaría a una joven que anhela ser autora, toma una pausa y menciona paciencia, tenacidad y perseverancia como elementos claves, admitiendo además todo esto igual le sirve a un hombre. Luego aconseja estar prevenida porque podría vivir uno de los tantos episodios sexistas que muchas mujeres en el mundo de la cultura han tenido que pasar.
“Es muy habitual que una escritora joven, sobre todo si es atractiva, tenga un éxito desmedido con su primer libro y que luego se encuentre con que ese éxito es muy tramposo. Por ejemplo, que en entrevistas le preguntan constantemente cosas triviales como que si tiene novio o quieren fotografiarla de forma muy frívola, la invitan a programas de televisión de poca calidad. Hay toda una serie de cosas que pasan sin que sea exactamente culpa de nadie y a lo mejor sin que nadie se dé cuenta, que van haciendo que ese éxito en vez de favorecer a la autora, la vaya marginando. No creer que tienes ese éxito porque eres buenísima y luego te olvidan porque ya no eres buena, sino que hay como un patrón, hay unas categorías como el prototipo de la chica joven, provocativa, insolente que llama la atención y que luego rápidamente es reemplazada. Otro ejemplo es la escritora muy elegante, con mucha clase, que no es agresiva ni competitiva, sino que se comporta como una anfitriona de sociedad”, ejemplifica.
Otra recomendación de la columnista es asociarse y formar grupos con otras escritoras o con otras mujeres del mundo de la cultura pues es una forma de “pensar y actuar juntas porque hay cosas que solas no se pueden hacer”.
Finalmente, resalta el hecho de que aún hay mucho trabajo por hacer pues “los estereotipos no se van a erradicar ellos solos, tenemos que explicarlos y denunciarlos, tenemos que hacer que salgan a la luz y se vean porque cuando se ven sí que empieza a haber reacciones y se puede empezar a corregir, pero si no hacemos nada, el tiempo solo no arregla nada”.
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Fotografía: Verlanga